![La afición ha estado volcada en la primera etapa.](https://s1.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/2023/07/01/pike-k62E-U200677673636TCE-1200x840@El%20Correo.jpg)
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«Esto recuerda a las etapas míticas de los Pirineos»
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Miles de personas abarrotan ciudades, pueblos, cunetas y puertos en la primera etapa del Tour: «¡Que gane algún vasco, a ser posible Landa!»Secciones
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Miles de personas abarrotan ciudades, pueblos, cunetas y puertos en la primera etapa del Tour: «¡Que gane algún vasco, a ser posible Landa!»Hasta el Tour se rindió a la pasión que colgaba de las vallas y anidaba en las cunetas: «Hemos cubierto una hora de carrera y la presencia del público sigue siendo absolutamente masiva». Y así fue durante prácticamente los 182 kilómetros que conectaron Bilbao con ... Bilbao, un recorrido que Bizkaia convirtió en un pasillo humano. Apenas quedaban huecos por cubrir, solo en zonas despobladas y alejadas de los núcleos urbanos, paréntesis de soledad que duraban segundos hasta diluirse en una nueva multitud. Una tras otra. «El mundo ha visto lo bonitos que somos, la afición que tenemos, los lugares tan bellos que esconde Euskadi», comentaban Irati y Aitor, los dos de San Sebastián, perfectamente uniformados y subidos a sus bicis después de pasar la noche en la «furgoneta» para vivir desde el segundo uno la jornada de este sábado, celebrada entre una pared de gente que abrazaba a la Grande Boucle con cada pedalada. Eran dos gotas de una marea de miles de personas que inundaron cunetas, ciudades, pueblos, puentes y puertos para componer una estampa histórica.
«El País Vasco sale a la calle y los puentes», decía la organización de la ronda francesa en sus soportes digitales mientras enseñaba imágenes de localidades, paisajes de ensueño y multitudes, siempre cerca de los corredores. Una ventana abierta al mundo de par en par, por la que se asomaron millones de personas y además del pelotón vieron una cadena humana conectada a lo largo de los 182 kilómetros de la etapa. Uno de sus eslabones era Vitor Arnedo, de 74 años, que hablaba por los ojos. Apoyado en una de las vallas de San Mamés, madrugador y decidido a seguir de pie hasta que el cuerpo aguante, se rendía al magnetismo de la mejor carrera del mundo. «Yo jugaba al fútbol, en el Barakaldo. Era amigo de Niko Estéfano y de Ricardo Ibáñez, que llegaron al Athletic, pero mi segundo deporte siempre ha sido el ciclismo. Esto –en referencia al Tour– es lo más grande que hay, un acontecimiento mundial».
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Carlos Nieto
Frunce el ceño cuando se le pregunta por las molestias de circulación motivados por el paso de la ronda gala. «La gente se queja por todo. Esto da dinero, imagen, proyección. Me gustaría que el Tour volviera, que no fuera la última vez que lo veo. ¡Y que gane algún vasco, a ser posible Mikel Landa!». Sus compañeros de valla sonreían. Asentían con la cabeza, un grupo de amigos compuesto por Álex, Sergio y Txetxu. Los tres vestían ropa de ciclismo, estaban subidos en sus bicis y se dirigían al Vivero. En sus maillots ponía 'Casa Palomo' y 'Tierra de Lara'. «El Tour y el ambiente que le rodea son fantásticos. Que se repita al menos una vez en la vida», decían en referencia a un futuro regreso de la carrera. «Nos gusta Pogacar –recalcaron–, un tipo majo, simpático y cercano, pero vamos con Landa. Que ataque, que no deje de atacar. ¡Free Landa!», soltaron divertidos. El alavés llegó con los favoritos, a salvo de las caídas que obligaron a retirarse a Enric Mas y eliminaron a Richard Carapaz, quien entró a más de 15 minutos.
«Esto es bestial»
El pelotón salió a las 12.30 horas de Bilbao y regresó a la capital vizcaína poco después de las cinco de la tarde. Recorrió las arterias de Loiu, Getxo, Berango, Sopela, Plentzia, Armintza, Bakio, San Juan de Gaztelugatxe, Bermeo, Gernika, Morga, Larrabetxu, Lezama, Derio, Sondika, entre otras localidades, sin olvidar las paredes de El Vivero y Pike Bidea. Casi cinco horas de aventura por parajes vizcaínos y desniveles abarrotados de aficionados. «En la historia del Tour, ¿ha habido alguna etapa con más espectadores o hemos batido el récord?». José Luis Aramburu, quien también estuvo el jueves en la presentación de los equipos junto a su mujer, estaba asombrado por la respuesta del público. No era el único. Más de uno formuló en alto la misma pregunta. «Sigo el Tour y jamás había visto tanto personal durante todo el recorrido. Bestial. A los de Bizkaia nos va la calle», soltó divertido.
Los ciclistas avanzaban entre ruido, banderas incontables de países y del Athletic, camisetas, maillots, ikurriñas, bocinas, botes de humo, pancartas y pinturas en el asfalto. «Pogatxar», le escribieron al esloveno en el suelo de Laukiz. Allí, en este bello rincón, hubo gente que sacó bicis estáticas a la calle y pedaleaba al paso de los corredores. Astrabudua estaba abarrotado, al igual que Getxo, Berango, Plentzia, Bakio, Bermeo... En Mundaka, un aficionado saludaba al pelotón mientras agitaba una tabla de surf en el aire. Otro hizo lo propio en Armintza levantando la bicicleta por encima de la cabeza una y otra vez. La cadena humana no se rompía, de pueblo a pueblo, cosida por la pasión del Tour. El Vivero y Pike fueron la culminación del fervor popular. «Esto me recuerda cuando íbamos a los Pirineos con el Euskaltel. Es súper emocionante, igual que las míticas etapas pirenaicas», comentaba el hostelero Josu Aspiazu, metido de lleno en la locura de Pike Bidea. No se veía nada de la gente, que se abría como una cremallera al paso de sus héroes. «Estamos aquí para apoyar a Rigoberto Urán. El ambiente es increíble», apuntaba el colombiano Iván, vestido con una camiseta con los lunares de la montaña. Mística de una ronda única.
«Se verá hasta en el espacio»
La afición rebautizó a Peter Sagan. Le gritó con cariño «¡Pello!». Es el nombre que resonaba en las calles de Gernika, que vieron nacer y dar sus primeras pedaladas a otro Pello, el de verdad, apellidado Bilbao. Los vecinos y amigos le brindaron una calurosa bienvenida, sincera, en el lugar donde empezó todo. El pelotón pasó por ahí dos veces, algo poco habitual en el Tour, pero su director general, Christian Prudhomme, había explicado que quería homenajear la historia y la simbología de la villa foral. Volaban los bidones y desaparecían de inmediato entre la multitud, pequeños tesoros obtenidos de un evento espectacular. José Librado, afincado en Madrid, pidió días libres en su empresa para estar en la primera etapa. «Es pura pasión lo que sentimos los colombianos por el ciclismo, como los vascos». Una gota más de la marea en las cunetas, en las vallas, que soportaban el peso de una expectación desbordada.
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Fue incontenible en Pike Bidea y por supuesto en el Vivero, donde la carretera se verticaliza y el asfalto desaparece bajo los pies de cientos de incondicionales. «Esto es un fiestón, una locura. ¡Se va a ver hasta en el espacio!», lanzó Richard, responsable del único bar en la zona. Los aficionados corrían junto a los ciclistas, les aplaudían y animaban, otros guardaban el sitio pero todos lo vivían con pasión y respeto hacia el deportista. Ni un solo incidente, salvo algún bote de humo activado en Pike Bidea. «Es la primera vez que he conseguido ver el Tour en directo. Estaremos tres días más», dijo la australiana Anastasiia Tarashchuk, acompañada de su familia y otra de Escocia, que además de la carrera no quiso perder la ocasión de visitar el Guggenheim. «Me encanta». Ciclismo y cultura fundidos en un abrazo.
El pelotón no dejó de sentir el calor y el cariño de la afición a lo largo de los 182 kilómetros. La cadena de almas multicolor impresionó a todo el mundo, hasta al último MVP de la NBA, Joel Embiid. «El Tour será enorme este año. ¡Buen comienzo!», escribió la estrella de los Philadelphia 76ers en sus redes sociales. Lo vio por la tele y le encantó. Irati y Aitor, los dos donostiarras, lo sintieron cerca, en la piel. Pidieron un deseo. «¡Que Landa no deje de atacar!». Huelen a podio.
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