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Cuando echaron tierra sobre los restos de Tom Simpson, muerto en la subida al Mont Ventoux en el Tour de 1967, sepultaron también todo lo sucedido en aquella edición. ¿Quién pasó primero por la cima del Gigante de Provenza? Julio Jiménez. Puro escalador castellano. El ... aprendiz de relojero que alquilaba una bicicleta, a tres pesetas la hora, para darle vueltas a la muralla de Ávila. El loco que iba hasta la carrera de Llodio en moto con la bici al hombro. El superviviente que se dejó un diente al abrir una botella de refresco en uno de aquellos 'café-raid' que hacían los corredores del Tour para llevarse sin pagar botellas de refresco o de lo que fuera en cualquier bar de carretera.
'Julito' mereció aquel Tour que se corrió por selecciones nacionales. Pero España, más que un equipo era una banda. O peor, dos bandas. La selección A, la de 'Julito', y la B, la de Fernando Manzaneque. «Allí cada uno iba a su bola», recordaba Jiménez. España se eliminó a sí misma. En una de las primeras etapas, en Bélgica, Ginés García atacó y se llevó a rueda a Roger Pingeon. «Saura, el seleccionador, no supo comprar a ningún equipo para coger a Pingeon. El francés llegó a la meta con más de seis minutos. Luego me pasé el Tour atacándole y recortando tiempo, pero me quedé a dos minutos», lamentó 'Julito'. Acabó segundo, tras Pingeon, al que sí había ayudado el equipo de Francia y, sobre todo, Poulidor.
'Julito' tuvo una opción para la reconquista en la etapa de Luchon. Los equipos A y B de España, por una vez, acordaron una alianza. Pactaron que ese día, con cinco puertos, se largara de salida Manzaneque. «Eres el más fuerte de la carrera», le animaron. El plan era que luego el manchego esperara a 'Julito' para remolcarle. «Pero cuando le dijeron que parara no hizo ni caso y yo tuve que rodar solo antes del último puerto», relató Jiménez. Manzaneque ganó la etapa y 'Julito' perdió el Tour de Pingeon, ciclista francés al que apodaban la 'Garza'. Piernas largas.
La muerte de Simpson ha hecho invisible a Pingeon. Era el destino de este corredor galo. Cuando tenía seis años, un médico le dijo que tenía un corazón anormalmente grande, que ni se le ocurriera hacer deporte. Era un crío enclenque, enfermizo. Las arritmias le acompañaron hasta el final. «Coleccionaba bronquitis y tendinitis. Si salía un día lluvioso y frío, no valía la pena que me pusiera el dorsal», confesó. «Mi capacidad pulmonar era pequeña y apenas tenía músculos en la espalda», describió. Más que un ciclista, parecía hablar un paciente. ¿Cómo pudo alguien tan frágil y depresivo ganar aquel Tour?
Con instinto y método. Pingeon fue un eterno escapado. Tenía olfato para detectar la fuga buena, como en aquella etapa belga en la que aventajó en seis minutos a los favoritos del Tour'67. Además, era un perfeccionista. Acudía el primero al masaje para eliminar antes las toxinas. Bajaba el último a desayunar para apurar las horas de descanso. Se bañaba con agua y vinagre. Repasaba los mapas para memorizar cada esquina del recorrido.
«No sé por qué en Francia le menosprecian», dijo una vez Eddy Merckx. «Pingeon fue mi único líder». Cierto: eso sucedió en el Giro de 1967, cuando el belga era un recién llegado y se puso al servicio del francés. «Para ser reconocido tendría que haber ganado otro Tour», lamentaba Pingeon. El que ganó, el de 1967, está enterrado para siempre con Simpson. Y eso que batió a 'Julito' Jiménez, el gran escalador del ciclismo español de los años sesenta.
La memoria pasa a veces directamente del duelo en los cincuenta entre Loroño y Bahamontes al enfrentamiento Ocaña-Fuente de los setenta. Pero en medio permanece 'Julito', 'el relojero de Ávila', el escalador que pasó primero por el Ventoux el día que cuatro kilómetros más abajo murió Simpson, el pícaro que en plena etapa paraba en los bares y se llevaba sin pagar un puñado de botellines: «¡Que pague Goddet (patrón del Tour)», se escuchaba entonces. Aún era un ciclismo de hambre y sed. A Julio Jiménez le faltaba un diente, partido al abrir a bocados una de aquellas botellas cogidas «a crédito».
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