La novena etapa se arrima, sin subirlo, al Puy de Dome, montaña mágica del Tour. Es un monte de propiedad privada. Desde 1988, cuando ganó Johnny Welz, este volcán ha desaparecido de la ruta del Tour. Lástima. Forma parte de su historia. Basta mirar el ... nombre de sus conquistadores. Lo inauguró Coppi en 1952. Le siguió Bahamontes en 1959, cuando ganó la ronda gala. Y luego vino Julio Jiménez en 1964, en aquella edición que vio allí a Anquetil y Poulidor hombro con hombro. En el Puy de Dome también levantaron los brazos Gimondi, Ocaña y Arroyo.
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Pese a la ausencia de este cráter que ahora es un bosque, la etapa vuelve a ofrecer el típico menú del Macizo Central. Calor y ni un metro llano. Cerca de la salida desde Saint-Etiene espera el Muro de Aurec-sur-Loire, 3,2 kilómetros al 11% de desnivel. Si la fuga se forma ahí, será de corredores de gran nivel. En el tramo final, justo antes de bajar a la meta de Brioude, está la cota de Saint-Just, de 3,6 kilómetros al 7,2%. Parece un recorrido imposible para velocistas, aunque al alcance de todoterrenos como Matthews y Sagan. Pero no será fácil controlar a los escapados.
Además, es 14 de julio, fiesta nacional francesa. Los ciclistas galos saldrán todavía más motivados, especialmente Romain Bardet, que nació en Brioude. El líder, Julian Alaphilippe, desfilará con el maillot amarillo por el corazón de Francia, por los alrededores del Puy de Dome, una de las montaña que forman parte de la mejor memoria de esta carrera y que es símbolo del Macizo Central, territorio perfecto para que la carrera entre en erupción.
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