Las salidas de la Vuelta son un bullicio. Público, autobuses al ralentí, megafonía, tráfico... Un hormiguero. Y en esa discoteca ambulante destaca un solista, el autobús del equipo Bora, el de Peter Sagan, ausente, y el de Sam Bennett, ganador este lunes en Alicante ... y favorito este martes en la cuarta etapa, ente Cullera y El Puig, de 175 kilómetros y destinada a otro sprint. El Bora entretiene siempre la espera antes de la partida de los corredores con un altavoz que pone música a todo volumen. El aparato es muy parecido a una rueda lenticular. Cuadra bien con el decorado. Los auxiliares se sientan al lado. Charlan. Siguen la música. Los ciclistas, cuando bajan del autobús, ya llevan el ritmo en el cuerpo. Es el arma secreta del Bora. La alegría. Sagan es su apóstol y Bennett, uno de los mejores discípulos.
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El público se arrima en busca de algún recuerdo de Sagan, que no está. Da igual. Siempre hay alguna gorra o algún botellín para los más pequeños. La música no cesa hasta que los corredores desfilan hacia la salida. De Cullera a El Puig, no encontrarán más dificultad que el alto del Oronet, de tercera categoría. Situado a 45 kilómetros del final, la colina deja espacio para el reagrupamiento. Bennett, tras su triunfo este lunes, será la referencia. Gaviria, descolgado y sin fortuna, buscará la revancha. Los velocistas apuran sus cartas. Tras la etapa de hoy la Vuelta se pone cuesta arriba.
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