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Hace mucho, tras cumplir el servicio militar y empezar a ganarse la vida como taxista, Miguel Madariaga ingresó en el mundo del ciclismo. Primero como conductor y luego como masajista, director y mánager. Sobre su hombros recayó la construcción de un sueño, un equipo vasco. ... Se llamó primero Euskadi y luego Euskaltel-Euskadi. Ese sueño tenía una meta. En Francia. El Tour. En 2001, la escuadra debutó en la ronda gala y llenó de camisetas naranjas las cunetas de los Pirineos. Ahora que es el Tour el que viene a Euskadi, Madariaga repasa aquel largo viaje, de éxitos como el de Roberto Laiseka en Luz Ardiden, y también de tantos sinsabores.
«Fui con unos amigos a ver el Tour de 1970. Nos pusimos en el descansillo del Tourmalet que hay antes de llegar a La Mongie. Conocía esa zona porque había dirigido por allí al equipo SuperSer, con Marino Lejarreta, en la Aragón-Bearn. Me impresionó la rigurosidad con que lo hacía todo el Tour. Y el ambiente. Aproveché para ir por primera vez a Lourdes a visitar a la Virgen». Madariaga es creyente. La fe, dicen, mueve montañas. O al menos las acerca. Incluso las del Tour.
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José Alberto Pradera, entonces diputado general de Bizkaia, se animó a ir al Tour de 1986. «Yo trabajaba en la Diputación y me pidió que le acompañara. Era el año en que 'Perico' Delgado corría en el PDM neerlandés. Estuvimos con él y con corredores de varios equipos, como Arsenio González (Kelme)... Aún nadie se había planteado crear un conjunto vasco. Esa primera noche en Francia, en Lourdes, hablando con sus amigos y conmigo, Alberto hizo la pregunta: 'Con los ciclistas vascos que tenemos, con la afición que hay, ¿no se puede sacar un equipo con el apoyo de todos los vascos? Y puso a su jefe de prensa, Juan Carlos Urrutxurtu, con este tema. Yo era un obrero de la Diputación y entonces al diputado general se le tenía un gran respeto». Así comenzó a fraguarse todo.
«A las reuniones para montar el equipo venían los presidentes de la federaciones vasca y de las territoriales y los organizadores de la Vuelta al País Vasco. Yo iba de oyente. Lo primero que hicieron fue ponerse sueldos. Alberto vio algo raro en todo aquello y, de la noche a la mañana, me puso a mí al frente del proyecto. Sabía dónde me metía. Me cayeron palos por todos lados. El sindicato de ciclistas impuso que ficháramos a algunos veteranos como Cabestany, González Salvador y Murguialday. Varias empresas que nos habían prometido apoyo no daban la cara. Pero Alberto seguía empeñado en sacar adelante un equipo que diera buena imagen para que el Tour nos invitara algún día. No sé ni cómo pero aquello salió adelante». La escuadra nació en 1994. Sobrevivió y se puso a soñar con el Tour.
Madariaga tenía muy buena relación con Jean-François Pecheux, la mano derecha de Jean-Marie Leblanc, el director del Tour. «Pecheux mandaba en el Tour del Porvenir. Su hijo, Nicola, que es osteópata, vino a trabajar con nosotros. A través de ellos conseguí una entrevista con Leblanc en la salida del Tour de 1999. Me atendió un cuarto de hora. Me dijo que le interesaba un equipo como el mío, de cantera, para el Tour. Eso sí, me impuso una lista por escrito de requisitos, entre ellos, disponer de una logística adecuada. Autobús, camión... Nosotros no teníamos nada de eso».
Ya no estaba Pradera al frente de la Diputación, sino Josu Bergara, con José Luis Bilbao como gran apoyo. «José Luis hizo un trabajo inconmensurable para que el equipo creciera. Y también Juan José Ibarretxe, que era vicelehendakari y muy aficionado al ciclismo. Ibarretxe vino con nosotros en una etapa de la Vuelta al País Vasco. A partir de ahí todo fue más fácil. Bergara hizo lo imposible para conseguirnos un autobús de la firma Irizar. Desde el Tour, Leblanc vio cómo crecíamos y me dijo que estuviera tranquilo». Además, el equipo naranja ganó el Tour del Porvenir 2000 con Iker Flores. Otro paso clave.
«Nos invitaron a ir a París para la gala de presentación del Tour 2001. Luego, un día antes del anuncio oficial que iba a desvelar los equipos invitados a la carrera, Leblanc me llamó para anunciarme nuestro debut. Era el premio a tanto trabajo», recuerda Madariaga.
Ese premio se convirtió ya dentro del Tour en un calvario. El Euskaltel-Euskadi se vio en el centro de la polémica cuando uno de sus corredores, Txema del Olmo, dio positivo. «Fue un estreno muy duro. Menos mal que los dirigentes del Tour, entre ellos Bernard Hinault, nos mostraron su apoyo. En el 'caso de Txema del Olmo' fue la Unión Ciclista Internacional (UCI) la que sacó a la luz ese tema para tapar otros. Había equipos que no nos querían en esa prueba. Lo de Txema salió porque lo decidió Verbruggen (presidente de la UCI). Esa noche hubo periodistas que nos anunciaron que nos iban a detener. Eso no pasó. El Tour sólo me pidió que Del Olmo, que ya estaba camino de casa, no durmiera esa noche en el hotel. Yo estaba destrozado, pero recuerdo que Leblanc me dijo que no estuviera inquieto, que tirara hacia delante. En ese momento, Patrick Lefevere, mánager del Quick Step, me abrió los ojos sobre las luchas entre equipos. Y Johan Bruyneel, el director de Armstrong, me alertó sobre que mi equipo tenía enemigos tanto en Euskadi como en España. El tiempo lo confirmó».
El Tour 2001 siguió adelante. El Euskaltel no dio la talla en una etapa de abanicos. «Ese día, desde el coche vimos que dos equipos no habían cogido avituallamiento. Algo se preparaba. Y en un descenso antes de un pueblo la carrera se rompió. Todos nuestros corredores, salvo Chaurreau, se quedaron muy atrás. Menos mal que luego cambió el viento; si no, perdemos hasta la herencia. Dos de los nuestros entraron en la meta fuera de control dentro de un grupo grande, pero todos fueron repescados», rebobina.
Y cuando ya se acababa la montaña, en el último puerto, llegó una victoria histórica, la de Laiseka en Luz Ardiden, la primera. «En la etapa anterior a ese triunfo, Roberto iba muy mal. No le daba la vuelta al cuerpo. Recuerdo ver a grupos de aficionados vascos que nos animaban. Eso nos dio impulso. Alcanzamos como pudimos la meta. Y mira, al día siguiente vino la victoria. Yo iba en el coche con la fuga de Roberto. Cuando ya se dirigía hacia el puerto final, pasó hacia delante el coche de Julián Gorospe, que llevaba a José Antonio Ardanza (presidente de Euskaltel). Mientras yo paraba, me iban adelantando los vehículos de otros equipos. Según pasaban nos felicitaban. Aunque no sé si ese triunfo valió la pena ante tanto sinsabor anterior, tanta traición. Mira, después de esa victoria directivos de Euskaltel intentaron deshacerse del equipo. Menos mal que Ardanza me creyó a mí y no a otros».
El Tour de 2003 colocó al equipo naranja en la élite mundial. Iban Mayo ganó en Alpe d'Huez y fue, con Haimar Zubeldia, uno de los grandes protagonistas. A esa camada le sucedió la generación de Samuel Sánchez, vencedor en 2011 en Luz Ardiden y rey de la montaña. «El equipo dejó una gran imagen. El año que se jubiló, Jean-Marie Leblanc vino a la presentación del Euskaltel-Euskadi, en el Euskalduna. Me dijo lo contento que había estado con nosotros y me adelantó que con su sucesor, Christian Prudhomme, no íbamos a tener tampoco ningún problema. Y Prudhomme lo ha demostrado. Me ha pedido que esté en actos del Tour con motivo de la salida en Bilbao y me ha invitado al Grand Depart. Sigo teniendo las puertas abiertas».
Ya lejos del ciclismo profesional y dedicado a la cantera, Madariaga asiste al desembarco en Euskadi del Tour. «Siento una enorme alegría. Hace un tiempo, durante una comida, Juan Mari Aburto (alcalde de Bilbao) me preguntó si se podía traer aquí el Tour. Le dije que eso dependía del dinero. Me propuso trazarle un camino. Hablé con Javier Guillén, director de la Vuelta, que ya había traído su carrera a Euskadi. Guillén hizo de mediador entre las instituciones vascas y el Tour. Sé que en una reunión Prudhomme nos puso a mí y al equipo Euskadi como ejemplo de buen comportamiento en el Tour». Aquella escuadra y su afición alfombraron el camino de la Grande Boucle hacia la Gran Salida en Bilbao del próximo sábado.
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