Pogacar cruza Suiza en paz

Tadej Pogacar (UAE) lleva un par de días corriendo de patrón, a la vieja usanza, haciéndose conducir por todos sus 'domestiques' al frente del pelotón. Estableciendo la jerarquía. La carrera salió en paz para los favoritos desde Aigle -sede de la Unión Ciclista Internacional- y así recorrió 183,1 kilómetros por carreteras helvéticas, hasta abandonar el país por el paso de Morgins.

Todo el mundo está al corriente de la neutralidad suiza y nadie toma las armas. Desde 1815, de hecho, solo hubo un amago y acabó, como siempre por estas tierras, en un acuerdo de paz. Aquel arrebato ocurrió, casualmente, en las rampas de Morgins, el mismo puerto que ayer. Fue el 9 de julio de 1985. El levantisco era un colombiano de las montañas, que quizá nunca había oído hablar de estos asuntos. Lucho Herrera estaba siendo un incordio para Bernard Hinault en su intento por ganar su quinto Tour. El 'Jardinerito' tenía peligro, porque no podía ganar en París pero podía hacer perder el Tour a cualquiera, con su inmensa categoría en las subidas y su carácter fiero, indomable. Justo lo que menos le interesaba a un Hinault de 30 años, con cuatro Tours, sus tres Giros y sus dos Vueltas ya ganadas y con el brillo menguando. El bretón necesitaba una entente cordial.

Qué mejor momento que justo antes de salir de Suiza para llegar a un acuerdo de paz con aquel tremendo colombiano que le podía reventar. Hinault atacó en Morgins y se llevó consigo a Herrera. Qué hablaron y qué no quedó entre ellos. Guardar secretos siempre ha sido un negocio excelente al norte del lago Leman. Lucho Herrera había ganado el año anterior en Alpe d'Huez e Hinault no podía llamarse a engaño. Francés y colombiano se entendieron para llegar juntos a la meta de Morzine-Avoiraz, donde Herrera alzó los brazos. Todavía ganaría una etapa más en aquel Tour, en Saint-Étienne, y subiría al podio de París como ganador de la montaña. Hinault alcanzaba a Anquetil y a Merckx con cinco triunfos en París.

Ayer no hubo nada que hablar en la subida a Morgins, un primera tendido, 15 kilómetros al 6,1% de media. Con una escapada segura por delante -en la que el mejor fue Bob Jungels (Ag2r), que sujetó bien el arreón final del Thibaut Pinot (Groupama) y en la que también estuvo Ion Izagirre (Cofidis)-, Pogacar no encontró oposición y su equipo condujo la marcha sin sobresaltos, con las filas del Ineos y el Jumbo disciplinadas a su espalda.

Cruzada la frontera en la cima, el Tour bajó a Francia por Châtel y, ya libre de exigencias de neutralidad, Pogacar hizo un pequeño movimiento. En el repecho que daba a meta, arrancó a ver qué pasaba. Solo le siguió Vingegaard (Jumbo), que llegó a su rueda. Thomas, Yates (Ineos), Quintana (Arkea), Enric Mas (Movistar) y el resto llegaron a tres segundos. Nada, pero todas las señales van en la misma dirección.

El ciclismo ha expulsado a los modestos. Las diferencias entre los equipos del World Tour y el resto son abismales, pero incluso dentro de la primera categoría del ciclismo mundial hay gran distancia entre los de arriba y los de abajo. Esas diferencias se llevan al extremo en el Tour, la carrera más exigente. La etapa de ayer fue para Bob Jungels. Jonathan Castroviejo, muy activo durante toda la etapa, entró segundo en meta por delante del madrileño Carlos Verona.

El Tour descansa hoy en la ribera sur del lago Leman. Al frente, Suiza; detrás, los Alpes. Muchos corredores no girarán la cabeza para no ver lo que les espera desde el miércoles. Porque ya nada impide que Pogacar desate el ataque definitivo. La ONU y la Cruz Roja están al otro lado del lago. Lejos.