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El reloj de las carreras ciclistas siempre atrasa. De entre todos los ciclistas sólo uno es capaz al final de ponerlo en hora. A Primoz Roglic se le estropeó el cronómetro en la primera etapa, cuando el poderoso equipo Jumbo se fue al suelo tras ... patinar en un charco. Perdió un minuto. Volvió a acumular demora en Andorra cuando se resbaló sobre el barrizal provocado por una tormenta. Se acabó. El esloveno, ojos almendrados, eligió Pau para hacer el ajuste. Le bastaron los 36 kilómetros, llenos de curvas y cuestas, de la única contrarreloj individual para cambiar el horario de la Vuelta. Ganó la etapa ante especialistas como Bevin, Cavagna, Craddock y Oliveira, y averió el reloj de todos sus rivales: Pogacar, que fue de más a menos, perdió 1 minuto y 29 segundos. Valverde, que estuvo en su sitio, se dejó 1.38. 'Superman' López, doblado por Roglic, se dejó dos minutos. Y Quintana, desnortado y sin brújula en territorio hostil, más de tres. Las dos piernas de Roglic, líder destacado, son las manecillas del reloj de la Vuelta.
Nada más alcanzar Pau, Roglic pidió algo de frío. Le colgaban el sudor y las babas. Se ajustó un chaleco refrigerante. Se sintió en casa, en la nieve donde tanto tiempo pasó esquiando. Montó en el rodillo para descargar las piernas. Habla poco; prefiere sonreír. Y se le iluminó la cara al ver a su mujer con el bebé en brazos. Roglic se levantó las gafas de sol. Para verlos mejor. La familia feliz. El corredor esloveno andaba con aliento de sobra pese al esfuerzo brutal durante 47 minutos y 5 segundos. Sopló sobre el rostro de su hijo, que le agarró un dedo como él había agarrado el manillar. Tras un inicio trompicado de Vuelta, todo le cuadra ya. El maillot de líder es suyo, muy suyo, con 1 minuto y 52 segundos sobre Valverde. Los demás están todavía más lejos: López (a 2.12), Quintana (a 3.00) y Pogacar (a 3.05). A la fiesta de la familia Roglic se sumó el equipo Jumbo, que se ve con músculo para mantener a flote a su líder en la marejada de montaña que viene. Los dos minutos que le distancian de Valverde son un buen flotador si hay naufragio.
La ciudad de Pau, puerta de los Pirineos, forma siempre parte del Tour. Y por un día se metió en la Vuelta. Siempre hay algo que hacer en Pau, un lugar agradable, señorial. Hecho para un paseo desentendido. O para visitar museos. Tiene uno al aire libre llamado 'El Tour de los Gigantes', con 109 estelas dedicadas a los vencedores de la Grande Boucle. Como la Vuelta pasaba por Pau decidió rendir homenaje a tres ganadores españoles del Tour, Óscar Pereiro, Pedro Delgado y Miguel Induráin. Al navarro le preguntaron por el recorrido de la Vuelta, por las etapas que vienen. Y recurrió a la táctica defensiva de Simeone: «Voy día a día». Se notaba que no había repasado mucho el libro de ruta de la carrera. Ganó el Giro y el Tour, pero nunca la Vuelta. Aun así, la conoce bien. «Es el final de temporada. Y los que suben al podio son los que aguantan», vaticina. Con casi 40 años, a aguantar nadie le gana a Valverde.
«No he estado mal. He perdido el tiempo lógico, resumió el murciano. «Estamos bien». Sigue hablando en plural, en su nombre y el de Quintana. El campeón del mundo es generoso. «Queda mucho. Un minuto arriba o abajo no es nada», avisaba. Tuvo problemas con el cable de la emisora y el casco. Eso le costó un cabreo y varios segundos. Cerca, Quintana también hablaba por los dos. «Podemos jugar con la estrategia. Buscaremos el beneficio del equipo», añadió. Sí se pronunció en primera persona cuando dijo: «No tengo nada que perder». Casi todo lo perdió en la 'crono' de Pau. En la primera jornada tras su anuncio de divorcio con el Movistar, al colombiano le desnudó el reloj. Y Roglic.
Biomecánicos y técnicos miran con lupa cada metro de la contrarreloj. Su mente se convierte en un pizarra copada de cifras y ecuaciones. Si hay una etapa que se corre con cabeza, esa es la 'crono'. Así, literal. La cabeza del ciclista es el elemento clave en la aerodinámica. Hay que pedalear como si te hubieran decapitado. El jinete sin cabeza. 'Sleepy Hollow'. El corredor que no es capaz de esconder su testa entre los hombros ofrece más superficie de contacto al aire, que es el freno. Y no se puede ganar frenando. Roglic, por ejemplo, es como un avestruz: patas poderosas y la cabeza, si hace falta, bajo tierra. Inmóvil. Que el viento no te detecte.
La contrarreloj de Pau, de 36 kilómetros, colocaba de salida un repecho. Eso condiciona el calentamiento. Tiene que ser más intenso, con varias series a tope. Los métodos han variado. Ya no es necesario estar hora y media dando pedales antes de la salida. Todo está pautado. Con 30 minutos de calidad basta. El buen contrarrelojista se ajusta enseguida a su ritmo. El recorrido entre Jurançon y Pau, de curva y contracurva, obligaba a frenar y acelerar. Los especialistas prefieren los trazados más sencillos. Se meten en su burbuja y pedalean ciegos. En esta etapa había que llevar los ojos alerta. Anticipar los giros, frenar lo justo y relanzar la bicicleta. Era una 'crono' inquieta. Como Valverde.
El murciano se defendió. Pero en la meta comprobó que su reloj, el de todos, atrasaba ya. Sólo uno está en hora. Roglic. Ya descuenta el tiempo que le falta para llegar a Madrid. A diferencia de Dumoulin en 2015, el esloveno ha venido con su cronómetro bien protegido en la caja blindada del Jumbo.
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