![Cuando el Tour premió el valor de Luis Ocaña](https://s3.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/2023/06/27/ocana27-ks5C-U200641743132NsC-1200x840@El%20Correo.jpg)
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Tanto se cabreó que agarró lo primero que vio, un hacha, y se la lanzó al patrón. Falló. Quedó clavada y temblando sobre una puerta. Luis Ocaña (Priego, Cuenca, 1945-1994) iba para carpintero, su vocación. Hasta que ese día, su jefe en el taller ... le insultó, le dijo que no valía para nada. ¡Cómo! Voló el hacha. A Luis Ocaña le aconsejaron una vez que para ser ciclista era bueno nadar. No sabía. Así que, cuerda en mano, se fue al río. Se ató la soga a la cintura y el otro extremo a un chopo. Veinte veces se tiró al agua. Tragó río a mares. Al volver a casa ya nadaba. Una noche, como contó su amigo Juan Hortelano en el libro 'Locos por el Tour', se levantó a ver en la televisión el combate entre Ray Sugar Leonard y 'Mano de Piedra' Durán. «Eso hay que verlo». Y luego, ya desvelado, le dio por arreglar el alicatado de la piscina, aún de madrugada. En la faena se cortó la mano. Sangraba como un cochino. Ni eso le paró: se orinó sobre la herida para desinfectarla y siguió la tarea. Como el 'Azarías' de Miguel Delibes. Creció en Francia, pero venía de las páginas de 'Los santos inocentes'.
A Luis Ocaña le gustaba recordar que había quemado el motor de un 'Porsche 911' nada más comprarlo. Destrozó entre accidentes y carreras más de 30 automóviles. Deprisa, deprisa. Limpiaba el cristal de su 'Jaguar' con el maillot amarillo del Tour. A Ocaña casi ni le mandaron a la escuela. Su padre, carretero en Priego y encofrador en el Valle de Arán antes de emigrar a Francia, había perdido la Guerra Civil. Por eso, Luis apenas sabía las cuatro reglas. Aun así, leía a Larra, a Bécquer. Devoraba poesía romántica. Ocaña siempre fue un secreto. Adoraba las armas. «¡Qué bien se vive en Colombia. Allí todo el mundo lleva pistola!».
A Luis Ocaña la vida llegó a pesarle como una condena. Tenía viñas de armañac, una bebida que nadie bebía. Broncas con Josiane, su esposa. Sufría una cirrosis, una hepatitis mala. Tenía miedo a morir padeciendo como Anquetil. Hablaba de su funeral. Quería que ese día tocaran el 'Bolero de Ravel' y el 'Concierto de Aranjuez', y que le incineraran. Y el 19 de mayo de 1994, el ganador del Tour de 1973 y de la Vuelta a España de 1970, el ciclista que en la Grande Boucle de 1971 sacó 8 minutos y 42 segundos en la cima de Orcières-Merlette a Eddy Merckx, agarró una pistola como si fuera aquel viejo hacha y se pegó un tiro. A los 48 años. En Priego, en su funeral, no encontraron un organista que supiera tocar sus piezas elegidas.
En herencia dejó algunas de las páginas más excepcionales del ciclismo español. Christian Prudhomme, actual director del Tour, suele ponerle como ejemplo cuando reclama arrojo a los corredores actuales. Un ciclismo valiente a lo 'Ocaná', sin eñe, que así le llamaban en su segundo país. Ocaña legó mil huellas: su victoria por aplastamiento en Orcières-Merlette ante el entonces imbatible Merckx (la «peor derrota» de su carrera, como confiesa el belga), su caída y retirada en el descenso del col de Menté en esa misma edición de 1971... Y, claro, su victoria dos años después en el Tour, el de 1973, el que no corrió Merckx porque aquella temporada quería ganar, y ganó, la Vuelta. Ocaña lamentó siempre su ausencia. «Yo no quería ganar el Tour; quería ganarle a Merckx», decía.
La Grande Boucle de 1973, con salida en Países Bajos, empezó con un tropiezo para el conquense. Se cayó en la primera etapa por culpa de un perro. Josiane, su esposa, salió corriendo de casa y viajó al Tour. A escondidas, porque entonces no había apenas mujeres autorizadas a estar en la carrera, dormía cada noche con su marido. Le cuidada y amaba. De madrugada, antes de la visita del médico a las habitaciones, se iba a hurtadillas. Josiane estuvo siempre con Luis, que tanto la necesitaba.
En la segunda etapa, con las costillas vendadas, Ocaña y su equipo, el Bic, ejecutaron el plan previsto en un repecho de pavés que tan bien conocían sus gregarios norteños. Trocearon allí el pelotón. Poulidor, Van Impe, Zoetemelk y Thévenet cedieron un par de minutos; el 'Tarangu' Fuente se dejó siete. El indómito escalador asturiano rompió el pacto que tenía con Ocaña. Ya no se iba a conformar con la montaña. Quería el Tour. Y salió a por él en una etapa mayúscula, de 237 kilómetros en el corazón de los Alpes. Durante la subida al Télégraphe, a más de 170 kilómetros del final, Fuente encendió la traca. A lo loco. Como era. Sólo le siguió Ocaña, que trató de pactar con él. Nada. Fuente insistió. Arremetió una y otra vez. Ocaña se hartó. Sin Merckx en carrera, se sentía tan poderoso como el belga. Se colocó delante de Fuente y tiró de él. A muerte. Así subieron el Galibier primero y luego el Izoard. Con Ocaña sin recibir un relevo. A lo bestia.
A 30 kilómetros de la llegada en Les Orres, Fuente pinchó. El conquense se fue solo hacia la meta que le vio entrar como entraba Merckx en sus mejores días. «Hoy también Luis habría derrotado a Eddy», repetía Jacques Anquetil en la meta. Ocaña había sido Merckx. Llegó a París con seis victorias de etapa y con el segundo clasificado, Thévenet, a un cuarto de hora. Allí, los periodistas le cabrearon: seguían preguntándole por el belga. Menos mal que no tenía un hacha a mano.
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