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Además de por la rotura de la horquilla de su bicicleta en el Tourmalet en 1913, a Eugene Christophe se le recuerda, sobre todo, porque fue el primer maillot amarillo del Tour. Seis años después de aquel episodio de mala suerte, el corredor francés era ... el líder de la edición de 1919. Mediada la carrera, al patrón, Henri Desgrange, se le ocurrió un cambio: el primer clasificado tenía que llevar una prenda diferente. Amarilla, como el color del periódico que patrocinaba la prueba. A las dos y media de aquella madrugada, horario de salida de la etapa Grenoble-Estrasburgo (371 kilómetros), Desgrange vistió por primera vez de amarillo a un líder del Tour. A Christophe.
Ese color, sin embargo, no cambió su infortunada historia. Ya acariciaba el triunfo que la mala suerte le había quitado en 1913: tenía casi media hora de ventaja sobre el segundo, Firmin Lambot. Pero hay veces que el maleficio te persigue con saña. En la penúltima etapa, Metz-Dunkerque, Christophe tocó suelo en una caída colectiva. Al levantarse, no lo creía: otra vez la horquilla partida. Manos a la cabeza. Y enseguida, a buscar una forja. Desesperado, encontró un garaje. Tenía experiencia en la desgracia. En dos horas y media acabó la tarea, pero ya era tarde para ganar aquel Tour. A Christophe le consoló el cariño eterno del público francés, que aún le recuerda.
Cómo no hacerlo. Eugene Christophe es inagotable. Daba de qué hablar cuando perdía y también en la victoria, como en la Milán-San Remo de 1910. Italia era blanca, polar, aquella primavera. Un glaciar. No dejaba de nevar. El puerto del Turchino fue invadido por una tormenta. Hielo. Barro. Christophe subía solo. En la oscuridad. Pedaleando en una nevera. Escalaba atravesado por el frío, con las manos y los pies morados. Temblaba. Pensó en abandonar. Pero, ¿a dónde podía ir, huir?
Cubrió el último tramo del puerto a pie. Nadie arriba. Tiró hacia abajo. Más frío, más dolor. Hasta que se cruzó con dos espectadores. Suplicó. Le llevaron a un albergue. El 'Viejo Galo' estaba petrificado. Lo tumbaron en una mesa. Fuera ropa. Piel blanca, sin vida. Le frotaron con alcohol, le calentaron y le pusieron prendas secas. Media hora después, Christophe reinició aquella Milán-San Remo, la que acabó ganando.
Con ciclistas así se forjó este maravilloso deporte. Christophe estaba entre los 69 dorsales que iniciaron el Tour de 1919, el primero tras la gran guerra, el que sacó de la chistera el maillot amarillo. Desgrange lloró un rato a los corredores caídos en el conflicto armado y, sin pausa, diseñó un recorrido por las zonas de Francia más bombardeadas. Alsacia, Estrasburgo, Metz... En total, más de 5.500 kilómetros. A París llegaron 11 ciclistas. Habían sobrevivido a carreteras acribilladas, a su falta de preparación por años de guerra y a la escasez de todo. Hasta de ropa para competir. Muchos iban con un maillot gris, a juego con aquellos tiempos oscuros.
Desgrange no dejaba de darle vueltas a su imaginación. Y tuvo que esforzarse aún más en alimentar el atractivo de su carrera cuando algunas estrellas como el belga Philippe Thys abandonaron. Entonces se le ocurrió: en aquel pelotón de color ceniza, el público tenía que distinguir a líder del Tour. Mandó confeccionar un maillot amarillo con la carrera ya en marcha. Como si fuera una llama de esperanza entre las ruinas de Francia. Además, el líder era Christophe, el ídolo con el que se identificaba el pueblo, el esforzado al que siempre tumbaba la mala fortuna.
Así, Christophe estrenó la túnica sagrada del ciclismo el 19 de julio, en la salida de la decimoprimera etapa. Toda la luz para él. La afición le reconoció. Le jaleó. Aunque ni ese impulso anímico disipó su gafe. El 'Viejo Galo' disfrutó de la prenda durante tres etapas. A dos días del final, la horquilla, como en 1913 en el Tourmalet, se le quebró y perdió de nuevo el Tour. La victoria fue para Firmin Lambot, que tardó 231 horas y siete minutos en recorrer aquella edición de la Grande Boucle.
A Christophe le quedó el consuelo de ser para siempre el primero que lució el maillot amarillo y, también, de inaugurar una lista ahora encabezada, claro, por Eddy Merckx. El belga vistió de ese color 97 días, por delante de otro que casi llegó a su altura, Bernard Hinault, con 76. Tras ellos viajan en la historia Miguel Induráin (60), Chris Froome (59), Jacques Anquetil (51), Antonin Magne (38), Nicolas Frantz (37), André Leducq, Ottavio Bottecchia y Louison Bobet (34).
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