Deportistas que luchan contra el virus

Cuando el virus coge ventaja y los pulmones se ahogan, al paciente hay que intubarlo en la UCI. Una máquina respira por él. Es el periodo más crítico de esta enfermedad que muchos superan. Cuando al fin les quitan ese tubo están molidos, tan débiles que casi no tienen fuerzas para coger aire. En esos momentos de alivio por haber esquivado el peor trance y de angustia aún por las dificultades respiratorias que quedan, les ayudan fisioterapeutas como Ziortza Villa, cuatro veces campeona de España de ciclismo de ultrafondo y cuarta en el último Mundial de 24 horas contrarreloj. Su otro pulmón.

El deporte queda relegado. «Hay que echar una mano», propone la ciclista vizcaína. Cada día, tras entrenarse por la mañana, acude al hospital de Cruces, a la primera línea de la pelea contra el Covid-19 para disputar esta otra carrera: «Los fisios enseñamos a los pacientes a volver a respirar y mejorar su mecánica ventilatoria, ademas de reactivar la musculatura que queda muy debilitada tras el encamamiento». Villa ha vivido jornadas duras. «Tras dos semanas en la UCI, los enfermos están hechos polvo», describe. La fisioterapia respiratoria les ayuda a recuperarse y les devuelve el aliento.

«Es un trabajo bonito. Nosotros no salvamos vidas, pero ayudamos a la gente a recuperarse, a caminar de nuevo o, como estos días, a respirar mejor». Villa está habituada a enfrentarse a pruebas de 24 horas sin dejar de pedalear. Es lo suyo. La resistencia, el largo aliento. Más contagiosos que el virus son la solidaridad y el compromiso en el sector sanitario. «No somos héroes. Somos sanitarios. Es nuestro trabajo», apunta. Dona su mejor aliento a los que casi han olvidado respirar. Invisible, esa medalla ya está en su palmarés.

Bronce en los Juegos del Mediterráneo, diploma olímpico en Pekín'08 y subcampeona de Europa de judo, la portugaluja Leire Iglesias colgó el kimono en el 2010, justo el año en el que terminó la carrera de Enfermería.

Desde hace más de un mes es una de las numerosas sanitarias que lucha en primera línea de batalla contra el coronavirus. Lo hace en el Hospital General de Alicante, donde vive desde hace 20 años, en la planta de neurología, acondionada para tratar a pacientes infectados por el virus. «Cuando empezó todo esto teníamos miedo porque no sabíamos cómo gestionarlo. Ahora que ya lo conocemos le tenemos respeto y tomamos todas las medidas».

Para ella su labor no dista mucho de lo que hacía en el tatami, salvando las distancias. «Al igual que en el judo aquí tenemos un entrenador, nuestra supervisora, que sabe muy bien llevar la situación. Luego está el equipo. Si no se trabaja unidos esto no sale adelante», declara, remarcando que en su centro nunca han llegado a estar desbordados.

Con los pacientes bromea y les entrega cartas y dibujos que les hacen llegar desde fuera. «Intentamos estar ahí y facilitarles todo los que nos pidan». Con ellos celebró el pasado día 7 de abril su 42 cumpleaños. «Si me llega a tocar descansar voy fijo al hospital», bromea.

Zorion Kareaga, triatleta destinado al parque de bomberos de Markina, vive unos días donde el principal aspecto que deben vigilar es tener unas precauciones extremas. Todo debe ser desinfectado porque son relevos de seis personas «y a cada momento hay que limpiar todo, el parque, los camiones, los espacios comunes... Tenemos una máquina de ozono que nos ayuda a desinfectar todas las zonas donde estamos de guardia», explica.

En cuanto al trabajo, cuando salen a una emergencia «vamos totalmente protegidos», recalca. Una de las actuaciones que más le impacta es «cuando toca una apertura con riesgo. Personas que viven solas, y a las que los vecinos hace tiempo que no ven y avisan porque sospechan que pasa algo. Tenemos que ir totalmente protegidos, desinfectar el portal, las escaleras, la puerta antes de entrar...».

Por contra, le ha sorprendido «gratamente» salir con los camiones por los pueblos a animar a a la gente que está en sus casas. «Me preocupaba que pudieran pensar que molestamos, pero las personas te lo agradecen muchísimo».

Triatleta de larga distancia, triple campeona de España en 2019, ahora las horas que invierte en sus competiciones las traslada a sus jornadas de trabajo. Helene Alberdi trabaja en el ambulatorio de Zarautz, y también hace guardias en el hospital de Mendaro. Y es allí donde ha podido ver la evolución de la pandemia en primera persona. «Al principio lo ves como algo muy lejano, pero a medida que pasa el tiempo ves como la pandemia se acerca hasta que de repente la tienes delante de tí, en casos que te toca atender», explica la bilbaína.

Alberdi reconoce que a efectos de trabajo, sus días no han cambiado demasiado, porque «para las tres salgo, voy a casa -vive en Zumaia- y tengo mi rodillo y mi cinta para poder entrenar en casa. Lo que sí han cambiado son las condiciones, porque nos tenemos que proteger y además estamos en primera línea de riesgo. Y lo que notas es el desconcierto, el desconocimiento ante lo que nos enfrentamos. Tratamos de tomar todas las medidas a nuestro alcance y dar la mejor respuesta, pero no sabemos cuánto durará», admite Alberdi. De triatlón, mejor ni hablar «porque seguimos entrenando, pero sin un objetivo».

Estudió Trabajadora Social por la UNED hace cinco años cuando jugaba en el Promete Riojano porque el baloncesto no le permitía hacerlo de otra forma, y cuando llegó al Lointek Gernika hizo un máster. Por eso, cuando la Liga Endesa Femenina se detuvo por la pandemia, la escolta de Ciudad Real no se lo pensó dos veces y forma parte del programa Cruz Roja Responde que atiende a personas en exclusión en uno de los albergues de Bizkaia. «Necesitaban personal y yo ya había hecho anteriormente en labores similares cuando terminaba la Liga otros años», apunta Molina. Realiza su labor a turnos cinco días a la semana y le resulta «gratificante poder ayudar a personas que no tienen recursos o que atraviesan por situaciones de vulnerabilidad. Vives experiencias de todo tipo».

Atleta y triatleta, Markos Bernaola es bombero en Bilbao y en estos días de pandemia, sus compañeros y él han tenido que extremar las precauciones para evitar contagios. Es una de las 'novedades' que traen estos días tan complicados, donde los bomberos deben seguir realizando su tarea pero además «con muchísimas precauciones a la hora de realizar salidas, porque vamos preparados con todo el equipo», y porque la Diputación les ha destinado nuevos encargos. «Todos los días tenemos que ir a desinfectar residencias, hospitales...».

Esta actividad, en especial cuando tienen que acudir a residencias de la tercera edad, es la que más ha sorprendido a Markos «porque la gente mayor lo agradece muchísimo».

El triatleta Mikel Loizaga es uno de los numerosos policías locales que cada día salen a patrullar por las calles. Él lo hace en Basauri, uno de los municipios más afectados de todo Euskadi. Este joven bilbaíno de 25 años confiesa que al principio vivieron momentos de mucha incertidumbre, pero gracias al protocolo de actuación del Ayuntamiento se sienten mucho más seguros. «En la comisaría se han adoptado medidas de protección y fuera también las tomamos».

Su labor principal en las últimas semanas es la de prevención y también la de controlar que se cumpla el confinamiento en los hogares. «Preguntamos a los vecinos a dónde se dirigen, recordándoles que solo se puede salir para lo básico y esencial». Para ello suelen comprobar los tickets de compra. «Evitamos que la gente de paseos. También hacemos controles de tráfico». Aunque ya se ha topado con algún que otro reincidente, remarca que en general «la gente está concienciada de la situación actual y es bastante respetuosa».

La última vez que Ane Encina se puso las zapatillas para ir a entrenar y disfrutar del balonmano fue el 11 de marzo. Desde entonces no ha vuelto a pisar la cancha de Lasesarre. Mientras tanto, cumple con sus obligaciones laborales como fisioterapeuta en un centro de rehabilitación de Fremap en Barakaldo. Mascarilla, guantes, ropa de trabajo... No falta nada para que desempeñe su actividad con todas las garantías posibles. «Somos cuatro fisios y nos vamos turnando. Toca ir cada cuatro días. Hacemos seguimiento a los pacientes, aunque no podemos atenderles en la consulta».

No dejan de atender a la gente que suele ir habitualmente al centro, pero no es lo mismo hacerlo telemáticamente que en persona. «Realmente no se puede seguir así mucho tiempo porque la gente nos necesita», precisa Encina.