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Luis Ocaña, en una imagen tomada en la Vuelta de 1970. el correo

Cincuenta años desde la Vuelta de Luis Ocaña

Su despegue. El triunfo del conquense en la ronda española de 1970 con final en Garellano anunció los duelos en el Tour que le esperaban con Merckx

Martes, 12 de mayo 2020, 00:19

Luis Ocaña se llamaba en realidad Jesús Luis. El verdadero Luis Ocaña era su padre, un hombre endurecido por el trabajo y la miseria que había tenido que emigrar a Francia en busca de pan y que no soportaba ver la fragilidad de su enfermizo ... hijo, siempre tosiendo, tan pálido y enclenque. No conocía el valor real de Jesús Luis, que creció soñando con ser Bahamontes, el primer español en ganar el Tour. Soñó más: con ser Anquetil, el único que tenía cinco ediciones de la Grande Boucle. Soñaba tanto que un día le dijo a su padre que quería ser ciclista.

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Recibió la peor respuesta, como recoge el libro 'Ocaña': «¿Ciclista, tú? ¿Tú, con esos pulmones de tuberculoso? ¿Tú, que le tienes miedo a todo? El ciclismo es para hombres, no para ti». A Jesús Luis, débil de cuerpo y tremendo de temperamento, ese desprecio le encendió. Nunca dio un paso atrás ante un reto. Ni siquiera frente al casi invencible Eddy Merckx. Aprendió a desafiar al 'Caníbal' belga porque antes, en la niñez, había tenido que enfrentarse al menosprecio de su padre. Se empeñó en demostrarle que era tan duro como él. Iba a obligarle a sentirse orgulloso. Y así, Jesús Luis se transformó en Luis Ocaña, el gran rival de Merckx, el sucesor de Bahamontes en la lista de ganadores españoles del Tour y el ciclista con chepa que entró vencedor en el velódromo de Garellano para llevarse la Vuelta a España de 1970 aquel 12 de mayo, hoy hace medio siglo. Cuatro días antes, los 'Beatles' habían lanzado el disco 'Let it be'.

A esa edición de la Vuelta que empezó en Cádiz y terminó en Bilbao, Ocaña llegó como favorito. Un año atrás había terminado segundo tras Pingeon. Esta vez estrenaba el maillot del BIC a las órdenes de Maurice de Muer y con un compañero consagrado como Jan Janssen, que ya había ganado el Tour. Ocaña, tan joven, desconfiaba de De Mulder, tan amigo de Janssen. No quería ser gregario. Su destino, lo sabía, era ser pronto el adversario de Merckx. El reto. Para su sorpresa, De Mulder apostó por él. Y en Janssen encontró colaboración. Entre los dos calmaron el ímpetu natural de Ocaña, que hasta entonces más que correr combatía. Potro salvaje.

Aquella Vuelta de la Bodas de Plata sólo tenía cinco puertos de primera (Cagigal, Monserrat, Somosierra, Alisas y Orduña). De Mulder convenció a Ocaña para ahorrar fuerzas hasta el final, hasta los 29 kilómetros cronometrados entre Llodio y Garellano. En cierto modo, De Mulder transformó al conquense. Le hizo calculador. A Ocaña le enervaba el ritmo tranquilo del pelotón. Necesitaba la refriega. Inquieto. Le gustaba charlar por las noches. Dormía poco. En el BIC aprendió a ser otro. Más sereno.

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Aguantó hasta el décimo día para atacar en la subida a Monserrat. Afiló su chepa y cobró en la cima los diez segundos que le dieron el liderato de aquella edición organizada por EL CORREO y en la que por primera vez hubo controles antidopaje. Sus rivales, Tamames, Van Springel, Lasa, Galdos y Gandarias, seguían cerca. Y un asturiano nuevo al que llamaban 'Tarangu', José Manuel Fuente, vestía el maillot tigre de mejor neoprofesional.

«¿Ciclista tú? El ciclismo es para hombres, no para ti», le soltó su padre cuando el joven Luis le dijo que iba a ser corredor

Liderato para Tamames

Días después, Tamames rascó la bonificación en el alto de Somosierra y se colocó al frente de la general con 1 segundo sobre Ocaña. Luego amplió esa ventaja hasta los 14 segundos. «Pero necesito dos minutos porque Ocaña es mejor que yo en la contrarreloj final», temía el salmantino del Werner. La Vuelta se iba a decidir en las etapas vascas. En la que subió Las Muñecas, San Cosme y Orduña se exhibió Gandarias, del KAS, pero siempre bajo del control del BIC. La escuadra de Ocaña cumplió su misión y su líder afrontó la contrarreloj de Bilbao con sólo un puñado de segundos de desventaja con Tamames.

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El conquense trituró la 'crono' a 44 km/h. Disfrutó al paso por la abarrotada cuesta de Castrejana y entró bajo una atronadora ovación en la pista de Garellano. El segundo en la contrarreloj, Jesús Manzaneque, necesitó un minuto más. Van Springel, 1.07. Y Tamames, 1,15.

Ya era la Vuelta de Ocaña, la única que ganó. En EL CORREO, Carlos Prado tituló: 'El campeón soñado'. En casa, el otro Luis Ocaña, el padre, brindaba orgulloso con vino. «Es mi hijo. Sangre de mi sangre».

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