«Orgullosos de nuestros jugadores», cantaron con el alma en las gargantas en el fondo ocupado por los hinchas del Dinamo de San Juan cuando el partido se fue a los penaltis. Llegaban la emociones más fuertes, pero la declaración de estima a los suyos ... pasara lo que pasara estaba lanzada.
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Los aficionados del Autol invadieron el césped cuando el decimoctavo penalti les clasificó. Los vizcaínos no se quedaron atrás. Saltaron también al verde, pero con otra misión, la de arropar a los suyos, tendidos sobre el suelo, inconsolables en su disgusto.
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El Autol se rindió a sus visitantes. «La afición del Dinamo se merece un aplauso», pidió el 'speaker' del club local mientras los seguidores manteaban a sus jugadores. Los riojanos hicieron un alto en medio de la celebración para brindar honores a los hundidos vascos. Y entonces llegó uno de los momentos de mayor valor simbólico, las dos aficiones acabaron juntas y abrazadas en el centro del campo.
En medio del reconocimiento a sus jugadores, Raúl Quintana estaba hundido. Por lo sucedido y por la forma en la que ocurrió. «No voy a hablar del árbitro que Rubiales me mete 35 partidos», lamentó el entrenador.
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Las quejas del Dinamo con el árbitro son numerosas. Denuncian que no les pitó un clarísimo penalti al poco de empezar, que hubo otro posterior, que la falta del empate no fue, que en remate de esa jugada hubo falta a un defensor y que un codazo a uno de sus jugadores que se iba sólo a puerta acabó con amarilla y no con roja. «Es un palo tremendo, pero es lo que hay», zanjó.
«Mil quinientos espectadores», se asombraba Daniel Arnedo, vicepresidente del Autol. «La mejor entrada de nuestra historia». Alrededor de 14.000 euros de recaudación. Seiscientos hinchas llegaron desde el barrio de Santurtzi en una emotiva peregrinación en la que dejaron claro que adoran al Dínamo. Agrupados tras las pancartas de sus dos peñas, Brigada Morada y Barranko Norte, los vizcaínos se impusieron en ánimos a los riojanos.
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Los jugadores visitantes llegaron al campo de La Manzanera dos horas y media antes del partido, metieron las cosas es el vestuario y, como les sobraba tiempo, se fueron a dar una vuelta por el pueblo. A esa misma hora, sus rivales llegaban a su lugar de concentración, la cafetería Jake Mate. El partido era todo un homenaje al fútbol modesto. La noche dejó muchos momentos peculiares. El Autol colocó una grada portátil, baños y hasta una barra de bar para los hinchas visitantes. En el descanso pidió por megafonía a los seguidores que no invadieran el campo y sorteó dos jamones y un balón. La alcaldesa de Santurtzi, Aintzane Urkijo; y el presidente de la Federación Vasca, Javier Landeta, fueron testigos de todo ello.
Cuando todo el campo estaba pendiente del palco de autoridades y la tribuna principal, que tuvieron que ser desalojados porque el viento derribó algunos paneles, llegó el que parecía el momento más inolvidable de la historia del Dinamo, el soberbio cabezazo de Hierro. Pero un empate polémico y una dura tanda de penaltis acabaron con el sueño. Todo el honor para los derrotados.
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