El Gernika cae con todos los honores ante el Eibar

No había ninguna duda de que uno de los atractivos más sugerentes en Urbieta era la presencia de Fernando Llorente. Más allá del partido, asunto nuclear de la tarde, todas las miradas cincelaban la figura del nuevo delantero del Eibar. Hace nada ganaba títulos en Italia, hacía goles en Inglaterra y lideraba el ataque del Athletic, equipo al que intentó volver sin éxito, y de repente vestía de azulgrana en Segunda y salía de inicio en el campo del Gernika. Era un punto magnético que atraía la atención del público, de los más pequeños y también de los mayores, tanto que nada más aparecer fue requerido para varios 'selfies'. Atendió a todos.

El riojano estrenó la titularidad bajo el paraguas de Gaizka Garitano, quien le quiso en Bilbao y lo tiene en Eibar. Hasta este jueves solo había dispuesto de cinco encuentros para un total de 77 minutos en la categoría de plata, y tocaba dar un paso adelante en su proceso de aclimatación a la realidad armera. Dispuso de una hora en la que se limitó a peinar y a bajar balones. Tenía encima al pequeño Eneko Delgado, una lapa que perseguía hasta la sombra del gigante y que fue una guindilla en la medular, y no remató ni una sola vez. Dejó su sitio a Leschuk, quien nada más entrar metió el segundo. Cosas del fútbol.

Había ganas de fiesta en Urbieta, que simplemente quiso disfrutar con su equipo y su ADN guerrero. El '12' riojano era la salsa de un plato picante, sabroso, que a punto estuvo de comerse el conjunto vizcaíno. Koldo Zabala, presidente del Gernika, se frotaba las manos desde el momento en el que supo que el Eibar venía a visitarle. «Es un duelo de proximidad y está el morbo de si viene Llorente». No solo vino el deseado, sino que lo tuvo desde el segundo uno en el césped. Un césped que fue examinado al detalle por los futbolistas del Eibar. Y el balón echó a rodar. El delantero armero bajó varios melones nada más arrancar el choque, cuyo desarrollo no se ajustó al guion previsto. Y no lo hizo porque el Gernika se rebeló contra la lógica e hizo añicos la diferencia de categorías. Empequeñeció al Eibar, lo apretó, le hizo daño. Le mordió.

Los hombres de Oskar Vales se hicieron con el control del partido y también con el balón. En el minuto 3 avisó Valiño con un disparo que se marchó fuera, poco después Eizmendi remató sin acierto y Cantero tuvo que intervenir para desbaratar un intento de Iru. El mundo al revés. Llorente miraba al banquillo y Garitano le pedía que presionara, al igual que al resto del ataque. Plano y desafilado. El exrojiblanco Ager Aketxe pidió cambio por lesión -entró Fran Sol- y el Gernika continuaba apretando. Pasada la media hora, Urcelay quiso sorprender desde su casa al meta armero, quien hizo un paradón para salvar a los suyos. Entonces el Eibar salió de la cueva para marcar en la que fue su única jugada de peligro en la primera parte. Olabe fue derribado en el área por Iru y el árbitro señaló un más que dudoso penalti. Quique asumió la responsabilidad y batió a Ispizua. Castigo inmerecido. Premio excesivo.

El decorado cambió poco tras el paso por los vestuarios. El Eibar aplicaba cloroformo al partido y el Gernika inyectaba adrenalina. Tiraba con sus armas, con lo que tenía, sostenido por un público entregado. A la hora de juego se marchó Llorente -hubo aplausos y algunos silbidos- y entró Leschuk. La primera que tocó fue para dentro. Parecía la sentencia, pero Arana mantuvo viva la llama de la rebelión con un gol en el minuto 70. Los de Vales lo intentaron, pero la Copa dijo adiós a Urbieta. La grada aplaudió a los suyos, rotos por el esfuerzo y orgullosos de haber puesto contra las cuerdas al Eibar y al ariete que quiso volver al Athletic.