El director del Tour, a la afición vasca: «Habéis sido formidables»

Al otro lado de las vallas, sin querer que su condición de triple vencedora del Tour femenino le supusiera ningún privilegio en la salida de Amorebieta, Joane Somarriba elegía las tres palabras perfectas para definir el Grand Depart del Tour en Bilbao: «Ha sido emocionante». Coincidía con Bingen Zupiria, consejero de Cultura del Gobierno vasco: «Guardaremos para siempre las imágenes y las emociones de estos días». El discurso de Elixabete Etxanobe, diputada de Administraciones Públicas de Bizkaia, viajó al futuro: «Todavía no nos damos cuenta de lo que esto va a significar para Euskadi. Ha sido un honor acoger el Tour». El lehendakari Iñigo Urkullu dio el banderazo.

Como en la primera etapa, Bilbao-Bilbao, y en la segunda, Vitoria-San Sebastián, la salida en Amorebieta se convirtió en un hormiguero de gente. «Es un día histórico para el pueblo», destacó al alcaldesa, Ainhoa Salterain. Lo fue. La localidad vizcaína se metió de lleno en la fiesta multicolor del Tour. Amorebieta, donde tanto tiempo se disputó la Klasika Primavera, sabe de ciclismo.

Un ejemplo: al fondo de la hilera de autobuses de equipo que aguardan el inicio de la jornada se ve venir a un espigado ciclista del Jumbo. Con el rostro casi tapado por gafas, gorra y mascarilla. Da igual. Los aficionados le reciben coreando su nombre: «Benoot, Benoot», corredor belga y gregario aquí de Vingegaard. Detrás pasa Cavendish, que no deja de saludar. «Ha sido la mejor Gran Salida de los últimos años», asegura. Y ha estado en catorce ediciones de la ronda gala, en las que ha ganado 34 etapas, tantas como Eddy Merckx. Busca una más para quedarse a solas con el récord.

En la acera de enfrente, el autobús del equipo Bahrain tiene público para llenar un concierto. Los aficionados esperan que tras la puerta tintada aparezcan Mikel Landa y Pello Bilbao, ídolos locales. Fuera, Andrea, la esposa de Pello, juega con la pequeña Martina, que no para. Inquieta. Tiene nervio. Su aita baja al fin y la gente canta su nombre: «¡Pello! ¡Pello!». El ciclismo vasco necesita ídolos. La presencia aquí del Tour ha iluminado tanto al corredor de Forua como a Landa. «Han sido los días más intensos que he vivido como ciclista», subraya Bilbao. Sus padres le miran desde la valla. Los vecinos le aplauden desde los balcones. Sigue la fiesta vasca del Tour.

«He corrido estos días con más ganas que nunca», desvela el ciclista vizcaíno. Lástima del pinchazo que le frenó el sábado en Pike Bidea, la etapa que tanto quería ganar. «Fue una pena. Pero, bueno, en la jornada de San Sebastián ataqué porque la gente lo merecía. Me he visto con ganas y me llevo de aquí esas ganas para las etapas que vienen», avisa. Sufrió otro pinchazo en esa segunda jornada, cerca de Oiartzun, donde otros «treinta corredores» pasaron por el mismo trance por culpa de alguien que sembró la ruta de chinchetas y puso en peligro la integridad de los deportistas. «Tenía malas intenciones», critica.

Mientras Pello firma autógrafos, se saca fotos con aficionados y mira a Martina, tras la cortina de la puerta del autobús se ve a Mikel Landa. El 'landismo', esa corriente de fe que cada vez gana más devotos pese a que el alavés no es un rematador, vive su mejor época. «¡Loolololoololó, Mikel Landa!». Cofradía de voces. Landa, que se sabe por debajo del nivel de Pogacar y Vingegaard, lucha por el tercer cajón del podio. Sueña con esa plaza que se le escapó por un segundo en 2017. Y disfruta de estos días metido en el 'Tour de Euskadi'. «Está siendo una fiesta. La gente ha estado a la altura de lo que se esperaba. Lo estoy pasando muy bien con tanto apoyo», señala.

Clasificado entre los diez primeros, el alavés ha despejado sus dudas sobre el estado físico con el que llegaba al Tour. Estuvo con los mejores en Bilbao y en San Sebastián. Estoy bien y confío en ir a más». Se cita con los inminentes Pirineos. Y se despide, como el Tour, de tres jornadas inolvidables pedaleando sobre el paisaje que tan bien conoce. Entre las muchas imágenes que ha dejado el Grand Depart, Landa se queda con una: «La salida neutralizada por las calles de Bilbao. Nunca había visto tanta tente. Había tres y cuatro filas de gente en las aceras. Fue impresionante. Emocionante». De nuevo, esa palabra se pega como una etiqueta al recuerdo que deja algo que perdurará, la Gran Salida del Tour en Bilbao.

«Esperábamos que hubiera gente, pero no tanta», destaca Ion Izagirre, que tuvo el domingo su fiesta particular tras el triunfo en San Sebastián de otro corredor del Cofidis, el francés Lafay. Al ciclista guipuzcoano, muy ovacionado también, se le eriza la piel al recordar algún pasaje de este comienzo de la Grande Boucle. «Es que había gente hasta en las bajadas», comenta camino del punto de salida de la tercera etapa, la que se despedía de Euskadi y de una afición, como recalcó Prudhomme, «formidable».