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Sprint. Maertens era uno de los grandes velocistas del pelotón. EFE
Faltan 42 días para el Tour

Maertens, ocho etapas de una tacada en 1976

El corredor belga comparte esa plusmarca con Charles Pélissier y Eddy Merckx. Del champán del podio pasó luego a los problemas con el alcohol

Sábado, 20 de mayo 2023, 00:20

Si Holanda es el país de las bicicletas, Bélgica lo es de los ciclistas. Las viejas gestas de los campeones flamencos y valones perfuman esta esquina de Europa. Han tenido mitos de todo tipo y, entre ellos, un buen grupo de ciclistas trágicos, de vidas ... atormentadas o caóticas. Son historias belgas, de éxitos, depresiones, alcohol, drogas y muerte. Biografías como la de Rik van Steenbergen, que se metió en ciclismo para pasar relojes de contrabando desde Suiza y que corrió más de veinte años (1943-66) y ganó centenares de pruebas en la carretera -incluidas cuatro etapas en el Tour- y la pista. Venció tres veces en el Mundial, reinó en aquel ciclismo golfo y nocturno de los velódromos, y lo perdió casi todo jugando a las cartas y en un tormentoso divorcio. Terminó metido otra vez donde comenzó: en el contrabando. Pisó la cárcel y hasta fue protagonista de una película erótica. Acabó sin nada y murió con 78 años tras una vida de pecado. A su funeral acudió un gentío. Toda Bélgica le lloró. Siempre será uno de los suyos.

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Como Freddy Maertens, que ya tiene 71 años. Y tiene también el récord de victorias de etapa en una edición del Tour, la de 1976. Ganó ocho. Comparte esa plusmarca con Charles Pélissier (1930) y Eddy Merckx (1970 y 1974). Maertens compitió desde 1972 hasta 1987 y ganó la Vuelta a España de 1977 tras hacerse ciclista de camino a la escuela: quince kilómetros de ida, más la vuelta. Su padre, vendedor de periódicos, le mandaba luego pedalear para repartir la prensa. Era un progenitor de mal carácter, colérico, que controlaba al extremo la vida de su hijo: en una ocasión, cuando pilló a Freddy paseando con una vecina, le rompió la bicicleta. O chicas o ciclismo.

Ya corredor profesional, Maertens se enemistó para siempre con Merckx en el Mundial de 1973. Los dos belgas, enfrentados, dejaron ganar al italiano Gimondi. «Muchos de mis compatriotas corrían para que yo no ganara», repite aún Maertens. En su historia hay de todo: 212 victorias, muchas temporadas con más de 200 días de competición, bidones para tomar en carrera en los que mezclaba el champán con la cafeína, registros de la policía de estupefacientes que peinaba su casa en busca de drogas y también carreras en hipódromos frente a corceles purasangre. Hasta ha admitido haber sido sobornado para 'vender' etapas del Tour: en 1976 dejó ganar a Esclassan en Divonne-les-Bains «porque si no, la firma Peugeot dejaba de patrocinar el equipo». Sin esa concesión, él habría vencido en nueve jornadas y tendría el récord en solitario. Pero aquel ciclismo era así. También en 1981 llegó a un 'acuerdo' con Eddy Planckaert para facilitarle el triunfo en la etapa de Zolder. Para entonces, Maertens ya pedaleaba en pleno crepúsculo.

Mil botellas al año

El alcohol ahogaba su carrera. La tentación le llamó a la puerta: «Tenía un contrato de patrocinio con la marca de champán Lanson y recibía mil botellas por año». Como si saliera por el grifo de casa. «¿Quién no bebe en esta vida?», se preguntaba. Maertens, que ganó 15 etapas en el Tour y 13 en la Vuelta de 1977, vio cómo su vida se desplomaba. En 1979, su equipo, el Flandria, apenas pagó a los corredores. Aparecieron las deudas, que se desbocaron. Maertens acabó perseguido por el fisco durante décadas. Perdió sus ahorros en un negocio fallido. Fue timado. Le embargaron la casa, los muebles, el coche, todo. Acabó viviendo en el apartamento prestado por uno de sus fans. No ha vuelto a tener una casa a su nombre ni un trabajo. De su pasado sólo conserva recuerdos de tantas victorias. Ya no bebe. Hace tiempo que el champán dejó de salir del grifo.

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Esa bebida sólo permanece en las muchas fotos que le ven descorchar botellas en el podio de clásicas y vueltas. Maertens fue un ciclista poderoso, completo, muy rápido y con aguante en puertos de segundo nivel. Su historia es paradójica. Era un clasicómano que ganó dos ediciones del Mundial pero no se impuso en ninguna de las grandes clásicas. Sin embargo, pese a su etiqueta de velocista, venció en una Vuelta y se clasificó octavo en aquel Tour de 1976 en el que se llevó ocho etapas. Ocho días descorchando las botellas que le iban a llevar por mal camino.

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