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Julio Jiménez y Federico Martín Bahamontes no se llevan. Tiene cuentas pendientes como aquella del Tour de 1964, cuando 'Fede' se llevó el reinado de la montaña que, según cuenta 'Julito', iba a ser para él. Eso habían pactado. Bahamontes ya ha cumplido 91 ... años y el 'Relojero', 85. Siguen mirando cada uno para su lado. La etapa comenzaba en Ávila, donde Julio, y terminó en Toledo, donde Federico. Estaba claro que iba a ser un día de bronca.
La hubo. Monumental. Ya antes de partir, un campeón del Tour como Carlos Sastre lo avisaba: «Desde Cenicientos va a pegar el viento». No hay palabra que asuste más. Todos salieron tiesos. Pero cuando se cruzó Cenicientos, la etapa aún rodaba en calma. La fuga estaba bajo control y los favoritos, simplemente, se calaban de lluvia. Y ahí, en el descenso hacia Escalona, en un estrechamiento sobre un puente mojado, el pelotón se derrumbó. Patinó el corredor que iba tercero en el grupo, encabezado entonces por el equipo Ag2R. El Jumbo, la escuadra de Roglic, se vino abajo en pleno. Tony Martin quedó conmocionado, con la ceja derecha abierta. Surtidor de sangre. Tuvo que retirarse. También se enredó en ese remolino de ruedas y piernas 'Superman' López (Astna). Su compañero Luis León Sánchez lo describió así: «La carretera debía tener algo de aceite porque hemos caído como un dominó. Los médicos pedían la ambulancia. Y en ese caos, va un equipo y se pone a tirar». El murciano cargaba contra el Movistar. Le acusó de juego sucio.
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En el momento del tropiezo, la carrera rodaba en calma. Y cuando en esas circunstancias se cae el líder, se le espera. Si la etapa hubiera estado ya en plena batalla, nadie habría frenado. El Movistar se saltó esa ley no escrita. Aceleró para beneficiar a Valverde y Quintana. La caída de Roglic les había regalado un minuto. El esloveno, además, pedaleaba huérfano, sin gregarios. Tuvo que agarrarse al Astana de López. Situación crítica a 60 kilómetros del final. La carretera se llenó de abanicos. La Vuelta estaba en el aire. Fue entonces cuando los comisarios de la Unión Ciclista Internacional (UCI) permitieron que los automóviles de equipo circularan entre los grupos cortados. Roglic y López pudieron así rodar trascoche y engancharse el grupo de Valverde. Una especie de neutralización. 'Superman' no se cortó. Nunca lo hace: «Lo que ha hecho Movistar es una falta de respeto al líder y a los que tuvimos el infortunio. Siempre lo hacen. Son los mismos tontos de siempre. Así no se gana»
Las redes sociales encendieron la hoguera. Primero cargaron contra el Movistar por aprovecharse de la desgracia ajena. Y luego machacaron a la UCI por alterar el resultado de la etapa. Ya se sabe que el instinto de las redes es atizar a derecha e izquierda. En caliente y en declaraciones a RTVE, el director del Movistar, José Luis Arrieta, mostró su indignación. «No me hace ninguna gracia lo que ha hecho la UCI. Ha dicho que iba a dejar que los coches remolcaran a los rezagados. A nosotros se nos ha caído Valverde en el Tour y la Vuelta y nadie nos ha esperado», denunció. Bramaba. «Nosotros habíamos visto el recorrido y teníamos previsto movernos ahí», aseguró el técnico navarro. El otro director del equipo, Pablo Lastras, es de la zona. Iba en avanzadilla. Preparaba el ataque. Pero cuando se caen Roglic y López aún no se había desatado esa ofensiva.
Al ver que los rezagados recuperaban terreno pegados a las lunas traseras de los coches, el Movistar levantó el pie. Arrieta tragó bilis. En el Astana le apuntaban con el dedo acusador. «He hablado con Valverde -declaró Luis León Sánchez-, le he preguntado por qué lo habían hecho y me ha dicho que eran órdenes recibidas por la emisora del equipo». Valverde no habló en la meta. Se dio la vuelta nada más cruzar la meta de Toledo y evitó ir, como tenía previsto, al set de RTVE. No quiso dar su versión. En el Giro de 2014, el Movistar no paró cuando los comisarios levantaron la bandera roja por el frío y las malas condiciones del descenso del Gavia. Hubo confusión. Instrucciones contradictorias. Rigoberto Urán, el líder, se detuvo a abrigarse. Quintana, en cambio, aceleró y empezó a ganar aquella edición.
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Tras este incendio en Cenicientos, la etapa continuó en viaje hacia el laberinto de calles empedradas de Toledo. En la fuga, que seguía a lo suyo y que se vio beneficada por el lío, el francés Remy Cavagna cuadró su planta de rodador y se largó hacia una victoria que no le discutieron los otros escapados, sino el pelotón. La cuesta de pavés que sube hasta el Alcázar de Toledo fue el guion de una película de suspense. Cavagna, con la lengua lamiendo la rueda, resistió por unos metros ante la remontada de Sam Bennett, que traía a su cola a Valverde, Roglic, Quintana, López y Pogacar. Todos juntos y todos cabreados con el Movistar.
Había electricidad en la meta. Valverde calló. López se despachó a gusto. Roglic, cabreado también, no quiso echar leña al fuego. Y todos, sin decirlo, se citaron para la gran batalla final en la sierra de Gredos, en las ásperas rampas de Serranillos y la Peña Negra. Por ahí cruzaron guantes muchas veces Bahamontes y Julio Jiménez, rivales en la carretera y aún ahora, seis décadas después, vecinos mal avenidos. Así, entre tipos que no se tragan, se correrá el último capítulo de esta Vuelta. Territorio para la bronca final en la que Roglic parte con casi tres minutos sobre Valverde, 3.31 sobre Quintana, 4.17 sobre López y 4.49 sobre Pogacar.
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