ENTRE EL VERDE Y EL NARANJA

Aquel equipo parecía indestructible, pero primero llegó la crisis y después la desaparición en 2013 de la formación que abría las puertas al pelotón amateur de Euskadi. El golpe no solo al presente, sino al futuro, era de tales dimensiones que surgió entonces un equipo modesto dispuesto a que la llama del ciclismo vasco se mantuviera viva. Muy abajo, en la categoría más baja del profesionalismo, pero viva. Jon Odriozola se empeñó en sacar adelante el Euskadi-Murias, un equipo que ha vivido desde 2014 con lo justo, sostenido por una constructora empeñada en que el verde tomara el relevo del naranja en las cunetas de las carreteras ciclistas.

Es cierto que en estos cinco años Murias no ha sido Euskaltel, pero no hay que quitar méritos a una formación que ha peleado temporada a temporada por sacar adelante su proyecto. Incluso logró dar el paso de subir a la segunda categoría, Continental Profesional. Y pese a su modestia, el Murias se dejó ver y sumó victorias, algunas de enorme prestigio como dos etapas en la Vuelta. Pero ni siquiera eso ha sido suficiente para que nuevos patrocinadores se sumaran a la aventura de Jon Odriozola, que esta vez, ante la imposibilidad de crecer, ha tirado la toalla, cansado de trabajar sin recompensa.

Así que el ciclismo vasco gira de nuevo al naranja. Llega el turno de nuevo de la Fundación Euskadi, renacida bajo el impulso de Mikel Landa. El de Murgia vuela hacia la segunda división del ciclismo con dos buenos socios como son Orbea y Etxeondo, y confiado en captar nuevos adeptos para su proyecto. Sea de verde o naranja, el ciclismo vasco necesita de nuevo un referente en el pelotón.