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Para ganar este Tour, Chris Froome va a tener que subir algo más que los Alpes o los Pirineos. Tiene en frente la cordillera del Himalaya. Los datos de su desafío son de esa talla. Desde 1998, desde Marco Pantani, nadie encadena los triunfos ... en el Giro y el Tour. Alberto Contador y Nairo Quintana lo intentaron y sucumbieron. En 13 meses, de julio de 2017 a julio de 2018, Froome va a disputar cuatro grandes vueltas: ganó el Tour y la Vuelta en 2017, acaba de vencer en el Giro 2018 y va a por este Tour. Ni los grandes mitos del ciclismo han llegado tan arriba. Y a ese inmenso reto se le añade un enemigo incontrolable, el público francés. ¿Cómo reaccionará tras la absolución de Froome en el proceso antidopaje por su caso positivo en la pasada Vuelta? En el primer acto de esta edición, la presentación de equipos en La Roche-sur-Yon, recibió silbidos y abucheos de parte de los aficionados. Ya sabe lo que le espera. Esa cuesta arriba invisible.
Durante casi diez meses, la vida de Chris Froome ha estado metida en una probeta de laboratorio. En su cuerpo apareció durante la Vuelta el doble de la tasa permitida de salbutamol. Desde entonces, el británico y sus abogados han acumulado informes científicos para desmontar este test antidopaje. Y, justo unos días antes del Tour, lo han conseguido. La Unión Ciclista Internacional (UCI) y la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) han sufrido un revés. Tras llevar años supendiendo por el salbutamol a ciclistas como Petacchi y Ulissi, resulta ahora que ese control no es fiable. Eso defendía Froome y no han podido contrarrestarle.
El doctor Fitch, que fue el encargado de fijar los límites de esa sustancia en el organismo de un deportista, reconoce que cometió «un terrible error». Cuando estableció la tasa, por ejemplo, utilizó pruebas de esfuerzo realizadas por nadadores. «Como mucho eran de una hora, mientras que los ciclistas están hasta seis horas sobre la bici», dice ahora. El efecto de un fallo así sobre la lucha antidopaje es demoledor.
Froome, que recurre al salbutamol porque es asmático, respira al fin. «Las cosas se han aclarado. Puedo mirar adelante y centrarme en la carrera para afrontar el mayor desafío de mi vida. Nunca he corrido seguidos el Giro y el Tour», declaró en su primera conferencia de prensa en este Tour. «Sabía que no había hecho nada malo», agregó en el gimnasio municipal de Saint-Mars-le-Reorthe, el pueblo donde se aloja el Sky.
Desde mañana se comprobará la reacción del público. Froome, siempre educado y atento, no tiene el perfil retador de Armstrong o el mal genio de Wiggins. El Sky y el Tour tratarán de reforzar la seguridad en torno al corredor británico. No es fácil blindar a nadie en un deporte al aire libre que junta a cientos de miles de personas en un puerto como el Alpe d'Huez. Uno de los rivales que más crítico ha sido con Froome, el francés Romain Bardet, lanzó un mensaje a favor del juego limpio: «Tenemos que disputar este Tour en un terreno neutral. Esta carrera es una fiesta nacional y a los corredores hay que respetarlos, a Froome el primero». El deseo de Bardet no se cumplió en la presentación de equipos. El público disparó sus primeros pitos. Empieza la presión sobre el cuádruple ganador del Tour.
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