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El asfalto sobre el que se graba la historia del Tour le esperaba a unos kilómetros de la meta, en una media curva de apariencia amable, pero barnizada de brea abrasada, blanda, engañosa. Joseba Beloki venía de cara, atacante, ciclista nuevo, reinventado, alma de campeón: ... era ya el rival de verdad de Lance Armstrong en 2003. El americano viajaba soldado al aliento del alavés, pero no era el único: la desgracia también seguía los pasos del corredor del ONCE-Eroski. El tubular trasero, esos dos centímetros de goma que sostienen a un ciclista, se pegó al asfalto recalentado por un sol de semanas. Prefirió el beso del alquitrán y se despegó de la rueda. Beloki sintió el escalofrío de una traición. El Tour crujió, se partió: tiró a Beloki, lo quebró -fractura en un fémur- y le abrió un camino sobre un sembrado a Armstrong, monopolizador de toda la fortuna. El americano filmó la imagen del Tour 2003: sorteó a Beloki y bajó a pedales por una ladera de cebada. «Encontré un pequeño camino», se felicitó el tejano. No había ni precipicios, ni casi baches. Hizo cien metros campo a través y puso pie a tierra para reintegrarse a la brea que había tumbado a Beloki. Toda la suerte del Tour fue suya. Donde a Beloki le cavó una tumba, a Armstrong le dibujó un atajo.
El estadounidense dejó tras él la escena de una desgracia. Y su sonido: «¡Manolo (Saiz, su director), móntame en la bicicleta, móntame!», pedía Beloki. Su codo derecho, abierto, supuraba sangre agria. Rogaba con un sollozo retenido. Trató de levantarse y notó hueca una pierna, desconectada. Tenía el tono de luto del asfalto envolviéndole el cuerpo, que parecía un traje abandonado. Miró a sus directores, y a Jaksche y Azevedo, los compañeros que le aguardaban para remolcarle. Notó el silencio. Es lo peor. Un silencio infinito.
Vio los ojos ardiendo en lágrimas de los que le esperaban y supo que aquello había acabado. Su maillot se convirtió entonces en un pañuelo al que fueron todos los lamentos del equipo. El Tour le había abandonado, le había engañado con un mapa falso: aquella media curva escondía el pegamento de alquitrán que acabó con el mejor Tour de Beloki, con el mejor de los 'Belokis'. La ambulancia que le llevó al Hospital General de Gap recogió a un ciclista perdido, desorientado, rodeado por el infortunio. El Tour fue cruel: le rompió una pierna, le obligó a pasar por el quirófano y le arrebató la que iba a ser su gran temporada. Y las posteriores.
En las estadísticas, quedará como la etapa que ganó el kazajo Vinokourov, que se colocó segundo en el general; pero no fue sólo eso. Fue la jornada que se desdobló entre Armstrong y Beloki. El alavés engrandeció el puerto de Saint Apollinaire. Convirtió ese alto de segunda en otro Alpe d'Huez. Allí lanzó un reto entre su manillar y el de Armstrong. «Sígueme si puedes». El americano pudo, pero Beloki dejó patente que en esa edición estaba prohibido no intentarlo. El vitoriano, otra vez al ataque, resumió la lista: le aguantaron de inmediato Armstrong y Mayo, y luego Zubeldia, Hamilton, Vinokourov, Ullrich, Basso, Hamilton y Laiseka. Un Tour al ritmo de Beloki, el chaval de Lazkao que había crecido enamorado de esa carrera.
Quedaban el ascenso y el descenso del último puerto, una cota mínima, la Rochelle. Beloki, con su rictus de pesimismo estable, seguía calibrando a Armstrong. Vinokourov, el ciclista de hielo que mejor se desenvolvía en el horno francés, le puso músculo al último kilómetro de la subida. Armstrong, por fin huérfano de sus fieles Heras, Beltrán y Rubiera, inició su desgaste. Era su Tour más difícil. Pactó con Beloki compartir la persecución del kazajo en el revirado descenso.
Beloki ya no era el mismo. Era otro. Había sido segundo y tercero del Tour. Esta vez pedaleaba para ganar. Hasta que el infortunio de la Grande Boucle se le pegó al tubular y lo despegó de la llanta cuando encabezaba la caza. El Tour, dueño de todo, le regaló un atajo a Armstrong y arrastró por el suelo a su rival, a Beloki. Cascado, con la cara descolgada: la anatomía de un campeón triturado. «Desde el primer momento supe que era el final», confiesa.
De él habló Armstrong. Su condolencia mide al vitoriano: «Estoy disgustado. No me gusta perder así a un rival tan grande». Beloki, segundo del Tour 2002 y tercero en 2000 y 2001, salió a ganarle a Armstrong en 2003. Tenía fuerza pero no fortuna. Esa caída frenó en seco, como un tajo, su carrera.
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