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Cuando el francés Remi Cavagna llegó al equipo belga Deceuninck, uno de sus compañeros, Devenyns, le preguntó de dónde era. «De Clermont-Ferrand», contestó el recién llegado. A Devenyns le tenía asombrado la capacidad para rodar del joven galo, como un tren de alta ... velocidad. «Pues te vamos a llamar el TGV de Clermont-Ferrand». Cavagna se extrañó. «Pero por mi ciudad no pasa el TGV». Devenyns estuvo ágil en la réplica. «Por eso. Ahora ya hay uno, tú». El apodo le va como un guante a su modo de correr. Cavagna es una locomotora. Solitaria, además. «Adoro atacar de lejos, irme sólo yo», se define. Y eso hizo en esta decimonovena etapa del Tour por los bosques del Jura. A 47 kilómetros por hora. Un TGV de dos ruedas. Pero no llegó el primero a la estación. De ganar su etapa se encargó el danés Soren Kragh Andersen, vencedor ya en Lyon.
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El viaje de Cavagna llegó hasta el sprint especial de Mournans, a 50 kilómetros del final. Ahí aparecieron dos tipos de ciclistas. Clasicómanos y velocistas. Enloquecieron. Se fugaron. Al Tour se le agotan los días y la mayoría no ha cobrado pieza. Urgencias. De repente estaban escapados Sagan, Bennett, Stuyven, Naesen, Mezgec... Y Trentin y Van Avermaet, compañeros en el CCC. Entre los dos quisieron descascarillar el grupo, eliminar a los más rápidos. Colocaron a todos al límite. Y en esa frontera, cuando ya no queda aire, sólo respiró uno. Andersen. Mientras todos abrían la boca, él se fue hacia la meta de Champagnole. Inmersión. Hace una semana, tras vencer en Lyon, dijo: «No me puedo creer que haya ganado una etapa del Tour». Ya tiene dos. Y tres su equipo, el Sunweb, las dos de Andersen y la victoria extraordinaria de Hirschi. Ejemplo a seguir.
El Tour estaba atento a la nueva exhibición de Andersen. Pero andaba más ocupado con la contrarreloj que viene, la que ordenará el podio de París. Aunque es la etapa más breve, apenas 36 kilómetros, cada favorito necesitará dos bicicletas. La pesada y dura de contrarreloj para los 30 kilómetros iniciales, más o menos llanos, y la bicicleta normal para los seis kilómetros finales, los que cubren la subida a La Planche des Belles Filles, un puerto de primera con escalones que superan el 20% de pendiente.
«Los que salen a disputar cambiarán de bici, seguro», pronostican los técnicos. «Con rampas del 8 o el 10 por ciento no vale la pena llevar la bici de 'crono'», defiende Jon Iriberri, biomecánico del equipo Jumbo, el de Roglic, el líder, el gran favorito para ganar este Tour. Es un especialista y le saca 57 segundos a su compatriota Pogacar. Parece suficiente. La tercera plaza es de Miguel Ángel López, a 1.27. El colombiano tiene una renta de 1.39 sobre Porte. Quizá no le valga, aunque en la Vuelta al Algarve fue tercero en la 'crono'. Quinto es Landa, a 22 segundos de Porte y con 49 segundos sobre el sexto, Enric Mas.
El mallorquín amenaza la quinta plaza de Landa. En la Vuelta a España 2018 fue quinto en la 'crono' de Torrelavega, a un minuto de Dennis, el campeón del mundo. Landa no se arruga. Es un escalador de manual. La contrarreloj suele maltratarle. Pero en el final de un Tour pueden pesar más las reservas. En eso confía. Y en la subida a la Planche des Belles Filles. Landa y su equipo, el Bahrain, han sido los únicos con coraje para retar al Jumbo en los Alpes. La 'crono' le pilla con el ánimo cargado.
Y, en teoría, preparado. En diciembre estuvo en el Centro de Rendimiento de Chris Boardman con los ingenieros de McLaren, copatrocinador de su equipo. Luego, en enero, ensayaron la aerodinámica en el velódromo Luis Puig, en Valencia. «Queremos usar la técnica de la fórmula uno para optimizar el trabajo del equipo ciclista», declaró Matthew Williams, ingeniero de McLaren. «He entrenado mucho esta modalidad», apunta el alavés.
Es el día de las 'cabras', de la bicicletas de contrarreloj. Cada equipo tiene la suya, con sus ajustes. Terminología de fórmula 1. La de Landa, la Merida Time Warp, ha pasado horas y horas en el túnel del viento y ha escondido todos los cables y los puentes de los frenos. «Así ahorramos nueve vatios de potencia», explican los ingenieros. Otro ejemplo: Roglic estrenará manillar, más aerodinámico. En su equipo dicen que ese cambio le dará nueve segundos.
La ciencia dirigirá el rumbo durante los primeros 30 kilómetros de la 'crono'. Luego, en los seis últimos, los de La Planche, Roglic, Landa, Mas y el resto echarán pie a tierra en la primera rampa dura. Cuando la velocidad sea baja. Dejarán la 'cabra' y se subirán a la bicicleta de siempre, al límite de peso (6,8 kilos) y se jugarán en la escalera de la La Planche su lugar en este Tour que, pese a la pandemia, llegará a París. Esa victoria es de todos. La otra, la que quedará en el palmarés, se acerca a Roglic. Es su hora. Su reloj.
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