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La cita estaba puesta en el Angliru. Una vuelta en constante progresión debería batirse en un último duelo camino de la cima asturiana. Jumbo partió de Ribadesella con las acreditaciones suficientes como para asegurar la carrera. Control, fortaleza y determinación por doquier al alcance sólo ... de ellos. Quien podría sumarse a la fiesta era quizás la x de la ecuación. La rebeldía de Remco entraba en el planning. Mientras navegue solo no nos preocupa.
Tras el paso por Colladiella y a falta del Cordal, nada hacía pensar que la carrera estaba en Angliru. La meteorología hacía un guiño a la carrera otorgando la confianza suficiente como para tomarse las cosas con un poco más de confianza.
Bahrain se suma a la fiesta, Mikel Landa quiere la cuarta plaza. El de Murgia, confiado en su condición, apuesta todo a un color. Con el team en tromba, hace las labores de desgaste preparando un hipotético movimiento que le lleve hasta la cuarta plaza e incluso a la victoria de etapa. Lo vivimos con tensión ya que era la única posibilidad tangible de ver la 'sinceridad' de los Jumbo.
Ya os trasladé ayer mi opinión al respecto. Nunca he tenido claro qué es lo que piensa realmente cada uno de ellos. Primoz Roglic coge las riendas sin cambios de ritmo. Mikel se abre y son Sepp Kuss y Jonas Vingegaard quienes se pegan a la rueda de su compañero. Parece que el festival llegaba a la cúspide. Angliru, dos kilómetros a meta, tres Jumbos, dos Tours, Giro y el líder de la mano. Aún recuerdo aquel momento de júbilo de Javi Guillén (director general de la Vuelta) dentro del coche mientras acompañaban a Alberto Contador en los últimos metros del Angliru en su última victoria como profesional. Todo parecía maravilloso, idílico….
No nos olvidemos que el ciclismo profesional es empresa, negocio, business. Lo que ocurre dentro, dentro ha de quedarse. Ayer, al término de la etapa, me mensajeé con una persona que sabe mucho, y de Jumbo un montón. Sincero como el que más, le extendí mi inquietud.
Tres Jumbos, a dos kilómetros de meta, sin rivales al acecho. Roglic sigue al comando, Kuss pasa por dificultades, últimos metros, no queda nada. Pierde cinco metros con sus compañeros y se echa la mano al pecho para hablar por la radio. Jonas mira, Primoz no. El esloveno sigue tenaz en busca, parece, de la etapa. Por mucho que me lo expliquen, no lo entiendo. Pase lo que pase, Roglic ya no avanza en la clasificación general. Puedes ganar la etapa entrando junto a tus compañeros. Qué necesidad.
¿Quién está al volante?
Mi amigo me dice que Kuss les comunica por radio: «¡Go, guys! (¡Vamos, chicos!)».
¿Y nadie para? Si la Vuelta está ganada. ¿Quién les incomodaba? Por mucho que un compañero te pida que continúes, viendo el escenario existente creo que hubiese sido más elegante un, por ejemplo, «Llegamos juntos y gano yo».
A todo esto, Vingegaard, a rueda dejando hacer y echando billetes al zurrón. Él era el mayor beneficiado en la causa. Sólo tenía que ser partícipe de la cabezonería de Roglic, que seguía sin mirar atrás.
Digan lo que digan, y entiendo la defensa a ultranza de ciertas personas, yo también lo haría en su posición, pero lo de ayer no fue nada bonito. Mikel salvó el rojo de Kuss, al que pienso que desde ayer le han aumentado el número de seguidores. No necesitamos un careo entre los tres, únicamente con los gestos me es suficiente para entender que algo hay. La empresa es la empresa. Me da pena que Jumbo, al que admiré tanto, sea el equipo que ha dado la imagen que ha dado. Los pequeños detalles en carrera en días previos y las perlas en Twitter de algunos familiares directos ya nos anunciaban que la cosa no podía acabar con besos, abrazos y rosas.
Discrepo con mi amigo. Dice que esa también es una opción. La opción del no creer. Pero me da pena que esto acabe así. Hoy el rojo vale una bonificación. Pese a copar en Madrid los tres peldaños del podio, no serán para el aficionado de la poesía pura.
Con la sinceridad de los suicidas, dice el poeta. Espero que esto no acabe en un suicidio colectivo por 8 segundos.
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