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carlos benito
Miércoles, 12 de septiembre 2018, 01:41
Los ciclistas de la Vuelta han salido a las 13.00 horas de Getxo con destino al Oiz acompañados de un tiempo espectacular y un gran número de fieles que jalonan todo el recorrido. Es una cita que los seguidores esperan con pasión... y anticipación, ... porque ya ayer tomaban posiciones. Hasta los coches sufren un poco al subir los cuatro últimos kilómetros hasta la cumbre del Oiz, en la ruta desde Munitibar, así que ayer por la tarde dolía ver a los ciclistas aficionados que se ponían a prueba en sus rampas. Es una carreterita estrecha y difícil, que se retuerce y se yergue como una serpiente enfadada: en un día corriente, ha de ser un itinerario de una soledad casi sobrecogedora, pero la jornada de ayer tenía poco de normal y venía a servir de calentamiento para la locura de esta tarde. Los audaces 'amateurs' se dejaban las piernas en su empeño, unos con más garbo que otros, y en la cima del monte reinaba un bullicio de fiesta mayor, con música de Guns N' Roses y David Bowie, un par de txosnas, una furgoneta de helados y un centenar largo de aficionados que hormigueaban al pie de los aerogeneradores, a pesar de que todavía faltaban veinticuatro horas justas para la llegada de la Vuelta.
Karmelo Elorrieta, César Idokiliz y Joseba Madariaga, tres amigos de Gernika, eran los que habían llegado más lejos: se habían instalado justo al límite, en la parcela más cercana a la zona cerrada al público. «Hemos subido a las ocho de la mañana porque pensábamos que iba a haber mucha gente, pero hemos llegado los segundos», relataba Karmelo, muy contento porque había visto pasar por allí a Marino Lejarreta. Los amigos han andado mucho en bici juntos, incluso subieron a los Lagos de Covadonga, pero Karmelo tuvo que dejarlo por un infarto y a Joseba, empeñado en dormir la siesta a pesar de la megafonía y el runrún de las aspas, no se le veían muchas ganas de pedalear. En cambio, César sí se había aventurado a subir en bici desde el Balcón de Bizkaia.
- ¿Y qué tal?
- Te lo resumo muy rápido: ¡no vuelvo a hacerlo!
Del mismo modo que los deportistas se dividen en profesionales y aficionados, también hay espectadores con un compromiso y una dedicación que los elevan a una categoría especial. «Yo llevo veintiocho 'tours' y ocho 'giros'», resumía Iñaki Fernández, del barrio baracaldés de Lutxana. Ahora está jubilado, pero antes solía organizar sus vacaciones en función de las pruebas ciclistas: «Empezamos con tienda de campaña, luego con carro-tienda y ahora ya vamos por la tercera autocaravana. Yo admiro mucho a los ciclistas, tienen mucho mérito», comentaba. Pero, en lo alto del Oiz, también se podía encontrar a gente menos centrada en el deporte. En la panorámica de la cumbre llamaba la atención la zona ocupada por los vecinos de Garai y alrededores, una expedición multitudinaria y bien organizada. Cinco ya durmieron aquí el lunes, para coger sitio, ayer se sumaron cuarenta más y otros quince se incorporarán hoy. «El monte Oiz es muy especial para nosotros. Subimos a menudo», resumía Gontzal Sarrigoitia, el alcalde de la localidad. «Si gana alguien de por aquí, va a ser el no va más», añadía Anton Bilbao. La parcela de los de Garai estaba atravesada por una sólida columna vertebral de mesas, en espera del festín de la cena: «Bacalao rebozado, anchoas, pimientos fritos, ensalada con tomate de Mendexa, chorizo...», enumeraba Anton.
El hostelero Ramón Fidel Lauzirika, del Artape de Mendata, presumía de las aromáticas txistorras que había subido para servir en la txosna, mientras Sabin Aranburu contemplaba el derroche de actividad con divertido pasmo. En cierto modo, Sabin ejercía de anfitrión allá arriba: sería exagerado decir que la cumbre es su casa, pero sí sirve de hogar veraniego para sus 350 ovejas latxas. El pastor, que sube todas las mañanas desde el barrio de Magunas, en Muxika, para echar un ojo a sus animales, tendrá hoy tarea extra: «Suelen dormir donde está la meta, así que vendré a las siete y media a moverlas, para que no estorben. Y me quedaré a ver el espectáculo».
- ¿Ya le parece bien que le ocupen el monte para esto?
- ¡Hombre, claro! Me gusta mucho el ciclismo: he sido muy 'marinista' y vivo en el caserío donde nació Gandarias.
No todo el público madrugador se había instalado en la meta. Algunos se habían quedado a medio camino, como Eneko Igual, de Sopela, y Aitor Herrera, de Berango, que no sabían muy bien qué hacer con su equipo de acampada: «En realidad, hemos venido ligeros: generador, tele, cocinita eléctrica, una mesita... No hemos traído la jaima, porque no nos entraba. Pero ya han cerrado el acceso para coches y sería una locura llevar todo esto andando, así que nos quedaremos por aquí», se resignaba Eneko. Junto al barrio de Ganbe, justo donde arranca ese despiadado tramo final de la etapa de hoy, se había formado ya un pequeño parque de autocaravanas. En una de ellas, un grupo de cinco mallorquines celebraba el buen papel de su paisano Enric Mas en la contrarreloj de ayer: «Hemos hecho que coincidan las vacaciones para ver una etapa de la Vuelta y, como nos gustan mucho la gente y el paisaje del País Vasco, hemos elegido esta», planteaba Margarita Mimó, bien rodeada de esposo, hermano, cuñada y primo. Tienen costumbre de vivir el ciclismo en directo, porque Margarita y su marido son padres de Vicente Reynés, profesional hasta el año pasado, y han venido bien pertrechados: no les falta ni la bandera mallorquina ni la generosa provisión de champán aportada por el primo francés.
Tampoco Pere García y Fina Mateo son precisamente debutantes en esto del turismo ciclista, que no es lo mismo que el cicloturismo. Este año llevan cuatro etapas de la Vuelta y todavía les faltan la de hoy y la de Andorra: «Yo he vivido el ciclismo toda la vida. Es un deporte muy especial en el que todo el mundo aplaude a todos, desde el primero hasta el último», elogiaba Pere. El matrimonio barcelonés siempre animaba a Purito Rodríguez -«tenemos mucha amistad, somos padrinos de sus hijos»- y, en su ausencia, va «cien por cien con Valverde».
- Pero, confiesen, ¿el ciclismo no se ve mejor por la tele?
- En la tele lo ves todo -responde Fina, experta en el asunto al cabo de 49 años con su marido-, pero aquí lo vives.
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