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A los vecinos de Santutxu quizás les suene Juan de Gardeazábal. Da nombre a una calle en el popular barrio bilbaíno. Pero quizás no sepan quién fue o qué hizo. Si es así, seguramente les sorprenderá. Hay una algunos partidos, pocos, que pasan para siempre a la Historia, con mayúsculas, del fútbol. Uno de ellos tuvo lugar el 29 de junio de 1958 en el estadio Rasunda, en la ciudad sueca de Solna. Aquel día, un crío de 17 años, Edson Arantes do Nascimento, 'Pelé', asombró al mundo con sus dos goles a Suecia en la final del Mundial. Pocas imágenes son más icónicas que la del 'sombrero' con el que superó a un defensa sueco y la volea que conectó para marcar el tercer tanto. Testigo de excepción de aquel encuentro fue este árbitro y linier nacido en Begoña el 27 de noviembre de 1923. Es el único español en estar en una final del Mundial. De hecho, estuvo en tres campeonatos del Mundo -algo de lo que solo pueden presumir nueve trencillas más- y solo su temprana muerte a los 46 años impidió que estableciera un récord mundial en la cita de México 1970. En sus años en el fútbol fue recusado por el Barça por expulsar a Kubala, fue agredido con una botella durante un partido y hasta rechazó un soborno en Italia.
La carrera de De Gardeazábal en el arbitraje comenzó en 1946 en un encuentro entre el Zeberio y el Zamudio. Antes había jugado a fútbol en juveniles hasta que una lesión en la rodilla le retiró. Para la campaña 50-51 ya estaba en categoría nacional, donde se estrenó con un Sestao-Santander en el campo de Las Llanas. Un año más tarde estaba ya en Segunda, donde, como en el resto de categorías, estaría solo un año. Para 1952 había alcanzado ya la elite. La regla se rompió aquí: en Primera no estuvo una campaña, sino 17, en las que tuvo tiempo para dirigir 230 partidos. Uno de los más célebres tuvo lugar precisamente la temporada de su debut. El 5 de abril de 1953, el trencilla bilbaíno afrontaba la dura misión de dirigir un Clásico entre el Barcelona y el Real Madrid. Los blancos visitaban Les Corts, el por entonces estadio del Barça, con la Liga en un pañuelo. Un partido, ahora y entonces, de máxima tensión. Cuando el reloj marcaba el minuto 20, Kubala, la estrella culé, intentó una 'chilena' en la que estuvo a punto de golpear en la cara a Oliva, central del conjunto capitalino. Allí comenzó una discusión que acabó a golpes. Gardeazábal no dudó y ambos acabaron en la calle. «A los veinte minutos del primer tiempo, expulsé a los jugadores Ladislao Kubala Stecz, del C.F. Barcelona, y Joaquín Oliva Gomá, del Real Madrid por agredirse mutuamente con la mano, no pudiendo apreciar de quién partió la agresión», reflejó el árbitro bilbaíno en el acta.
Pese a que Kubala solo resultaría multado y el Barça acabó campeón, el club catalán recusó al bilbaíno durante un año. Era algo que por entonces se podía hacer. La idea era dejar pasar el tiempo para que la situación se calmara tras un arbitraje polémico. Claro que los clubes utilizaron la norma para sus intereses. Hecha la ley, hecha la trampa. Más llamativa todavía fue la reacción del trencilla, que se tomó la revancha a su manera. Como no podía recusar a la entidad culé, presentó certificados médicos de incapacidad cuando le tocaba dirigir a los azugrana. Otros tiempos.
Bien entrenado para lo que se estilaba en la época y poco amigo de hablar con los jugadores -«A Di Stefano le habré arbitrado unos 60 partidos y él mismo ha dicho que solo hemos hablado para saludarnos»-, la carrera internacional de este oficinista de profesión fue todavía más brillante. Comenzó en 1954 en un encuentro entre Francia y Bélgica en el que hizo las veces de linier. Como árbitro principal se estrenaría un año después en un Escocia-Portugal. La cumbre la alcanzaría en aquella final del Mundial de 1958 en el que Pelé se coronó tras golear a Suecia por 5-2. Entonces ejerció de asistente del francés Maurice Guigue junto al alemán Albert Dusch. Cuando el joven brasileño fue jaleado por estrellas como Garrincha, Zagalo o Djalma Santos, allí mismo, en la banda, estaba Juan de Gardeazábal.
Cuatro años después estaría en el campeonato de Chile (1962) y ocho más tarde, en Inglaterra (1966). Solo un cáncer impidió que rompiera todas las marcas en la cita en México en 1970. Se habló incluso de que dirigiría la gran final a modo de homenaje. Hubiera sido el broche perfecto a su carrera, ya que se habría reencontrado con un Pelé que se haría con su tercer título acompañado de Rivelino, Tostao, Jairzinho... En total, en su carrera mundialista actuó en seis encuentros como juez de línea y siete como árbitro principal. A modo de comparativa, el récord es del uzbeko Irmatov, con nueve entre 2010 y 2014.
Entre los casi cien partidos internacionales a sus espaldas está también otra cita para el recuerdo. Fue la ida de la final de la Copa Intercontinental de 1967. Se disputó el 18 de octubre de 1967 en el estadio Hampden Park de Glasgow entre el Celtic escocés y el Racing argentino. La victoria fue para los locales por 1-0. Puede decirse que el bilbaíno tuvo suerte. El partido de vuelta, en Buenos Aires, terminó con 2-1 a favor de los locales. Ese encuentro de desempate se disputó en la capital uruguaya y fue conocido como 'La batalla de Montevideo' por la violencia que lo caracterizó. Hasta cinco jugadores fueron expulsados...
Era un fútbol de otros tiempos, lleno de episodios que difícilmente podrían repetirse en la actualidad. Como aquella vez que sufrió una rotura de costillas tras ser agredido con una botella por un aficionado borracho mientras dirigía un choque entre Córdoba y Granada. O un intento de soborno en Italia. Ocurrió, según recoge un artículo del Centro de Investigaciones de Historia y Estadística del Fútbol Español, antes de un partido de Copa de Europa en Milán. Al parecer, se presentó en la habitación de su hotel un magnate con joyas para las mujeres del trío arbitral. La respuesta de Gardeazábal es de las que dejan huella: «Me parecen preciosas. Pero en mi tierra tenemos la costumbre de entregar los sobornos durante el sorteo del campo, con los dos capitanes delante». No volvería a pitar en tierras transalpinas.
Por su condición de vizcaíno, De Gardeazábal solo pudo dirigir un partido al Athletic. «Lo tengo asumido», lamentaba resignado quien en ocasiones se entrenara con el equipo para mantener esa buena forma de la que podía presumir. Al menos, ese único encuentro no fue uno cualquiera. Él fue el encargado de arbitrar el encuentro contra el Chelsea que sirvió de homenaje a Mister Pentland en diciembre de 1959.
Admirador de aquel fútbol sueco que pudo presenciar en la final del Mundial de 1958 -«No protestan, van a lo suyo con fuerza, pero reglamentariamente. Podrían hacer mucho daño, porque tú me dirás, con casi dos metros y unas espaldas de armario ropero, cualquier entrada suya da para descarrilar un mercancías», decía-, el último partido de su carrera enfrentó a España e Italia en la final del Torneo Internacional Banesto, disputada en Madrid. Fue el 15 de junio de 1969. El resultado fue un 3-1 para los anfiriones. De Gardeazábal fallecería solo media año después el 21 de diciembre de 1969. Fue intervenido quirúrgicamente, pero la medicina de aquella época poco podía hacer ante un mal que se había extendido demasiado. Catorce meses después sería homenajeado en San Mamés con un partido entre un conjunto de Bizkaia y Cataluña que fue precedido por otro entre veteranos entre veteranos de Castilla y Bizkaia. Su carrera le mereció una entrada en el Diccionario Biográfico de la Real Academia . Y, sobre todo, una calle con su nombre en la ciudad donde había nacido.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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