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Igor Antón ha salido poco antes de las once desde su casa en Galdakao, ha pasado por Larrabetzu, el pueblo de Jesús Loroño (ganador de una etapa del Tour en 1953) y llega puntual a Sondika, donde le espera EL CORREO para subir y palpar ... la cuesta, breve y dura, de Pike Bidea. Resopla y dice que se nota cansadas las piernas. Normal. Al excorredor del Euskaltel aún le dura la fatiga por los 450 kilómetros que recorrió hace tres días por puro placer, por dibujar a pedales el perímetro de Bizkaia. Le van los retos. A Antón le hubiera gustado estar el 1 de julio de 1903 en la salida de la primera etapa del Tour, de 467 kilómetros entre París y Lyon. Nació tarde para eso. Y nació pronto para estar otro 1 de julio, el de 2023, en la etapa que abrirá en Bilbao la Grande Boucle con Pike como punto clave y con la meta instalada en el Parque de Etxebarria frente a la Basílica de Begoña.
El exciclista vizcaíno, ganador de cuatro etapas en la Vuelta y una en el Giro, disputó tres veces el Tour. «Tuve ese honor... o esa desgracia, ja, ja, porque es la carrera más dura, la más intensa». En 2023 asistirá como espectador. «Iré con los txikis de la escuela ciclista que tengo en Galdakao y con la familia a ver pasar el pelotón por el Vivero. Y luego igual intento llegar por caminos de tierra hasta Pike Bidea, pero no sé si dará tiempo», comenta mientras se frota los guantes que protegen sus manos. Hace frío, unos ocho grados y sin sol.
El Tour desembarcará lanzado en Sondika tras el descenso del Vivero hasta Lezama. «El acceso a Pike será lo más complicado. Es el primer día del Tour. Habrá muchos favoritos y ninguno querrá cometer un error y entrar descolocado. El estrés y la tensión serán enormes», pronostica. Pero en este paseo a pedales compartido con EL CORREO ese tramo es el más clemente. Pike Bidea se estira durante dos kilómetros. Más que un puerto es un muro. El inicio, con una rampa del 9% entre casas, sirve de calentamiento. La carretera cruza después un puente sobre el corredor del Txorierri. Un trago de aire y zas, aparece la gran pared.
«Conozco esta cuesta por el Circuito de Getxo. Vi cómo se retorcían aquí los corredores. Tiene un kilómetro y 300 metros muy duros, con un desnivel sostenido del 14 y el 15%. Estar delante en el inicio será la clave», insiste. Antón lleva como piñón más alto el de 32 dientes. Lo usa. De pie, a diez kilómetros por hora, trepa hasta una curva a la izquierda que parece colgada de una terraza. Ufff. «¡Esto es duro, eh!», constata. La rampa alcanza el 20%. Obliga a los ciclistas a encoger la figura si van sentados y a retorcerse si suben erguidos. ¿Quién dijo que hacía frío?
Tras ese giro vertical, la carretera ingresa en otro tramo al 15%. Antón se sorprende. «De esto no me acordaba». No lo olvidará. La cuesta aprieta como un nudo. Pike Bidea tiene entidad como para poner en venta la primera etapa del Tour 2023. «La cima está a diez kilómetros de la meta. Pueden pasar el puerto velocistas como Matthews, gente rápida y con potencia en repechos, como era Óscar Freire», apunta. Es terreno para dinamiteros, para dorsales explosivos. «Cuidado con Alaphilippe, que vendrá con hambre de ser el primer maillot amarillo». Ese es el color del Tour y cubrirá Bilbao durante una semana para pintar luego las calles de los tres territorios vascos (tras la etapa inicial en Bilbao vendrán la segunda, Vitoria-San Sebastián, y la tercera, con salida en Amorebieta y meta aún sin designar).
La exigencia de este interminable kilómetro de Pike Bidea termina justo en el cruce con la carretera principal de Artxanda, cerca de Nogaro. Desde ese borde del camino se divisa toda la ciudad. Bilbao parece envuelta en papel de regalo. Luce. Antón baja por Enekuri, cruza la avenida de las Universidades, le guiña un ojo al Guggenheim y se mete en la pelea con el tráfico al atravesar el bidegorri junto a la rotonda del Ayuntamiento. Es el kilómetro final de la etapa. Queda la subida hasta el Parque de Etxebarria, donde estará la primera meta del Tour 2023 y donde terminará una jornada de 185 kilómetros que lanzará al mundo las mejores imágenes de Bizkaia a través de un trazado «al puro estilo vasco», como destaca la Grande Boucle, lleno de curvas entre el verde de las colinas, el azul del mar y el titanio del nuevo Bilbao.
«Tener el Tour aquí, en la puerta de casa, va a ser tremendo. Es julio, en vacaciones. Con todo el mundo en la calle animando... Y este final en Begoña, con rampas del 5 por ciento, no va a ser un sprint puro. Igual lo disputa un grupo pequeño. Va a ser espectacular», augura Antón ya en el Parque de Etxebarria, a la sombra de Begoña. «Buen sitio para ver bien la capital del mundo», bromea. En eso se convertirá Bilbao el 1 de julio de 2023, sede de la Gran Salida de ese viaje centenario que es el Tour.
«Supondrá un espaldarazo para el ciclismo vasco. Viene a visitarnos uno de los grandes espectáculos deportivos del mundo. Después de este tiempo de pandemia, el Tour traerá ilusión y, ahora que crece el Euskaltel, será una oportunidad para recuperar la marea naranja». Otro color que cuadra bien con el amarillo de la Grande Boucle.
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