Sestao River 1-2 Celta

El empuje del Sestao River no basta para dar la campanada

Por mucho que el Sestao River tuviera que jugar el próximo domingo en un escenario tan exigente como Riazor para tratar de sumar allí algún punto en su lucha por la permanencia en Primera Federación, su objetivo primordial, Aitor Calle no se guardó nada para afrontar este atractivo duelo copero. Sacó el once de gala. El mismo que en los dos últimos encuentros, exceptuando el portero. Mientras, Rafa Benítez sacó a los menos habituales, pero sin demasiados experimentos. Tres reptieron respecto a su partido en Liga frente al Cádiz: Kevin Vázquz, Starfelt y Unai Núñez, que regresaba a casa, a su pueblo, al sitio en donde él mismo ha declarado que quiere colgar las botas.

En los primeros instantes, los verdinegros estuvieron imprecisos, quitándose el balón de encima en cuanto les llegaba, quizás producto de los nervios de afrontar una cita tan mediática. Con el paso del tiempo, parecieron evadirse de factores externos y comenzaron a mover el balón con más sentido. Fruto de ello, trenzaron una buena transición ofensiva, que finalmente tuvo un resultado pésimo para los sestaotarras. El Celta robó el cuero, los locales no supieron rearmarse atrás y el balón terminó en los pies de Douvikas frente a frente con Pere Joan. Definió a la perfección el delantero griego, haciendo el 0-1 y desmontando los planes del Sestao River, que tendría que remar a contracorriente.

Trató de reaccionar la escuadra sestaotarra, que dejó claro a los celestes que no les regalarían nada, que no iba a ser ningún paseo militar, ni mucho menos. Cumplida la media hora de choque, Jon Guruzeta protagonizó la primera ocasión de los verdinegros, con un disparo desde la frontal que se le fue levemente por encima del larguero. A partir de ese momento, se crecieron los locales e hicieron sufrir al Celta. Fue muy superior el Sestao River en el último cuarto de hora del primer tiempo, pero sin llegar a materializar sus acciones en ataque. Tampoco pudieron testar a a Marchesín en los primeros 45 minutos.

El comienzo de la segunda mitad fue fulgurante por parte de los sestaotarras. Salieron del paso por vestuarios con mucha energía, jugando en campo contrario e incluso embotellando en su propia área a los gallegos, que veían como la papeleta era más complicada de lo que parecía al inicio del partido. En este sentido, la entrada de Jon Cabo revolucionó el encuentro. Estuvo realmente bien el extremo, con mucho colmillo y resultando una pesadilla para la defensa viguesa. A pesar de persistir en el intento, al combinado verdinegro le costaba un mundo hacer daño. Apenas hubo disparos entre los tres palos.

El rayo de esperanza apareció a los 73 minutos de juego, cuando Aranzabe colgó un centro envenenado que tocó Unai Núñez tratando de despejar y terminó colándose en su propia portería. Estalló la locura en Las Llanas, viendo que era posible conseguir la gesta. Habían hecho lo más difícil y estaban mejor plantados. La afición soñaba. No obstante, muy pronto todo se vino al traste. Todavía reinaba la felicidad y la locura en la grada cuando el colegiado señaló un penalti claramente inexistente que solo vio él, el cuál terminó transformando Douvikas engañando de lado a Pere Joan. Un tremendo jarro de agua fría, la misma que caía sobre el césped de Las Llanas, que terminó por decantar la balanza a favor del Celta.