De vacaciones por Grecia me manda mi hijo una espléndida foto crepuscular del clásico pórtico de las Cariátides. Ya saben, las columnas que con forma femenina soportan la tribuna del Erecteón, en el Acrópolis de Atenas, y cuya versión masculina son los Atlantes, llamados también ... a sostener magnas estructuras.
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En la Federación Española de Fútbol quienes han soportado el tinglado de Luis Rubiales durante los últimos cinco años han sido los presidentes de las federaciones territoriales, que son las federaciones de ámbito autonómico mas las federaciones de Alava, Gipuzkoa y Bizkaia, con asiento propio. Los barones territoriales están coprotagonizando un episodio crítico en la historia del fútbol español, en el que, por supuesto, el personaje central es el testosterónico dirigente granadino. Federativos, y otros agentes del balompié hispano, se han retratado en una u otra medida en este triste culebrón, que tiene por fondo un caduco concepto de la igualdad, de la dignidad humana y del ejercicio del poder. Ante la infamante asamblea del pasado día 25, al parecer sólo el presidente de la federación navarra tuvo a bien expresar a la cara de Rubiales su decisión de dimitir en su condición de directivo de la española y responsable del fútbol femenino, lo que no dejaba de ser consecuente.
El resto callaron o hicieron mutis por el foro, aunque algunos avisaran de su eventual marcha si el motrileño no se iba, lo que acabaron por hacer, y nos referimos a los presidentes de las federaciones vasca, alavesa y gipuzcoana, suscribientes del mismo comunicado. En cambio, el presidente de la federación vizcaína se separó del acuerdo y decidió no cesar en su puesto de ejecutivo, aludiendo a que «nadie se lo había pedido» y no a otras 90.000 poderosas razones que se entienden más fácilmente.
Una vez que la FIFA, adelantándose a la desesperante justicia deportiva española, resuelve suspender provisionalmente de sus funciones al presidente, y también que los sponsors amenazaran con su posible huida, todo cambia para los barones. Reunidos de urgencia manifiestan en un comunicado consensuado la necesidad de que Rubiales dimita «de manera inmediata» por su «inaceptable» comportamiento. Lo hacen incluso los mismos que le aplaudieron el viernes de la vergüenza, cuando no vieron razón para apartarse del ahora defenestrado.
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Visto que el señor Rubiales no tiene intención alguna de dimitir, lo suyo hubiera sido que las cariátides federativas impulsaran un voto de censura ante la asamblea general que controlan. Resulta significativa su reticencia. Primero, aduciendo la dificultad de encontrar un candidato alternativo, cuando en su nota los barones depositan total confianza en la persona de Pedro Rocha (que no deja de ser el sucesor elegido por Rubiales antes de su suspensión). A continuación, los actuales gestores interinos se agarran para descartar la moción a una interpretación rigorista de los plazos para su planteamiento, siendo plenamente defendible una más amplia.
No se demuestra real voluntad de cortar por lo sano, pues lo consecuente sería la destitución acordada por la propia federación española, que acabaría con la necesidad de que lo decida disciplinariamente una instancia exterior, sea el TAD o la FIFA. Rápido y democrático, sin pleitos posteriores que prorroguen las turbulencias. El encomendarse a una inhabilitación externa supone un lavado de manos y proporciona posibilidades impugnatorias a quien se adivina aún en la sombra. Cabe por ello cuestionar si la proclamada autorregeneración de los órganos federativos puede llevarse a cabo por los mismos sustentadores del 'rubialato'.
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Capítulo aparte merecen empleados de relieve como los seleccionadores Vilda y De la Fuente, que aplaudieron, en pie, a su patrón, y que nada más caer han pasado a denostarlo. Si indigno fue el apoyo, patético el viraje. Debería costarles el puesto, en particular a quien, más allá del logro deportivo, no quieren las jugadoras.
Finalmente están las reacciones tardías, cuando no inexistentes, desde el fútbol masculino. Clubes y jugadores. ¿Dónde están valores como la solidaridad y el compañerismo profesional? Ya vale de tacticismos y de mirar hacia otro lado. Se acabó.
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