![Un balón para favorecer la inclusión](https://s3.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202012/18/media/cortadas/cece-RCXXcvmuDBxg82BYnAODauM-1248x770@El%20Correo.jpg)
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Amadou Sara tiene 21 años. Nació en Guinea Conakri, pero hace casi tres se plantó en España para labrarse un futuro arrebatado en su país. Cece Moussa es algo mayor: 24. Es compatriota de Amadou, posee un título universitario, equivalente a Ciencias Políticas, pero abandonó su hogar para buscar un porvenir a 4.000 kilómetros de sus raíces. Fue duro. Vino en patera. «Cruzamos el mar, con hambre. Hemos pasado un tiempo muy difícil», confiesa. Ambos forman parte del equipo de fútbol que la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), CEAR CF, ha construido en Alicante para favorecer la integración de personas procedentes de África y Latinoamerica, de forma principal. Pero no se trata de una iniciativa al uso, con solo jugadores nacidos en el exterior. «Queríamos un proyecto inclusivo al 100%, en el que tuviera cabida cualquier persona que no fuera de CEAR y quisiera participar. Por eso, hay gente de aquí y eso facilita la inclusión de nuestros usuarios en la sociedad de acogida«, expone Diego Montalbo, uno de los dos impulsores de esta formación, que colaboró con una organización vasca en el pasado, junto a su compañera Rosa Quiñorero.
El equipo, de momento, compite en una liga local de Alicante, la de Vistahermosa. Pero eso es lo menos importante tanto para los miembros de CEAR como para los ilusionados futbolistas. "Esto es un premio, un complemento. Se lo tienen que ganar con un itinerario correcto", explica Montalbo. "Yo no pretendo ganar la liga –cuenta su entrenador, Carlos Ortega, voluntario–. Lo primordial es que se integren en la sociedad, que se olviden de todas las penurias, que pasen un buen rato, que conozcan gente de aquí. Eso les viene muy bien...". Y Amadou, el risueño capitán, con un buen dominio del castellano, asiente: "Hemos hecho el equipo para enseñar a la gente que podemos trabajar juntos, sin hablar de color, de raza... Y siento mucha alegría y es un orgullo ser el capitán. Es un placer", saca pecho este ayudante de mecánico de barcos que se quedó en el paro por la pandemia y que tiene a Andrés Iniesta como ídolo.
Esta acción, que cuenta con el apoyo de la Fundación de la Liga, surgió en la cabeza de Quiñonero a comienzos del verano 2019. No obstante, los costes eran brutales. Se frenó. Pero en octubre gateó. "Jugamos un amistoso con los veteranos del Hércules, llegó Diego, que tenía experiencia... Le dimos un impulso importante y conseguimos financiación privada", se felicita al echar la vista atrás. "Había creado un grupo bastante compacto", cuenta Montalbo, que lideró un proyecto de ayuda humanitaria en Grecia con la colaboración de los bloques vascos de Primera (Athletic, Real, Eibar y Alavés) y Osasuna. Y surgió la pandemia, que quebró pero no derrotó a este equipo. "A la vuelta, muchos tuvieron que irse a buscar trabajo a otras comunidades, otros empezaron a estudiar... Hay un constante trasiego de gente".
Aunque Amadou es de los que permanece. Y se nota que ama a este equipo. "Me ha enseñado a estar con la gente. Cuando salimos de entrenar, estamos felices. Eso me encanta. Nos permite olvidar todo lo que hemos pasado, un pcoo al menos. Son cosas terribles. Además, somos todos iguales, sin hablar de raza ni color. Estamos todos juntos como hermanos y nos apoyamos unos a otros", se emociona. Su compatriota Cece comparte opinión. "Somos amigos, es un equipo familiar y he tenido muchas experiencias que no tenía antes. Con los amigos de CEAR y con los chicos españoles. Nos dan mucha esperanza, es una experiencia muy buena", aplaude este joven que sueña con conseguir un puesto en la administración pública, acorde a la formación que obtuvo en su país de orígen.
Pero todos los integrantes de este grupo, o la mayoría de ellos, piensan en el fútbol profesional. "No lo comentan abiertamente –desvela Carlos, su técnico–, pero a alguno se le nota. Me rompe el corazón porque es muy difícil. Pero suelen tener los pies en el suelo. Trabajan en lo que pueden, se buscan la vida... Eso sí, ese ratito de fútbol... Se les ve felices", se muestra satisfecho este joven que se enroló en el proyecto junto a su padre –ahora su progenitor lo ha abandonado para evitar contagios por la Covid-19–, y un amigo que ejerce de preparador físico. "Los chavales son muy agradecidos. Vienen con una actitud buenísima. Se nota que cuando empiezan a jugar a fútbol se les olvida todo. ¡Siempre están sonriendo!", narra con un punto de emoción.
Porque su vida ha sido dura. Y tampoco su presencia en España resulta un camino de rosas. Pero este equipo les ayuda a soportar estos sinsabores de la mejor manera posible. CEAR cumple con ellos, pero ellos deben cumplir con CEAR. Se ayudan de manera mútua. "Les mostramos a gente ejemplar, que ha estado dentro del programa y sigue con su vida. Les queremos demostrar que hay oportunidades, pero siempre que haya esfuerzo y ganas", expone Quiñonero, una de las impulsores de un proyecto que permite la integración gracias al balón.
Los impulsores rosa.quinonero@cear.es y diego.montalbo@cear.es
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