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El ambiente cromático que envolvía la amplia sala del Palacio Europa, en la Avenida de Gasteiz, era el idóneo para mostrar el arranque vasco del ... Tour'2023 y absolutamente contraindicado si el criterio del color recayese en supersticiosos del toreo y de las tablas escénicas. Así se pinta el desafío mayúsculo que acogerán los tres territorios conformadores de Euskadi dentro de año y medio escaso, en tono 'amarillo ilusión'.
Como manifestó el presentador del acto que respaldan todos los niveles institucionales de la comunidad autónoma, «el reto de estar en el punto de vista del mundo». Porque la prueba txirrindulari más relevante que existe del uno al otro confín, además de su patente propiamente francesa, extiende la influencia hasta considerarse un fenómeno universal. Algo que verá en vivo «la mejor afición del planeta» en palabras de Gorka Urtaran, alcalde de Vitoria y receptor de tantas personas convocadas ayer por su íntimo apego a los tubulares.
La meta que franqueaba el acceso al recinto por la que debían invadir a los asistentes las ganas de cruzarla con el signo digital de la victoria, las bicicletas trepadoras o rampantes a un lado del escenario, las siluetas acartonadas de los seguidores… Todo conducía a ese amarillo diferencial que evoca a la madre de todas las carreras. En argot ciclista, antes del horario previsto por la organización ya se veía a profesionales de ayer y de hoy, algunos con esa medalla imaginaria de caballeros de la Legión de Honor por sus triunfos de etapa en la ronda gala. Como Roberto Laiseka, ganador en la cima de Luz Ardiden, David Etxebarria, que se ha impuesto en dos o Ion Izaguirre, también una tarde sobre el peldaño más alto del podio.
El banderazo de la salida para lucir de largo el acontecimiento se produjo con el paseíllo de las autoridades políticas en abanico, como se perfilan los corredores cuando el viento pone el pelotón en alerta y a cavilar. El lehendakari, los tres diputados generales y los alcaldes de las capitales junto al director del Tour avanzaron en formación serpenteante hacia la cabeza del grupo y el estrado. Para amantes de los datos vale la referencia de que la sucesión de discursos y las proyecciones duraron 45 minutos de contrarreloj.
Imágenes que pellizcan el alma, tan propias de un deporte que ha alimentado los dichos grandilocuentes por su dureza intrínseca. La épica del ciclismo que corona a los héroes de siempre, el sufrimiento en los rostros como muecas, los ascensos flanqueados por un mar ondulante de ikurriñas en las etapas pirenaicas, los descensos 'a tumba abierta' cuando llueve sobre mojado...
Todo seguido con el interés emocionante de gente dura que se ha visto en semejantes trances como Mikel Landa, David López, Markel Irizar, Igor Antón, Iker Camaño, Koldo Fernández de Larrea, Abraham Olano, Pedro Horrillo o los directivos Miguel Madariaga y Jesús Ezkurdia. En esta era de la globalización que impone el idioma inglés como un esperanto de hecho, ayer quedó a la cola del pelotón ante el triángulo francés-euskera-castellano en plena escapada.
No faltaron las referencias, ineludibles y lógicas desde luego, a aquel triunfo legendario de José Nazábal en la etapa de la ronda francesa que acabó a las puertas de la fábrica Kas en Gamarra (1977). Por cierto, que el protagonista de aquella gesta faltó ayer al control de firmas por el mal del virus mutante. Y también se aludió al Euskaltel-Euskadi como «el equipo de todo un pueblo», alentado desde arcenes y cunetas por una hinchada dispuesta para la causa del orgullo patrio.
Habló Txomin Perurena, en buena forma a su edad, de aquel triunfo en la clasificación de la Montaña de 1974. Y Joseba Beloki, una plata y dos bronces después de tres semanas en la 'Grande Boucle', certificó que la magnitud expandida de la carrera francesa trasciende el deporte para meterse en la piel social.
Después de tantas odas a la bici como medio de transporte y herramienta de hazañas se formaron los corrillos posteriores a la ceremonia del podio. Mikel Landa, que acaparaba atenciones por sus posibilidades en el Tour, charlaba con sus colegas Ion Izaguirre y Pello Bilbao y Christian Prudhomme, director de la carrera ciclista por antonomasia. Marino Lejarreta, o sea el Junco de Berriz y ganador de una etapa gala, charlaba bajo su tupido cabello que el tiempo plateó hace ya tiempo. Y Eusebio Unzué, gerente general del Movistar, buscaba las charlas tranquilas con algún compañero de fuga. Nada de conversar en grandes grupos, que quizá le parezcan tanto gentío como albergan los pelotones agrupados.
Las reacciones de los protagonistas
«Seguro que todos están pensando en el sitio idóneo para verlo. Si hace bueno, la imagen será espectacular».
Su contrato por una temporada en el Cofidis le hace ser prudente. «No sé si estaré, pero tengo ganas». Sorprendido de que el primer día sea tan exigente, tuvo ganas de lanzarse ya a competir a la carretera. «Mañana mismo saldría». Izaguirre se mostró seguro de que el Tour es el mejor evento «para promocionar la tierra». «Dejará ver el país donde vivimos, para el turismo vendrá muy bien y la afición estará encantada de tener en casa la mejor carrera del mundo. Yo como ciclista espero dar el callo».
«La afición vasca tiene la oportunidad de confirmarse como la mejor y mostrar las maravillas de esta tierra».
El Galdakao se relame de que el Tour pase por 'su' Vivero y lo disfruten los integrantes de su escuela ciclista.
Ilusión con el guipuzcoano y encantado con el recorrido. «Iremos en familia a las cunetas. Va a ser una gozada».
Bilbao se reserva para el Tour de 2023. «El año que viene no puedo faltar y este he hecho un calendario alternativo para tomármelo con otros aires». Irradiaba ilusión al descubrir que la carrera pasará por su Gernika natal. «Ha sido el remate final». Su pueblo se verá en más de 190 países. «Vivimos en un sitio especial, siempre lo valoro por mucho que haya viajado. Vamos a compartir nuestras carreteras de entrenamiento». Aunque suele evitar el tráfico de Bilbao, ahora tiene una excusa para «conocerlo al milímetro».
Dos etapas «duritas» de inicio, pero Mikel Landa no piensa en el amarillo. Le vale con estar. «Si todo va bien, estaré fijo». El alavés reconoció que cuando se hizo el anuncio oficial aún no era consciente del impacto. «Dentro de 20 años hablaremos de que el Tour empezó aquí y querremos que vuelva. Será una fiesta que disfrutaremos todos. Los que lo podamos correr, como corredores. Y los que no, como aficionados». Y puso freno a las esperanzas de tener al Euskaltel en la salida. «Es mucho soñar».
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