Turegano, 3- Santurtzi, 1
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Turegano, 3- Santurtzi, 1
El sueño morado acaba en pesadillaEl Santurtzi vivióeste jueves una pesadilla en Turégano. Atenazados por los nervios, los morados cayeron en la última eliminatoria entre equipos de Regional que da acceso al bombo de la primera eliminatoria de Copa. Se trata de una derrota muy dolorosa, pero cuando se sequen las lágrimas en San Jorge verán que esta aventura que arrancó al imponerse en la liguilla entre vascos deja un poso de gran valor. El efecto Copa ha aumentado la masa social del club desde los 450 a algo más de 600 y además ha sido capaz de arrastrar a quinientas personas hasta Segovia para animar a los suyos. La llama del Santurtzi ha vuelto a revivir con fuerza.
No hubo reproches entre la marea morada. Todo lo contrario. Sólo aliento hasta el último minuto y gestos para reconfortar a los abatidos jugadores al final. En medio de la desolación, unos hinchas tocaron la dulzaina y la pandereta. Otros bailaban y muchos se acercaron a la puerta del vestuario a levantar el ánimo a los suyos.
Pero ahora sólo se ve el sufrimiento, uno de los mayores en sus 71 años de historia. No jugaban la Copa desde que hace 31 años les eliminó el Amorebieta, entonces en Segunda B. Pero ante todo tenían el sueño de medirse de nuevo un equipo de la máxima categoría. En la memoria más gloriosa del club está aquella eliminatoria perdida a ida y vuelta por 6-1 ante la Real Sociedad con goleadores ilustres para los guipuzcoanos (Zamora, López Ufarte , Bakero, Uralde (2) y Satrustegi). Blas Ziarreta, que dirigía a aquel equipo de Tercera, estaba en Turégano con la camiseta de la ocasión con el lema 'Koparen bila'.
Descansar en el autobús
El ambiente de máxima expectación y la tensión envolvía a los jugadores pese a que al fin y al cabo son aficionados que juegan en Regional. Las escenas del fútbol modesto se sucedieron. Dos tribunas de mecanotubo se instalaron en un campo de El Burgo en donde el partido se ve como antes, de pie junto a la valla. Una era para las autoridades. La otra fue un detalle de gran anfitrión: se destinó a los hinchas visitantes. Los jugadores del Santurtzi descansaron en el autobús tras su comida. Un futbolista local se acercó poco antes del duelo a un córner a dar un par de caladas a un cigarrillo y un trago de cerveza que le ofrecieron sus amigos. El fútbol de barro en busca de un sitio en la mesa de los grandes para vivir su momento de gloria.
El Santurtzi comenzó mandón, pero atenazado por los nervios apenas tenía claridad. Le costó un esfuerzo inmenso hacer peligro en la primera parte. Del Olmo tuvo las dos oportunidades más claras de la primera parte. El Turégano parecía inofensivo hasta que se encontró con una falta al borde del área. Estuvo mal lanzada, pero el rechace llegó a Carlos Cotrina, quien resolvió con un disparo duro desde fuera.
Los quinientos hinchas del Santurtzi advertían al forense que no les dieran por muertos. «Vamos a remontar y además vamos a festejar los goles en la portería en la que estamos», se consolaba uno de ellos.
La respuesta del equipo morado no se hizo esperar. Cuando se vio al filo de la eliminación se soltó y a los tres minutos de la segunda parte igualó Matey al rematar una falta lanzada por Zatón. La emoción por lo conseguido pasó una factura carísima. Desconectado por empacho de alegría, el Santurtzi cometió un penalti sobre Alcubilla que Duque transformó.
«Vamos, que se puede», se desgañitaban desde la banda los hinchas morados. Pero el viento ya había cambiado. El Santurtzi jugaba con el ancla echada. Parecía incapaz de espabilar, al punto de que el Turégano vivió sus momentos más plácidos de la tarde. A esas alturas dar la vuelta al partido le parecía como escalar el Everest. Ya no le acompañaban ni las fuerzas, ni la imaginación, ni el nervio. El Turégano se confirmó como un buen equipo y sacó provecho de la falta de poso morada para manejar el partido, de su excesivo sentido de la responsabilidad y de su fragilidad defensiva. Con apenas cinco oportunidades marcaron tres goles.
Miguel Romillo se la jugó a cara o cruz al retirar al central Gil para acabar con defensa de tres. No sirvió de nada. El Turégano anotó el tercero y el sueño acabó en pesadilla. Pero al Santurtzi le queda lo mejor, una hinchada que ha renacido y se ha volcado.
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