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Leyendas. Brian Clough, a la izquierda, y su ayudante Peter Taylor fueron los artífices de los éxitos del Forest.

Cuando Brian Clough repitió el milagro

Aniversario ·

Se cumplen hoy 40 años de la segunda victoria consecutiva del Nottingham Forest en la Copa de Europa

Jueves, 28 de mayo 2020, 03:15

Los hinchas más veteranos del Nottingham Forest suelen bromear imaginando las consecuencias que hubiera tenido un cóctel explosivo que la historia no permitió: el que se hubiera formado si Evangelos Marinakis, el impetuoso y gigantesco armador griego propietario del club -y también del Olympiakos- hubiera ... coincidido en el tiempo y el espacio con Brian Clough, aquel genio iconoclasta que logró con los 'tricky trees' algo que parecía imposible incluso para un club fundado en Sherwood, el bosque de Robin Hood: convertir en apenas cinco temporadas a un equipo de Segunda que luchaba por la permanencia en campeón de Europa dos años seguidos. La mezcla hubiera sido como el choque de dos placas tectónicas, cuyo resultados habituales todos sabemos cuales son.

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Hoy se cumplen cuarenta años de la segunda victoria de los chicos de Clough en la Copa de Europa, la que lograron ante el Hamburgo con un gol de Robertson y un recital de paradas de Peter Shilton. Los hinchas del Forest, pendientes ahora de la resolución de la Championship, no podrán celebrar este aniversario como se merece, pero seguro que tienen en su corazón o en su memoria -probablemente en ambas a la vez- el recuerdo de aquella noche histórica en el Santiago Bernabéu. Y es que su equipo logró aquel día algo increíble: repetir un milagro.

El Nottingham Forest es desde 1980 el único equipo que tiene más títulos de campeón de Europa que de Liga

Estando de por medio Brian Clough, sin embargo, las fronteras de lo increíble llegaron a ser muy difusas. Nacido en Middlesbrough, sexto de nueve hermanos, exdelantero del Boro y del Sunderland retirado del fútbol a los 29 años por una grave lesión, su carrera como entrenador le convirtió en una leyenda. Casi siempre acompañado por un viejo compañero de equipo, Peter Taylor, su primer equipo fue el Hartlepool United, de la Cuarta división. De ahí pasaron al Derby County, al que ascendieron a Primera en su segunda campaña y al que harían campeón de Liga dos años después y semifinalista de la Copa de Europa al siguiente. Fue entonces cuando el fútbol descubrió a un personaje único, genial, lenguaraz, indomable, bebedor, vanidoso... Inolvidable.

Su capacidad para crear grandes equipos con una gran inteligencia táctica y una intuición extraordinaria para los fichajes sólo fue comparable a su facilidad para meterse en líos con presidentes y generar polémicas. Quizá la más famosa es la que tuvo con Don Revie, legendario técnico del Leeds campeón, cuyo fútbol sucio despreciaba. Por esas casualidades de la vida, Clough sustituyó a Revie en el banquillo de Elland Road cuando al escocés le nombraron seleccionador. Duró 44 días y tampoco es de extrañar teniendo en cuenta cómo se presentó ante sus jugadores. «Hasta donde yo sé, podéis tirar todas esas medallas que habéis ganado estos años a la basura, ya que las ganasteis todas robando».

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Tras una breve estancia con su amigo Taylor en la Cuarta división con el Brighton&Hove Albion, Clough fichó por el Nottingham Forest, que estaba entonces, como ahora, en Segunda división. Era el mes de enero de 1975. A cualquiera que hubiera dicho entonces que iba a estar 18 temporadas en ese banquillo le hubieran puesto una camisa de fuerza, pero con Clough todo era posible. Su personaje le precedía y los periodistas le buscaban sabiendo que era una mina de oro. Siempre podían encontrar en él un comentario sarcástico al juego de algunos rivales. «Si Dios hubiera querido que jugásemos en el cielo, le hubiera puesto césped». O fanfarronadas propias del mayor gallo del pub de la esquina. «Dicen que Roma no se hizo en un día, pero yo no estaba al cargo de esa tarea».

La segunda. El Nottingham se impuso en la final de 1980 al Hamburgo en el Santiago Bernabéu.

La pesadilla de Paisley

Su trabajo en el club de Sherwood ya es historia. En sus primeros cinco meses, logró la permanencia. La temporada siguiente le clasificó octavo. Taylor, que se había quedado en el Brighton, regresó de nuevo a su lado. Juntos lograron el ascenso y comenzaron a construir un equipo histórico dando confianza a jugadores que la habían perdido y fichando a veteranos que conservaban la llama de la ilusión. Futbolistas como McGovern, Peter Shilton, Gemmil, Barnes, Viv Anderson, Woodwoock, O Neill, Robertson... Con el tiempo se les uniría Trevor Francis, toda una figura. En su primer año en la máxima categoría, ese Forest hizo algo nunca visto en un recién ascendido: ganó la Liga con siete puntos de diferencia y la Copa de la Liga. En ambos casos, la víctima fue el Liverpool de Paisley, para quien Clough fue una pesadilla. La temporada siguiente no sólo le eliminó de la Copa de Europa sino que acabó ganando el torneo venciendo en la final al Malmoe. En 1980, el milagro se repitió. Hoy se cumplen cuarenta años de la victoria ante el Hamburgo de Kevin Keegan, el gran favorito, que había pulverizado al Real Madrid por 5-1 en el partido de vuelta de las semifinales.

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La gran historia acabó ahí. La relación entre Clough y Taylor comenzó a deteriorarse. En 1982, cuando su segundo, que le había dejado para dirigir al Derby County, hizo una oferta a Robertson, Clough se sintió traicionado y estalló. Aseguró que su viejo amigo no le había informado de la operación y le llamó «serpiente de cascabel». Sus dardos fueron constantes. «Nos vemos casi todos los días de camino al trabajo por la A52. Pero si su coche se averiase y me pidiese que le llevase no le cogería, le atropellaría», declaró a un periódico.

Clough y Taylor, que han quedado eternizados juntos en dos estatuas que se erigieron en su memoria en City Ground y en Pride Park, nunca se volvieron a hablar. El último rescoldo de la amistad, sin embargo, no se apagó. En 1990, Peter Taylor murió en Mallorca a los 62 años. La noticia dejó devastado a Clough, que llamó a la familia de su viejo amigo y asistió a su funeral. Cinco años después, mientras luchaba contra el alcoholismo que le llevaría a la muerte en 2004, le dedicó su autobiografía. «Para Peter. Todavía te añoro. Una vez dijiste: 'Cuando recibas un disparo de mi no habrá más risas en tu vida'. Tenías razón».

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