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Por encima de los dos mil metros de altitud hay oxígeno de sobra para respirar, pero disminuye la presión atmosférica que empuja para que ese oxígeno, que es el combustible del cuerpo, llegue a la sangre. Ocho de los treinta puertos de la edición del ... Tour que arrancará el sábado desde Bruselas superan este techo: Tourmalet (2.115), Vars (2.109), Izoard (2.390), Galibier (2.642), Iserán (2.770), Tignes (2.113), Cornet de Roselend (roza los dos mil con 1.968) y Val Thorens (2.365). Este Tour quiere dejar sin respiración a los 176 ciclistas, repartidos en 22 equipos de ocho corredores. Los colombianos como Bernal, Urán y Quintana están equipados de serie para competir tan arriba. Crecieron pedaleando a tres mil metros. Los otros, como Thomas, Landa, Nibali, Yates, Pinot, Bardet, Kruijswijk y Fulgsang se han convertido en inquilinos de montañas como el Teide, Envalira, Sierra Nevada y Livigno, donde pasan semanas para aclimatarse. Son su campo base para este Tour con perfil de Everest.
Hace tiempo que la ronda gala trata de ocultar las etapas contrarreloj. Quiere evitar que ciclistas como Froome y Dumoulin, especialistas, machaquen a los escaladores y sentencien la carrera antes de la montaña. Pero esta vez, por culpa de las caídas, no estarán ni el británico ni el holandés. De entre los favoritos sólo Thomas parece superior al resto en la lucha contra el tiempo. La única 'crono' individual está en la decimotercera etapa, en Pau. Es de talla media, 27 kilómetros. Y se encuentra entre dos jornadas pirenaicas. Por delante quedarán las llegadas en alto al Tourmalet y Prat d'Albis y todos los Alpes. Bahamontes, Charly Gaul, Julio Jiménez y José Manuel Fuente, míticos escaladores, habrían aplaudido un trazado así.
En 1962, en plena era de Anquetil, hubo tres etapas cronometradas, una de 43 kilómetros, otra de 68, más una cronoescalada de 18 kilómetros. Y más cerca, en 1978, con Hinault al mando, las tres etapas contrarreloj fueron de 59, 52 y 72 kilómetros. Y la 'crono' por equipos, de 153. Hinault, un gran especialista en esta disciplina, estaba en camino de ser el gran ídolo francés y el Tour le mimaba. El bretón es el último galo que ha ganado la Grande Boucle, en 1985. Desde entonces, Francia vive en el desierto. Tiene ahora dos escaladores, Pinot y Bardet. Los dos han subido al podio, pero siempre lejos del Sky. Para favorecer el espectáculo y la pelea, y de paso para beneficiar a Pinot y Bardet, las últimas ediciones del Tour han reducido los tramos cronometrados. Eso, de rebote, favorece a dorsales como Landa y Quintana. Lo malo para ellos es que el Sky, ahora Ineos, cuenta con el talento escalador de Bernal.
Todos, eso sí, tendrán que sobrevivir al estrés y las caídas de la primera semana. La etapa inicial, en Bruselas, toca parte del Tour de Flandes, como el Muro de Grammont y el Bosberg. El segundo día espera la breve contrarreloj por equipos, de 27 kilómetros. La tercera jornada, con final en Epernay, ciudad del champán, tiene también perfil de clásica, con varias cotas. Y la quinta, en Colmar, incluye un par de puertos de segunda, anticipo de lo que espera el día siguiente, el primer final en alto: en la Planche des Belles Filles (7 kilómetros al 8,7%), al que precede el muro de Chevreres, con rampas del 18%. El Ineos tiene por costumbre dar un golpe en la mesa en el inicio de la montaña. Esta vez llega pronto. Quedan todos avisados.
Luego vienen varias etapas quebradas y difíciles de controlar antes de los Pirineos, donde hay tres capítulos: la meta de Bagneres de Bigorre tras subir la Hourquette d'Ancitan y los finales en el Tourmalet y Prat d'Albis. Enseguida llegarán los Alpes, más duros. La 18ª etapa subirá el Vars, el Izoard y el Galibier, que se recitan de carrerilla. En la 19ª está el Iserán y en la 20ª, Val Thorens. Los grandes techos del Tour. De ahí saldrá un campeón de altura.
Bajo la dirección de Javier Guillén, la Vuelta a España cambió de formato. Redujo el kilometraje de sus etapas y apostó por cuestas con desniveles que superaban el 20%. En cada edición aparecen nuevo muros. La audiencia televisiva aplaude la decisión. Y ASO, empresa propietaria de la ronda española y del Tour, está trasladando poco a poco ese modelo a la gran carrera francesa. Han eliminado aquellas primeras semanas dedicadas casi en exclusiva a los sprints. El año pasado incluyó un tramo de tierra y ahora ha colocado varios muros que obligarán a retorcerse a los corredores, como las cotas de Hautvillers y Mutigny (3ª etapa) o el col de Chevreres (6ª).
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