Este Tour tiene magia. Hasta la decimoctava, la etapa que en principio no tenía nada, sacó un chorro de emoción de su chistera. Al fondo del pelotón, entre los rodadores, aún quedaba algo de fuerza tras 18 jornadas de agonía. De ese rincón y tras ... estar ocultos en la montaña aparecieron tres fugados. Dos eran altos, Kasper Asgreen, ganador del Tour de Flandes, y Jonas Abrahamsen. Y uno era fuerte, compacto, Víctor Campenaerts, antiguo poseedor del récord de la hora.
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Se les unió luego un compañero de Víctor, Pascal Eenkhoorn, otro tallo, que venía cabreado porque en el pelotón Jasper Philipsen, vencedor ya en cuatro metas del Tour, había querido frenar de malas maneras, intimidando, su intento de fuga. La rabia anima. Con apenas un minuto de ventaja, los cuatro le echaron un cerrado pulso al fatigado pelotón camino de la pancarta final en Bourg-en-Bresse, tierra de vino y queso. Con eso se hace una buena mesa. Carrera para ver quién se sentaba primero.
El cuarteto doblegó al pelotón en un final electrizante. Defendieron 6 segundos de renta en el kilómetro final. Tiraron como si fueran del mismo equipo. Campanaerts les lanzó. Y entre todos agotaron al Alpecin, el equipo de Philipsen. El veloz belga no pudo sumar la quinta victoria. Ni sus gregarios tuvieron energía ni él deportividad. Venció el danés Asgreen, que le dio el primer triunfo al Soudal-Quick Step, y lo celebraron los cuatro. Compañeros de viaje. Colegas. Hasta la etapa que parecía vacía se vivió de pie. Así es este Tour en el que manda un vecino de Asgreen, el también danés Jonas Vingegaard.
Casi siempre, el tamaño de una victoria lo establece la entidad del derrotado. Luis Ocaña, por ejemplo, ganó el Tour de 1973, pero su triunfo no fue completo. En aquella edición no participó su enemigo íntimo, su demonio privado, Eddy Merckx. Y el conquense, más que vencer en la Grande Boucle, lo que quería era batir al 'Caníbal' belga.
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A.Mateos
El éxito, prácticamente asegurado, de Jonas Vingegaard en esta edición de la ronda gala aumenta de talla por la figura de su gran rival, Tadej Pogacar. No hay ciclista más completo que el esloveno. Pero sí hay uno, el líder danés, que le pudo en el Tour de 2022 y que le ha noqueado de nuevo ahora. Si nada cambia en los tres días que restan, cada uno tendrá dos Tours en su palmarés. El ciclismo ya sueña con el desempate en 2024. Vingegaard y Pogacar. Cada uno engrandece al otro. Y al ciclismo.
En la salida de la decimoctava etapa, en Moutiers, se hablaba de los dos. «No estoy enfermo», repetía Pogacar para disipar las especulaciones que habían brotado al verle afectado por un herpes labial. Simplemente, estaba agotado tras dos semanas atacando a Vingegaard.
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La agresividad contra la paciencia. El danés ha ejecutado al milímetro el plan del equipo Jumbo. La escuadra neerlandesa, la más poderosa y perfeccionista, quiso ahogar al resto desde la Gran Salida en Bilbao. Ritmo agónico en cada subida. Había que mojarle la mecha el explosivo esloveno, que no se mide, que ataca y ataca y que, por eso, es tan querido por el público. Todos los deportes adoran a los ganadores; el ciclismo, muchas veces, idolatra a los que pierden.
En una declaraciones al 'Corriere della Sera', Vingegaard dice: «Por su agresividad, estaba claro que Tadej explotaría algún día». Ese día fue el miércoles en el col de Loze. El líder, que una jornada antes había abrumado en la contrarreloj embutido en su aerodinámica silueta, supo esperar, paciente, a que llegara el desplome de su volcánico adversario. «Ha sido mi peor día sobre la bicicleta», confesó el derrotado; rostro lívido, tan pálido como su maillot blanco de mejor joven. Lo es, 24 años, dos menos que el líder nórdico.
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Con siete minuto y medio de renta sobre el esloveno, el Tour es de Vingegaard salvo desgracia. Tras dos semanas y media ocupando casi el mismo metro de asfalto, el danés se ha alejado bruscamente de Pogacar. Hay que remontarse a 1981 para encontrar una diferencia mayor a estas alturas entre los dos primeros: Bernard Hinault le sacaba entonces más de nueve minutos a Lucien van Impe. Por eso, el Jumbo permitió a Wout Van Aert dejar la carrera para asistir al nacimiento de su segundo hijo. Se bastan sin él.
Este Tour ya ha repartido casi todas sus cartas, pese a que aún quedan los Vosgos del sábado. Adam Yates ocupa la tercera plaza, con la que aún sueñan Carlos Rodríguez -cuarto a 1.16-, Simon Yates (a 1.34) y Pello Bilbao, sexto en la clasificación general a casi dos minutos (1.55) del tercer cajón. Subir a ese escenario de los Campos Elíseos junto a Vingegaard y Pogacar, los dos mejores de esta era, es hacerse un lugar en la historia de la Grande Boucle. Gran botín. Medalla de bronce con pátina de oro. Habrá pelea en los Vosgos.
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