Álava se vende al mundo
Visto en 200 países. ·
La provincia es un producto tan bueno que con cuatro pinceladas el retrato sale solo, partiendo del vuelo majestuoso por Vitoria y avanzando por paisajes cambiantes hasta llegar a nuestra pequeña SuizaVisto en 200 países. ·
La provincia es un producto tan bueno que con cuatro pinceladas el retrato sale solo, partiendo del vuelo majestuoso por Vitoria y avanzando por paisajes cambiantes hasta llegar a nuestra pequeña SuizaNo era un reto fácil. Un cuarto de etapa, unos 55 kilómetros (de un total de 209), 14 localidades, incluida la capital, cuatro valles, un puerto de montaña pero solo bajada, 12 carreteras, hora y tres cuartos de televisión. Mostrar al mundo lo que eres ... con tan escasos mimbres se puede convertir en una empresa frustrante si la materia prima es mediocre. Pero no, Álava es un producto tan bueno que con cuatro pinceladas el retrato sale solo. Cualquier neozelandés lo aprecia. Aunque hay que reconocer que la señal televisiva del Tour es magnífica y aporta una mirada diferente.
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El deporte es el mismo, pedalear hasta quedar exhausto; el público es parecido en todos los sitios, con más o menos entusiasmo, se modifica la bandera nada más: aquí la ikurriña, por ejemplo, se hizo omnipresente. ¿Qué cambia, dónde está la diferencia? En el paisaje, y en que la tierra que se pisa ofrece productos distintos. El paisaje condiciona e identifica al paisanaje. Cuanto más diverso, más riqueza para el espíritu y para la mesa. Cuanta más variedad, más calidad de vida. Y el Tour lo sabe. Ha sido siempre la mejor campaña turística de Francia. Es infalible. Si en sus imágenes, la organización muestra imágenes del castillo de Foix, enriscado en una colina dentro del mismo pueblo, acabarás queriendo ir a verlo.
Álava es la provincia vasca más grande en superficie, aunque en ese reparto de etapas de la organización del Tour ha sido la más perjudicada, la que menos sale en la televisión. Pero también es la que más diferencias muestra, la más singular en esa gran alfombra verde monocromática que es el País Vasco.
El vuelo aéreo sobre la capital vasca, Vitoria-Gasteiz, abrió ayer de forma majestuosa muchos programas deportivos del mundo. En casi 200 países se pudo ver uno de los centros históricos mejor conservados a vista de pájaro: desde el cielo todo mejora porque no se ven los defectos a ras de suelo. Los cuatro gigantes, los reyes de la baraja, bailaban en la plaza de la Virgen Blanca al son de la gaita y una a una fueron mostrándose las dos catedrales (la vieja de Santa María y la nueva de María Inmaculada) y dos de las iglesias góticas: San Miguel y San Vicente, en todo su esplendor. Casi furtivamente se adivinaba también la Torre de doña Ochanda, con su acabado italianizante, que en el cartel en francés era simplemente el Museo de Ciencias Naturales. No podían faltar 'les ramparts', esto es las murallas anexas al palacio de Escoriaza Esquível. Y unos cuantos datos de números: Vitoria tiene 250.000 habitantes y más del 75% de la población alavesa, que explicaba el periodista deportivo Carlos de Andrés, en Teledeporte.
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Los castaños de indias, la estatua de Francisco de Vitoria, los parques del Prado y la Florida, el Puente Azul de la calle Castilla, abrían paso al pelotón rodeados de una abigarrada multitud de vitorianos que mostraban su entusiasmo por la oportunidad concedida por el Tour. De repente, posiblemente la más bonita de las imágenes de ayer, un ciervo brincando por las aguas someras de una de las balsas de Salburua. Este humedal tan cerca del mismo centro de la ciudad es la joya del Anillo Verde y una estampa obligatoria para captar la esencia de esta ciudad. Pero una de sus imágenes, la del centro de interpretación Ataria, que los franceses traducen como museo, llevó a error al presentador de la televisión que lo confundió con el Artium, el Museo de Arte Contemporáneo, situado cerca del recorrido.
Sí hubo un estudiado olvido, el monumento a la Batalla de Vitoria en la plaza de la Virgen Blanca. Un significativo símbolo de una derrota francesa que los realizadores del reportaje vitoriano obviaron porque todavía les duele. Prefirieron otros hitos como el polideportivo Buesa Arena o el edificio de la Universidad privada Euneiz.
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Con el inicio de la carrera entre Arkaute e Ilarraza, el mismo camino que cogieron los franceses hace 210 años dejando atrás la mole de la iglesia de Elorriaga y el convoy del rey José I lleno de riquezas, las imágenes acompañaban el pedalear de los ciclistas entre campos de cereales de color ocre y verdes cultivos de patatas y girasoles. Un paisaje parecido al de hace dos siglos, porque Álava sigue salpicada de aldeas pequeñas y de robledales-islas.
Ni Elburgo ni Alegría-Dulantzi, paso obligado del pelotón, llamaron la atención del helicóptero francés que sí enfocó con detenimiento la muralla-ayuntamiento de Salvatierra y sus iglesias góticas de San Juan y de Santa María, aunque los ciclistas tomaron un rumbo distinto.
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Cuando la carretera se estrecha y toma dirección Dallo, Álava muestra otra cara: la de los diminutos núcleos de población con unos cuantos aficionados en las cunetas y la posibilidad de disfrutar de los pequeños detalles como la cruz-veleta de su iglesia que aparece en un primer plano de la cámara del helicóptero. Ya estamos en el valle del Zadorra, con localidades a un lado y otro como Etura o Audícana. Los ciclistas van de uno en uno por la estrechez de la carretera.
Es el momento de otros monumentos como la iglesia de La Asunción y el palacio de los Guevara, en el pueblo del mismo nombre. Curiosamente, tampoco se detiene el helicóptero en el que fue considerado el mejor castillo de Álava, situado en la cumbre de un monte al lado del pueblo. Sus ruinas no deben interesar.
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Pasado Maturana y camino de Larrinzar y Marieta, el paisaje vuelve a cambiar y los ciclistas se adentran en el valle del río Barrundia. Los campos de cereal han dado paso a los pastizales y los bosques de robles. Aparecen vacas pastando, aunque algunas son negras y más de uno las va a confundir con toros bravos.
«¡Qué verde, qué bonita es esta tierra!», se le oye exclamar al exciclista y ahora presentador Perico Delgado, un gran conocedor de todos los paisajes del Tour. Cuando la cámara se abre aparecen las láminas de agua del embalse de Ullíbarri-Gamboa, que los franceses denominan 'lac' en sus rótulos.
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Los robles marcan el paisaje ahora y los ciclistas se meten por frondosos bosques al atravesar Landa y sus playas. Aquí también hay resonancias de emboscadas terribles de guerrilleros a los franceses y de la época de la nuestra Guerra Civil. Estamos ante el más importante frente de guerra alavés. Se dice que los lugares más hermosos están abonados por muertos en combate y Legutio es otra muestra. Otro 'lac', el de Urrunaga, da paso a la primera cuesta que afrontan los ciclistas en las estribaciones del puerto de Krutzeta (no Kurtzeta como se empeña la organización). La carretera es una de las más hermosas de Álava. Le hacen sombra los cipreses de Lawson y un poco a la derecha se ve el alpino embalse de Albina, rodeado de bosques.
El sol sigue escondido y pone difícil descubrir otro de los rincones secretos Álava, el valle de Aramaio. La peligrosidad de la bajada de Krutzeta obliga a poner todos los sentidos en el asfalto. Pero hay miradores desde los que se puede disfrutar el paisaje total de la llamada 'Suiza alavesa'. Los montes que rodean el valle se esconden entre las nubes. Tras cruzar Ibarra espera Gipuzkoa.
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