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Mirari artime
Viernes, 23 de diciembre 2022, 00:02
Como no podía ser de otra manera Urbieta se visitó de gala. La ocasión así lo merecía; por primera vez en su historia el Gernika se enfrentó a un equipo de Primera. El ambiente y la pasión en las gradas estaba garantizado. Nunca hasta ayer ... habían colgado el cartel de entradas agotadas; en total 1.900 espectadores; 400 chavales del fútbol base y un centenar de hinchas gallegos, muchos de ellos con familiares asentados en diferentes municipios vascos.
Con lleno a reventar, aficionados de todas las edades, familias y cuadrillas enteras vivieron y disfrutaron de un encuentro que tardarán en olvidar y en el que el césped artificial no fue ni el único ni el más importante de los obstáculos que Iago Aspas y compañía tuvieron que superar para llevarse el triunfo final.
La ilusión de los seguidores blanquinegros por recibir un espléndido regalo de Navidad era palpable desde mucho antes de que el colegiado señalase el pitido inicial. «Hay un ambiente de primera categoría», comentó Iñigo Olaeta de camino al campo.
Acudió acompañado de su hijo Unai, que reconoció estar muy nervioso durante todo el día. «Tenemos todas las condiciones a nuestro favor; ambiente, una temperatura ideal y ganas de dar la sorpresa», añadió el gernikarra.
Compartieron la misma opinión Igor y Armando Fernández, dos veteranos de la villa foral para los que la clave estaba en la motivación de los futbolistas. «Los partidos hay que jugarlos y tenemos que salir con ganas, sin miedo al rival», recalcaron.
Entre el público, algo más tranquilos, comedidos y menos protestones ante las decisiones del colegiado, seguidores del Celta mostraban tener plena confianza en su equipo, aunque con un pequeño margen de duda.
«Sobre el papel hay mucha diferencia y lo lógico es que pasemos de ronda, pero en la Copa siempre hay alguien que da la sorpresa», indicó Rafa Rodríguez, que se había desplazado al inicio de la semana a Bilbao junto a cinco amigos de Baiona.
«Nos movemos con el equipo siempre que podemos», añadió. «Pedimos unos días libres y nada más llegar nos encontramos con la feria de Santo Tomás», comentó Alejandro Rodríguez sin poder disimular una amplia sonrisa.
«La verdad es que mejor no nos han podido tratar. Hemos comido bien, visitado la Casa de Juntas y al final, el caso es volver felices. Eso sí que compensa», recalcó Aaron Vasconcellos segundos antes de levantar los brazos para celebrar el primer tanto del Celta.
Los que también tenían asegurada la fiesta al margen del resultado fueron los amigos de Toni Salado, medio de la escuadra anfitriona, y su rival en el terreno de juego Unai Núñez, del cuadro vigués. «El que pierde paga la cena», confesaron sus amigos de Sestao. Cerca de ellos, en las gradas, el rojjiblanco Unai Vencedor.
Aunque cada remate de los anfitriones fue celebrado de manera bulliciosa, a medida que el partido se les escurría de las manos, el desánimo se fue apoderando de los espectadores. El segundo tanto cayó como un jarro de agua fría y el tercero casi silenció por completo a la grada.
Al final, algunos salieron enfadados. La mayoría, en cambio, orgullosos de que en el año del centenario el Gernika plantase cara a un grande de la Liga.
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