Landa y Roglic le echan valor al Tour de Thomas

Ninguno de los dos, Landa y Roglic, alcanzó sus expectativas. El Tour será de Thomas. Lo merece. Pero con este último pedazo de los Pirineos se quedaron Roglic, ganador de la etapa, y Landa, que no pedaleó por él, sino por los suyos, su familia, su afición allí presente, su infancia... A este Tour que casi termina le ha faltado valor para partirse la cara contra el poderoso Sky. Roglic y Landa tampoco han podido con el imperio británico, pero se han atrevido a desafiarles. La contrarreloj de Ezpeleta (31 km) ordenará el podio: Thomas tiene renta de sobra, 2.05, sobre Dumoulin, al que amenaza Roglic, a 19 segundos. Froome, que se agarró como pudo, está a 13 segundos del esloveno y dos minutos por delante de Kruijswijk. Al holandés esa quinta plaza se la discute Landa, que acecha a apenas 3 segundos. «Quede quinto o sexto, esto es un paso adelante. Estoy con los mejores», dijo el alavés. A base de valor.

Landa tenía razón. Han tardado en escucharle. Es un dorsal para formar parte de la historia del Tour. A la Grande Boucle le gustan los grandes campeones, como Merckx, Anquetil e Induráin, y también los que se atreven contra ellos, como Ocaña, Poulidor.. O como Landa, que en la última etapa de montaña arremetió contra el Sky.

En el Pic du Midi, tan arriba, levantaron un observatorio para prevenir tormentas. Landa fue la tormenta. El Tourmalet es una de las paredes verticales del Valle de los Osos. Landa fue el oso. En el Tourmalet cabe la historia de esta carrera. A mitad de cuesta, a más de 100 kilómetros de meta, a la distancia de los valientes, de Coppi, de Bahamontes, de Fuente, el corredor alavés se sentó al piano. Es su posición de escalador puro. La del pianista. Las manos en la horquilla. La frente enhiesta, mirando de cara al coloso de piedra. Landa es de los que solo consultan a su corazón. Es ciclista por disfrutar de un día así. Salió a jugársela. Sin red. Que redoble el tambor. Su meta era el podio. El Movistar, que compuso una gran sinfonía, fue su orquesta. Y él, un chaval de Murgia, del monte Gorbea, hijo de un guarda forestal, se sintió en su lugar. Pertenece al Tour. Landa y después Roblic le pusieron música y letra a la mejor etapa de esta edición.

A Landa hay que esperarle siempre. El talento sale a flote. En la salida de Lourdes bromeaba: «Habrá que pedirle algo a la Virgen». El milagro le viene de serie. Nació con el don de la escalada. Montañés. El Movistar se enfrentó por él al Sky, que resguardaba al líder galés, a Thomas. El equipo español lanzó en la fuga a Amador y Bennati, integrados en el grupo de Gorka Izagirre, Nieve y Yates, Barguil, Mollema, Alaphilippe y Jungels. En este Tour en el que nadie había podido esquivar la buena puntería del Sky, el Movistar se echó la etapa al hombro. Y pesaba. Contenía las subidas al Soulor, el Tourmalet y el Aubisque antes de descolgarse hasta la meta de Laruns. Tierra de osos.

'Renuncia' es una palabra contra la que Landa pedalea. Tras el Soulor, se liberó del nudo del Sky en cuanto se inclinó el Tourmalet. Se sentía recuperado. Ya no notaba la deuda de aquella caída en Roubaix que le maltrató la espalda. Ha aprendido a convertir los golpes recibidos en ganas para otro combate. Así que, trasplantado a su infancia, se subió a la bicicleta de Iban Mayo, de Pantani, de Marino. Sus ídolos. Con Landa, que inició el día como séptimo en la general (a 4 minutos y 34 segundos), se fueron Zakarin, Bardet y Majka. Escaladores. Osos. El alavés ha prerarado este Tour en la Mongie, la estación de esquí del Tourmalet. Sabe que las montañas así le defienden. Aquí durmió en junio imaginándose donde ya estaba. Y entonces notó lo que quería, lo que buscaba. Su afición. Banderas, ikurriñas, pintadas. Abrió la boca para tragarse los ánimos que le regalaban las cunetas. Estaba en casa. La cueva del oso.

Durante esa cabalgada fue tercero de la general. Y luego segundo. Vértigo. «Cuando hemos cogido tres minutos, he pensado que todo era posible. Ufff», contó. El Movistar frenó a Amador. El costarricense paró para pedalear por Landa entre el Tourmalet y col de Borderes, la entrada por el valle al Aubisque. Amador, chamuscado de tanto Tour y tanto calor, cumplió su misión. Metió a Landa y Bardet con los de la fuga. Por un momento pareció que el Sky había dejado mal cerrada la puerta. ¿Podría Landa hacer saltar por los aires su plan? Respondió por el conjunto británico el Lotto-Jumbo holandés. Gesink, él solo, se comió la mitad de la ventaja del grupo en el que Landa derrochaba ambición.

La suma del Soulor y el Aubisque acabó con la aventura de Landa y dio inicio a otra, la de Roglic. El esloveno, firme en su apuesta, deshizo el nudo del Sky, que se soltó por el lado más débil, Froome. La cresta afilada de la montaña pinchaba una nube. Bajó la luz, pero todo se vio más claro. Roglic, ojos de almendra, colocó al límite a Thomas. Pero no le dobló. La cima los vio pasar juntos: Roglic, Thomas, Dumoulin, Landa, Bardet, Majka y, a unos metros, Froome remolcado por Bernal.

Parecía que Dumoulin iba a probar la pericia de Thomas en el descenso, pero eso lo hizo Roblic. El antiguo esquiador de saltos de trampolín voló, agachado, y se despegó de la hilera. «Ha aprovechado el rebufo de las motos», maldijo Dumoulin. En realidad, Roglic le echó más valor. Y eso le valió por 19 segundos la etapa que había iluminado Landa.