Sagan y Ewan se cayeron al entrar en la recta del sprint. afp

El Tour de las caídas tira a Roglic y asusta a Pogacar

«Algún día va a haber un muerto», denuncia Madiot tras el peligroso final de etapa en el que se impone Merlier

Lunes, 28 de junio 2021, 14:24

Si al diablo le dejan diseñar un final de etapa, le sale así: estrecho, curveado y cuesta abajo. El pelotón se metió en esa trampa como si subiera a un toro mecánico recién engrasado. A cada giro salía despedido un puñado de ciclistas. Primero ... voló, capa incluida, el de siempre, 'Supermán' López. Luego salió rebotado Roglic, que se dejó el pellejo de la cadera zurda. Ya en la bajada final, Pogacar y Haig (el australiano se retiró) tomaron recto un bucle a la izquierda. Y con todo el pelotón cortado en tajadas, la curva final vio la caída tras rozarse de Sagan y Ewan, que se raspó la espalda hasta hacerse carne viva. El diabólico sprint de Pontivy lo ganó el belga Tim Merlier, bien lanzado por el líder, Van der Poel, y lo perdieron muchos. Enric Mas se dejó 15 segundos. Ni tan mal. Pogacar, sin heridas, 26 segundos, como Thomas y Urán. Y Roglic y López, casi minuto y medio. Corneados por el toro mecánico que activó el diablo. Sólo Alaphilippe y Carapaz salieron indemnes en este Tour que es un infierno.

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Un matadero. Desde el principio de la etapa. La costa bretona es anfibia, tierra y mar. Allí mandan las mareas. Tampoco el cielo es estable. Al sol le suceden las tormentas. La tercera etapa del Tour rodaba por esas arenas movedizas cuando al pasar por un badén se cayó Geraint Thomas. Gesink le pasó por encima. Thomas se echó la mano al hombro, dislocado. El médico del Ineos se lo recolocó y, dolorido, pudo seguir. Gesink se sentó en un murete junto a la playa, bajo un pino. No volvió a la bicicleta. Roglic pierde así a uno de sus soportes. La primera semana del Tour continuaba cobrando su cuota de sangre en medio de la fiesta familiar del líder, Mathieu van der Poel.

Antes de venir a su primer Tour, el holandés ya tenía un maillot amarillo en casa, el de su padre. Pero Adrie nunca le dejó ponérselo. «Hay que ganárselo», le repetía. Y se lo ganó el domingo para compartirlo con su abuelo Raymond Poulidor, que nunca había lucido esa prenda. En la salida de Lorient, Van der Poel apareció con una bicicleta amarilla que llevaba una leyenda en el cuadro: 'Allez Poupou. 14 Tours. 7 etapas. 3 segundos puestos. 5 terceros. Pero el amarillo estaba destinado a esperar hasta ahora. Allez Mathieu'. Circulo cerrado. Promesa cumplida. Decía Poulidor, el 'eterno segundón' fallecido en noviembre de 2019, que su nieto es un «ganador nato». «No retrocede ante un obstáculo, va contra él». No es el único. De hecho, cada vez se frena menos. Los ciclistas van al Tour como a la guerra.

Con la fuga de Barthe, Schelling, Schar, Wallays y Chevalier acabó la tensión del pelotón. El grupo aceleró por el miedo a lo que venía, los 20 kilómetros finales trazados por el demonio. Pontivy, el pueblo bretón de la meta, es la cuna de David Lappartient, presidente de la Unión Ciclista Internacional (UCI). La etapa era un guiño para él. Pero quien diseñó el recorrido tenía los dos ojos cerrados. Ciego. La dosis de peligro era excesiva y convirtió el parte médico en la clasificación alternativa del Tour. «Yo fui ciclista pero no me gustaría que mi hijo lo fuera hoy», denunció Marc Madiot, patrón del equipo Groupama. «Si no hacemos nada, va a haber muertos», avisó.

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La carrera del estrés

El Tour es la carrera del estrés. Las emisoras de los directores gritan órdenes. Todos los ciclistas tienen que estar delante. No caben, pero... Triunfar en la Grande Boucle lo justifica todo, hasta sobrepasar los límites. Ya antes de que empezara el toro mecánico a expulsar ciclistas, se vio a varios rodar por el césped. La carretera, angosta, no daba para todos los que querían ir en cabeza. Alaphilippe y Sagan, entre otros, se columpiaron en ese alambre por las cunetas. Son funambulistas y se salvaron.

'Supermán' López tiene otro perfil. Es de los que se caen a menudo. Y eso le pasó cuando a 15 kilómetros del final todo eran codazos, roces, gritos, frenazos y velocidad. Angustia. Su compañero Arcas, que mide un palmo más, le dio su bicicleta. López inició la remontada y cinco kilómetros más allá se encontró a Roglic sentado sobre la hierba. Sangrante. Retorcido. Con el culotte arañado. Su equipo, el Jumbo, le esperaba. Por un momento pareció que era el final. Y no. El esloveno pudo seguir, aunque el golpe le iba a costar más de un minuto. Cambia su Tour. Ya tiene a varios rivales por delante.

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Uno de ellos, Pogacar quedó cortado un poco más allá, en el vertiginoso descenso hacia la meta acelerado por Mohoric. El ganador del pasado Tour no pareció hacerse daño. En cambio, Haig se quedó allí clavado. Roto. El Tour era puro caos. Una escabechina.

Y faltaba la caída final en el sprint, ya entre los veinte que habían esquivado la guillotina de la última bajada. Van der Poel tiraba de Merlier. A su rueda, Ewan y Sagan sacaban los espolones para hacerse con el rebufo. Se tocaron. Ewan patinó y arrastró a Sagan. Saltaron chispas. El eslovaco se levantó. A Ewan lo sacó de allí la ambulancia sin piel en la espalda. Al fondo, más allá de la pancarta, Van der Poel terminaba su primera etapa de amarillo abrazado a Merlier, un ciclista que en 2019 no encontraba equipo, que viene de ganar una etapa en el Giro y que fue el primero en cruzar la puerta del infierno de Pontivy. Van der Poel sigue de amarillo, con Alaphilippe detrás (a 8 segundos) y Carapaz, tercero ( a 31). Pogacar es sexto, a 39. Enric Mas, séptimo a 40 segundos. Y Roglic se aleja a minuto y medio. Para ganar el Tour antes hay que sobrevivir.

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