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Como en 2017, Mikel Landa se queda al borde del podio. Tiene 30 años. Tiene tiempo y quiere más. «Sabemos dónde están nuestros puntos débiles y también conocemos los fuertes. Seguiremos trabajando y volveremos para mejorar. Miramos al futuro para volver al Tour y ... poder hacerlo aún mejor», se conjura.
Tras la caída de la primera etapa y el abanico de la séptima que le costó 1 minuto y 21 segundos, parecía, de nuevo, otro Tour lleno de baches para el escalador de Murgia. Despejó sus fantasmas en los Pirineos. Y en los Alpes buscó el podio. Le quedaba el test final en la contrarreloj, a la que llegó en la quinta plaza. Subió al cuarto puesto. Insólito para él. Hasta ahora era Landa el penalizado por el reloj. En el Giro de 2019 perdió la tercera plaza ante Roglic en la 'crono' final. Y en el Tour de 2018 bajó a la séptima posición en la contrarreloj de Espelette, al lado de casa.
En el Bahrain, que ha invertido en tecnología para mejorar el rendimiento de la bicicleta de 'crono', Landa ha reducido pérdidas en esta especialidad. Eso varía el balance. «Ha sido un buen final para este Tour», concluye. «Empezamos bastante mal con algunos accidentes, perdimos a un compañero de equipo y algunos estábamos tocados. Pero hemos trabajado juntos, hemos formado un buen grupo y nos conectamos cada vez mejor», añadió feliz por sentirse bien arropado en el Bahrain. Landa y su compañero Pello Bilbao han sido seleccionados para el Mundial.
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