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La Academia Ciclista Británica, germen del equipo Sky, nació para dominar el ciclismo mundial. Era estricta. De régimen cuartelario. Ciclistas soldados. Ron Ellingworth era uno de los entrenadores. Duro. Por sus manos pasó un chico con cara de malo que venía de la lluviosa Isla ... de Man. Un rebelde. Bromista e indisciplinado. No daba la talla en los tests psicológicos ni en las pruebas de esfuerzo. Pero, contra todo pronóstico científico, ganaba carreras. Había nacido con ese don competitivo. Ellingworth evitó que lo expulsaran. Le rescató de sí mismo. Y ahora, con 36 años y con medio Tour aún por disputar, Cavendish ha sumado en Valence su tercer sprint en esta edición y su victoria número 33 en la Grande Boucle, a sólo una del récord de Eddy Merckx, el mejor ciclista de todas las eras. Codearse en algo con el 'Caníbal' da hasta vértigo. Y quedan cuatro jornadas para el sprint. Para la historia.
Merckx siempre tuvo grandes gregarios. Algunos aún forman parte de su cuadrilla de jubilados. Íntimos. Cavendish los ha encontrado en el Deceuninck. Los cinco kilómetros de acceso a Valence aguardaban con cinco rotondas. Y la carretera se iba estrechando. Embudo. Había que llegar bien colocado al giro final para no perder velocidad a apenas 300 metros de la pancarta. El Deceuninck, la 'manada de lobos', distribuyó sus piezas. Alaphlippe, campeón del mundo, inició el desembarco. Asgreen, ganador del Tour de Flandes, impidió que nadie les quitara el sitio. Y Morkov, oro en el Mundial de pista, se encargó de lanzar en la última curva a Cavendish, que ha sido campeón del mundo de ruta y de velódromo y también medallista olímpico. «Yo sólo tenía que terminar el trabajo. Casi no he tenido que hacer nada», agradeció el británico tras superar a Van Aert y Philipsen, dos de los pocos velocistas que sobreviven.
Pese a venir de una jornada de descanso, al pelotón del Tour le duraba aún la resaca de los Alpes: las imágenes del frío, de corredores desnortados en la meta, sostenidos por sus auxiliares... Y todos convencidos de que habían asistido a la confirmación de que están en el tiempo de Tadej Pogacar, el líder inaccesible, el mejor contrarrelojista y el mejor escalador. El número uno, eso sí, comienza a sentir el peso de su condición. La sospecha. Es la maldición de este deporte con tantos escándalos farmacológicos en su pasado. A falta de rivales en la carretera, tendrá que lidiar con las preguntas y la dudas. Así son las servidumbres del éxito en el ciclismo.
También hay quien le tiene fe, como Eddy Merckx. Al viejo 'Caníbal' le gustan los campeones así, demoledores. «El Tour se ha acabado», anunció el mito belga tras la exhibición del esloveno el sábado en Le Grand Bornand. Merckx siente que Pogacar es de su especie. En esa estirpe, en cambio, no mete a Mark Cavendish, el velocista que amanaza su récord de 34 victorias en el Tour. En la salida de Albertville, Cavendish estaba a solo dos triunfos y ya acecha a uno. Tan cerca. «Bueno, pero no ganará ni cinco veces el Tour ni vestirá como yo 96 días de amarillo», puntualiza Merckx. Se levantó de la silla y dejó claro que por muchas etapas que sume Cavendish no llega ni de lejos a su altura.
Aun así, el británico es historia de la Grande Boucle. Sin los retirados Ewan, Merlier y Demare, sus opciones de vencer en la meta de Valence crecían. Sólo podían encararse con él corredores más completos como Colbrelli, Van Aert, Matthews, Philipsen y Sagan. Pero ninguno tiene su punta de velocidad ni la cobertura del mejor equipo en este oficio, el Deceuninck, que no dio permiso a la fuga de Van der Sande y Houle. Cerca de Valence sopló el viento de costado. El conjunto belga se subió en su alfombra voladora y montó un corte que pilló en fuera de juego a Pogacar. Fue un momento. Enseguida, el líder, él solo, atajó la revuelta. Todo se calmó. Cavendish dio un paso más hacia el récord de Merckx y Pogacar, otro hacia el Ventoux, punto clave de la esperada etapa.
En el Ventoux hay un momento en que parece que el aire se acaba. Ahogó para siempre a Simpson, mareó a Merckx, enloqueció a Kubler, hizo correr a pie a Froome en 2016... En este gigante de piedra blanca que domina Provenza, dicen, puede pasar de todo. Mantiene su enigma, su leyenda y su magnetismo. A eso, a que es impredecible, se agarran los que, en voz baja, amenazan el reinado de Pogacar como O'Connor, Urán, Vingegaard, Enric Mas y Carapaz. La etapa tiene doble ración del Ventoux, primero por la ladera de Sault y luego por la más dura, la de Bedoin, antes de un largo y sinuoso descenso hasta la meta de Malaucene. El líder esloveno se enfrenta por primera vez a esa montaña pálida que emerge como una cabeza giratoria y cruel que ha visto pasar y padecer a todos los campeones. En el mágico Ventoux, todo puede pasar. Pogacar mira hoy a la cara al Gigante de Provenza.
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