La FIFA se frota las manos. Recién terminado el Mundial de Qatar, su balance en cifras es más que satisfactorio. Tanto en asistencia a los estadios como en audiencias televisivas se han cumplido sobradamente las expectativas. Su presidente, Gianni Infantino, informó que la FIFA ha ... superado sus previsiones de ingresos en el finalizado ciclo en más de 1.000 millones de euros. En plena pandemia. Y en el siguiente período 2023-26 espera aumentar en un 47% los ingresos respecto al anterior, elevándolos hasta los 11.000 millones. Mareante.
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Pero más allá de sus intereses satisfechos, la FIFA demuestra con contumacia ser un ente carente de real sentido humanitario y sensibilidad social. Infantino asevera que «el legado del Mundial de Qatar va más allá del fútbol», pues «todos han descubierto que lo que se decía y se pensaba no es cierto», y que (en el emirato) «se puede pasar bien». Textual. La realidad del estado de los derechos en esa tierra sería, al parecer, una invención, y su denuncia una «hipocresía».
«Dentro del fútbol hablemos sólo de fútbol», concluye el mago suizo que marchó a Oriente. Olvidando, también, las campañas de FIFA-UEFA con el lema «Respect». Respeto desde el fútbol (se decía) a la diversidad de género y de creencias. Proclamas hipócritas, éstas sí, viendo lo que ha rodeado al Mundial catarí, y oyendo el silencio ante hechos que afectan plenamente a los teóricos valores de la FIFA: la protección de los derechos humanos, la dignidad y la igualdad (artículo 3 de sus estatutos).
Porque se ha sabido que el jugador de fútbol iraní Amir Nasr-Azadani ha sido condenado a morir en la horca por expresarse públicamente en favor de los derechos de la mujer en su país. ¿Reacciones desde el mundo del fútbol? No se ha oído al rector de la FIFA mención alguna contra la barbarie de este régimen teocrático. Tampoco a las 211 federaciones que sostienen a Infantino. Ni siquiera (lo que es más triste) a los colegas deportistas presentes en el campeonato celebrado en un país con similares prácticas medievales.
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Todo vale si fluye el dinero. Indiferencia escandalosa ante lo realmente importante, a la que contribuyen los actores del fútbol profesional, que afirman no incumbirles más que el devenir de la bolita. Espectáculo y negocio sin valores. Esa es la realidad del fútbol representado por la FIFA, un monstruo sin alma.
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