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La espera en El Vivero mereció la pena

Un centenar de personas acamparon desde el viernes y miles se agolparon en los arcenes del penúltimo puerto de la etapa para vibrar con la carrera

Carlos Nieto

El Vivero

Viernes, 30 de junio 2023

Ningún aficionado aguantó más en Bizkaia para ver pasar por primera vez el Tour de Francia que el centenar de personas que desde la tarde del viernes se lanzó a la aventura de encontrar un sitio donde dormir en El Vivero. Una vez que la ... Policía de Galdakao desalojó el parking principal, ubicación de una zona de animación durante el paso de la carrera, los alrededores del frontón situado cien metros abajo fueron el aparcamiento improvisado de coches, furgonetas, autocaravanas y hasta un par de tiendas de campaña que la Ertzaintza permitió instalar (o quizás decidió no desmontar).

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La barbacoa y la música se alargaron hasta bien entrada la noche. Banderas asturianas, catalanas y hasta una noruega daban color al campamento levantado, donde el buen rollo imperó en las 24 horas en las que convivieron. Desde el país nórdico llegó una familia que había cruzado el continente entero y que durante las próximas tres semanas seguirá el paso de una carrera que allí arriba también levanta pasiones. «Es la primera vez que lo hacemos con los niños (dos), pero está siendo una aventura fantástica», dijo a EL CORREO Martin Freksen, de Bergen.

Juan Lazkano

De más cerca, desde Mieres, Asturias, vinieron dos amigos cuya 'camper' estaba presidida por la enseña del Principado. «Siempre viene conmigo», comentó Víctor González, que estuvo en una etapa del Tourmalet. «Pasando cerca de casa era una oportunidad magnífica, vamos a tomar algo y mañana un paseíto antes de que lleguen», aportó su colega Fernando Ordiales.

Algún valiente aparcó su vehículo, cogió su bici y bajó a Bilbao para luego subir el puerto y sentirse parte de la Grande Boucle. «Hemos venido muy pronto para coger sitio en el parking hasta que nos han echado y hemos venido aquí», explicaba algo molesto Carles Reixach, de Girona, que junto a su familia bajó hasta la capital vizcaína a tomar «zuritos y pintxos». «Siempre vamos a la Vuelta y al Tour cuando van a Pirineos, y nos apetecía acercarnos a Euskadi. ¡Es la leche!». Otra cuadrilla catalana se encargó de animar el cotarro y a golpe de altavoz poner clásicos locales como el «Sarri, Sarri» y otros himnos rockeros.

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Corrillos para seguir la etapa

Ya de día, las ikurriñas comenzaron poco a poco a golear al resto de símbolos. Impulsado por el reparto de estandartes, entre diversos ejemplos de 'merchandising' oficial, el emblema vasco se adueñó de la animación de la zona. No así el tradicional color naranja del Euskaltel, que fue dejando paso a camisetas de lunares rojos como el maillot de la montaña de la ronda gala. Todo un acierto, sin duda, del patrocinador, Leclerc, que triunfó con su estrategia de marketing.

Los chavales que tenían contratados no dejaron de subir y bajar el puerto durante todo el día, siendo jaleados y desatando risas, no fuera a ser que alguien se quedase sin la gorra y prenda correspondiente. La gran mayoría vistió de lunares, aunque la marea naranja autóctona se hizo ver, como no podía ser de otra forma.

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Juan Lazkano

La mala cobertura también merece una mención en esta contracrónica del Tour. La masificación subrayó el déficit de la red de esta zona montañosa. Eso convirtió la jornada en todo un rompecabezas para seguir la etapa que arrancó y finalizó en Bilbao. Pocos eran los afortunados cuyos dispositivos respondieron a sus deseos y pudieron seguir el recorrido de los ciclistas por Bizkaia.

Y si el susodicho contaba con un altavoz, muchos se acercaban y formaban un círculo, como si del Mesías se tratase. Entre música, paseos en bici y un bar (el único) a reventar, pasaron las horas hasta que la muchedumbre bajó el puerto en dirección a las rampas más duras, donde Pogaçar, Vingegaard y compañía pasaron alrededor de las 16.30 horas.

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Y aunque no hubo ataques entre los favoritos, la afición vasca no defraudó y se volcó de lleno con sus ídolos locales, con los siete profesionales vascos presentes en la carrera. Una larga espera, para algunos de más de 24 horas, que acabó con un día en el que el tiempo acompañó pese a un travieso sirimiri que amenazó durante la mañana. El Vivero, hace un año testigo de la Vuelta, aunque en la subida desde Lezama y no de Galdakao, como en la etapa inaugural de este ya histórico Tour, siempre responde.

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