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A la emoción de esta Vuelta, el cronómetro de Torrelavega le ha dado cita para la etapa siguiente, la del monte Oiz. De ganar la contrarreloj se ha encargado el esperado, Rohan Dennis, que ha venido a por dos etapas, el prólogo y ... ésta. Ya las tiene. «Era lo planeado», zanjó tras destrozar el 'crono'. Rostoff y Castroviejo, a 50 segundos, fueron los que menos cedieron. «Ahora me voy a casa», soltó Dennis. Doble misión cumplida. Frío Dennis. Calculador. Menos mal que la emoción de la carrera no depende de él.
Afortunadamente, para la disputa de la general hay cola. Simon Yates se ha cargado de argumentos para reclamar la Vuelta. Ha sido 7 segundos mejor que Valverde y le ha sacado 42 a Quintana. De los que preocupan a Yates, solo Kruisjwijk y el joven Enric Mas le han superado. Los dos son peligrosos. Y ambos se suman a la lista de aspirantes al podio. Los aerogeneradores que coronan Oiz soplarán sobre la mesa a la que aún se agarran los dorsales de muchos aspirantes. El Balcón de Bizkaia desclavará las chinchetas.
Yates manda con 33 segundos sobre Valverde, que en su único día de libertad se ha ganado el liderato del Movistar. A 52 segundos de Yates está ya Kruijswijk, un ciclista sin complejos. Valiente. A 1 minuto y 15 segundos viene Quintana, que no mejora contra el cronómetro y que ya no intimida en la montaña. Quinto en la general es Enric Mas, sano ya. Sin la gripe que le ha atravesado la garganta. Respira a gusto. Y acecha a minuto y medio. 'Supermán' López, a 1.34, está condenado a jugársela en las montañas que vienen. La primera es Oiz, que se frota las manos ante el espectáculo que le ha regalado el reloj de Torrelavega.
«Nadie sabe lo que va a pasar en esta Vuelta», repetía Valverde. Enarcaba las cejas cada vez que le pedían un pronóstico en la meta del velódromo de Torrelavega. A su derecha, las fachadas gastadas de Sniace, la fábrica de celulosa que tanto tiempo dio de comer al pueblo. Ahora, apenas da 500 de los más de tres mil puestos de trabajo que tuvo. Sniace contruyó el velódromo. Aquí ganó Eddy Merckx en la Vuelta de 1973. Y aquí comenzó la bronca eterna entre Bahamontes y Loroño. El toledano no admitió que le pagaran menos que al vizcaíno en aquel critérium de Torrelavega.
Las disputas son la sal del ciclismo. Valverde y Quintana son, oficialmente, colegas. Pero cuando se apoya la oreja en la pared del Movistar, se escucha otra versión. Valverde, que aventaja en 42 segundos a Quintana, se ha ganado los galones. «Sigo en la pelea», avisaba el murciano, que salió desbocado en el inicio de la 'crono', en Santillana del Mar. Ni santa, ni llana, ni tiene mar. Al murciano le ha engañado el recorrido. Ha pagado su entusiasmo en los repechos de Cóbreces y Golbardo. «He sufrido con el viento en contra», reconoció. «Pero me he venido arriba al final». Cierto. Su rendimiento ha sido un tobogán: le ha quitado 7 segundos a Yates en primer tramo, luego ha cedido 15 y al final ha entrado con 7 de pérdida. «No soy el único líder del Movistar. Con Nairo podemos jugar con la estrategia», concedió. Valverde tiene tres etapas para restarle 33 segundos a Yates. «Todo es posible en esta Vuelta. Estamos muy igualados», concluyó.
Simon Yates es un ciclista hermético. «Nadie me conoce realmente», dice. De hecho, le confunden con Adam, su gemelo. Adam fue el mejor joven en el Tour de 2016. Al año siguiente le sucedió Simon. En el podio de París, las azafatas le recibieron así: «Hola, otra vez aquí». Y no, no era Adam. Los hermanos Yates son desconcertantes. Su primer contacto con el ciclismo fue bajo techo, en el velódromo de Mánchester. Su padre, que había sido un corredor sin fuelle, les llevó a la pista. Se enamoraron de aquella velocidad. Pero, de talla menuda y escaso peso, estaban destinados a ser ciclistas al aire libre. Los dos se fijaron en 'Purito' Rodriguez, vaciado en el mismo molde. Con 20 años, Simon le pudo a Wiggins en la etapa de la Vuelta a Gran Bretaña que terminaba en alto. El ciclismo se preguntó entonces, en 2013, quién era aquel chaval. «Nadie me conoce realmente», repite en esta Vuelta en la que viste de líder.
Ni él se conoce en realidad. En el pasado Giro, Froome le enterró cuando portaba la maglia rosa en aquella gigantesca etapa en la Finestre. «No sé por qué me rompí allí», decía en Torrelavega. «Pero aquí estoy mejor que en el Giro», replicó. Confiado. Aunque sin un gran equipo a su lado. «Sé que la etapa del País Vasco, como siempre allí, va a ser muy dura», vaticinó el líder, reforzado en el velódromo de Torrelavega. Y en una curva de esa pista el joven Enric Mas, apenas 23 años, miraba sin casi creérselo la clasificación general. Su nombre aparece el quinto. «Ufff. Cualquier día puedo perder todo lo que ganado hasta ahora. Hay que ir poco a poco», decía prudente. «Soy realista». Ha venido a la Vuelta, como Yates, a conocerse. Contador le designó como su sucesor. Está en camino. En abril ganó la etapa 'reina' de la Itzulia en Arrate. Cerca, a un vistazo, se eleva la cima calva de Oiz, la montaña que se prepara para emocionarse con esta apretada Vuelta.
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