Plantilla de Orbea en 1913. En puertas de la Gran Guerra la fábrica de armas empleaba a medio millar de trabajadores.Archivo Orbea
Una larga etapa de más de 100 años
Cambio en la actividad empresarial ·
Hace un siglo Eibar vivió una revolución que transformó una industria que había enviado un millón de armas a la Primera Guerra Mundial en otra que puso ruedas a sueños y gestas deportivas de color amarillo
Euskadi acoge el arranque del Tour justo cuando se cumple un siglo del inicio de otro largo viaje. Un complicado trayecto lleno de puertos de ... categoría especial, que partía de una industria armera en crisis que se transformó en la factoría que puso ruedas a sueños deportivos, veranos mágicos y a un medio de transporte para unos tiempos en los que un vehículo a motor era un lujo al alcance de muy pocos.
85%
Es la producción
de bicis en España que tenían GAC, BH y Orbea
460
millones
de euros de facturación sumaron Orbea y BH en 2022
Hace 100 años, por el corazón de Euskadi, por la villa de Eibar, no pasaba el pelotón de los hombres más rápidos sobre la bicicleta, no. El paisaje era muy distinto y lo formaban históricas fábricas que habían albergado a 3.750 trabajadores y que acababan de enviar casi un millón de armas a la Gran Guerra. El sector vivía entonces una profunda crisis. La escalada de violencia y atentados durante la dictadura de Primo de Rivera llevó a la aprobación de varias normas que penalizaban y encarecían la licencia y tenencia de armas. Fue lo que se denominó 'pleito armero' y que terminó por hundir al sector.
Se agudizó el ingenio y las fábricas exploraron cómo adaptar su maquinaria para hacer otros productos. Al principio fueron máquinas de coser, como la mítica Alfa, pero pronto la mirada se fijó en el invento del barón Karl Drais que causaba furor en Europa. Los primeros en comenzar la fabricación de bicicletas, en 1925, fueron Loinaz, Gárate y Anitua. Dieron origen a históricas firmas como Ciclos Loinaz y GAC (Gárate, Anitua y cía). Muy pronto les siguieron la familia Orbea o los hermanos Beistegui (BH), que subastaron la primera bicicleta en una rifa benéfica en la Navidad de 1925. Se prendía la mecha ahora de una pasión que se hizo ADN de los vascos. La bici ganaba mercados y, sobre todo, corazones. Los fabricantes se dieron cuenta del componente emocional desde el principio y vieron en la organización de las primeras pruebas deportivas el mejor escaparate para contagiar el sentimiento hacia el nuevo vehículo que era, además, la mejor forma de transporte para una economía ajustada. En 1935 se celebró la primera Vuelta a España y las principales marcas vascas se repartieron el pelotón. Los belgas rodaban sobre una BH y los españoles encima de una Orbea. La victoria fue para el flamenco Gustaaf Deloor sobre un ciclo de los Beistegui, y a 12 minutos quedó segundo Mariano Cañardo, que llegó a Madrid montado en una Orbea. Tras el parón de la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial, la producción llegó a una edad dorada en la que desde dos barrios de Eibar -Urkizu y Txonta-, se fabricaban el 85% de todas las bicicletas de España. Orbea tenía entonces mil empleados y una producción de 85.000 unidades al año.
Sala llena de llantas en la vieja fábrica del barrio eibarrés de Urkiza.
Archivo orbea
El uso de la bici como medio de transporte seguía primando en el diseño del producto y, ante la dificultad para comprar coche, en los años cuarenta y cincuenta empiezan a aparecer las bicicletas equipadas con pequeños motores. Fue, por ejemplo, la VeloSolex de Orbea que se dio a conocer como la 'bicicleta que rueda sola' y que alcanzaba los 40 kilómetros por hora. Se llegaron a vender 60.000 unidades. GAC, por su parte, importó de Francia la Mobylette con un motor de 63 centímetros cúbicos con el que se introdujo en el mundo de las motos.
El desarrollo industrial de los años 60 y el crecimiento económico hicieron del coche un elemento al alcance ya de muchas familias. La industria ciclista sufre. Orbea atraviesa un complicado momento empresarial y acaba dejando la compañía en manos de los trabajadores, que la convierten en cooperativa y trasladan sus instalaciones a la localidad vizcaína de Mallabia.
Cadena de montaje de Orbea en la planta de Mallabia en los años sesenta.
Archivo Orbea
BH, mientras tanto, lleva su planta de producción a Vitoria y busca un hueco en el mercado de ocio y de verano para las familias.
Son años en los que pelean por un espacio marcas como Torrot o Luis Iriondo, también en Vitoria, o Zeus, un fabricante de componentes que monta bicicletas con los cuadros de la firma de Alsasua de Ciclos Letona.
Son los años ochenta y llega de Estados Unidos la reina de las dos ruedas, la 'mountain bike' con una especialización que pone a prueba a las marcas vascas todavía pensando en un mercado generalista. BH pasa por serios apuros y ajusta su tamaño centrándose en productos de gama alta, bicicletas 'indoor' y máquinas de gimnasio. Hoy tiene 200 empleados y una facturación cercana a los 70 millones. Representa, junto a Orbea, el único vestigio de la industria vasca de la bici. La cooperativa apostó por la personalización del producto y vive un momento dulce con mil empleados y una facturación que supera los 400 millones. El peso económico hoy es menor de lo que representaba los orígenes de esta industria en 1919, sí. Pero ¿acaso es posible poner precio a una emoción?
Las shimano vascas y un imperio de componentes
La industria de la bicicleta tiene un componente de manufactura por excelencia, la fabricación de los cuadros. Las máquinas que hacían los cañones de las escopetas se emplearon para los tubos de los cuadros de las bicicletas. Pero eran necesarios otros muchos componentes como los platos, piñones, manillares, frenos o sillines. Desde el principio, la ribera del río Deba fue generando pequeños talleres que surtían de estas piezas a las fábricas donde se ensamblaban las bicicletas. Fueron marcas históricas en el ciclismo como Triplex, el nombre dado por Bascaran a su sistema de pasador de piñones. Un revolucionario mecanismo que permitía al ciclista cambiar el desarrollo sin tener que bajarse de la bici. En Abadiano, Zeus se dedicaba a las mismas tareas llegando a convertirse en competidor del gigante italiano Campagnolo, hoy uno de los líderes del mercado.
Urcelay o GES fabricaban sillines, Marzana, en Gernika, proveía de faros, pilotos, dinamos y catadiópticos para las bicicletas de paseo. Sual se encargaba de platos y bielas, Urreta de los piñones, Laskibar de los radios de las ruedas, Iris de las cadenas y Amunategui de manillares y pedalieres. Un mar de siglas que se desbordaba por los valles de Eibar y llegaba a varios puntos de la geografía vasca.
La invasión japonesa de Shimano acabó con casi toda esa industria auxiliar ofreciendo productos fiables a precios imbatibles. Solo marcas italianas como los sillines de Prólogo o Campagnolo han conseguido aguantar el embate haciendo nicho en mercados de mucho valor añadido.
Pero aún quedan marcas con fuerte presencia vasca en la órbita del ciclismo. Es el caso de una de las históricas del textil, Etxeondo. El logotipo inconfundible con la 'E' y la 'O' es habitual en el pelotón profesional y en cualquier 'grupeta' que se precie. Spiuk es otra referencia en componentes de ropa y también en cascos y otros elementos familiares al ciclista.
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