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«Tadej es un crack. Puro talento. Eso no se compra. Es genética», define el director de Pogacar, el vizcaíno Josean Fernández, Matxin. Le habían hablado de él, de un juvenil. Fue a verle a Eslovenia. No ganó aquella carrera pero fue el mejor. «Corría ... con unas zapatillas viejas», recuerda el técnico de Basauri. Le hizo un test. Ufff. Entonces, Matxin era el cazatalentos del Quick Step belga. Ese era el destino del chaval, pero la creación del equipo UAE cambió los planes y unió los caminos del corredor y de Matxin el año pasado. Con Tadej Pogacar siempre se habla de fechas. Por su edad, claro. Pero aparte de su cumpleaños (22), que es hoy, hay cuatro fechas que le perfilan.
La primera. Tenía once años. Su hermano mayor, Tilan, se había apuntado a un club ciclista. Para Tadej, tan pequeño, no había bicicleta. Tuvo que esperar a dar un estirón. Y en cuanto llegó a los pedales se apuntó a las carreras. Andrej Haupmann, exciclista esloveno, llegó tarde a una de aquellas pruebas y vio pasar solo a un niño muy bajito. Pensó que iba rezagado. Y no. Estaba a punto de doblar al pelotón. Ya nunca le perdió ojo. El crío creció hasta medir ahora 1.76 metros y pesar 66 kilos.
La segunda. En agosto de 2018 dominó por completo el Tour del Porvenir. No ganó ninguna etapa, pero controló las jornadas de montaña a su antojo. Haupmann tenía buena relación con Matxin. Por ese vínculo, el joven talento acabó en el UAE. Fichó por el sueldo mínimo, 41.000 euros. Ahora, dicen, ha renovado por dos millones y para otras tres temporadas. Visto el Tour, lo vale.
La tercera. En su primera temporada como profesional, en mayo de 2019, empezó a batir registros. Se convirtió en el ganador más joven de una carrera por etapas del World Tour, el Tour de California. No le dejaron beber champán en el podio. A su edad está prohibido el alcohol. En su lugar, le regalaron un osito de peluche.
Y la cuarta. Llegó con 20 años a la Vuelta 2019. La eclosión. Ganó en Andorra y en los Machucos, y exhibió su inmenso potencial con una fuga mayúscula en la sierra de Gredos. Subió al podio final tras Roglic y Valverde. Con Evenepoel y Bernal es el líder de la nueva generación, pero tiene cosas de corredor a la antigua.
talento
Hay muchas más fechas, por supuesto. La de ayer, cuando tocó el cielo de París. Y las que vendrán. Su historia está al comienzo. Mirko, su padre, diseñador industrial, y Marjeta, su madre, profesora de francés en la universidad, le pedían a Tadej que les enviara los recortes de periódicos en los que aparecía. Querían coleccionarlos. Pronto no dieron abasto. El niño tranquilo y juguetón era también alguien determinado. En una ocasión le dijo a su maestro que no necesitaba hacer los deberes, que iba a ser ciclista profesional. Le llaman 'Tamau Pogi', el 'Pequeño Pogi'. El apodo sirve para su apacible vida en Komenda, con sus padres, o ahora en Mónaco, con su novia, la ciclista Urska Zigart. Pero no cuadra con su actitud agresiva en carrera. Valiente.
Cuando ya juvenil ganó talla y peso, llegaron los resultados. Fue campeón de Eslovenia de contrarreloj en 2016. Dos años después, en la Carrera de la Paz, estaba en la sexta plaza antes de la última etapa. Reventó la carrera a 30 kilómetros del final. Diluviaba. Pudo con todo el pelotón. «En cierto modo, el resultado no importa. Lo que cuenta es que dé todo lo que tengo», defiende. Sólo 12 ciclistas han ganado el Tour en su debut: Merckx, Coppi, Hinault, Anquetil, Fignon, Gimondi... y Pogacar.
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