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Julian Alaphilippe corre este Tour como el que va a la guerra. Es casi una cuestión patriótica. Francia lleva desde 1985, desde el quinto triunfo de Bernard Hinault, sin ganar el Tour. Y Alaphilippe, a quien nadie esperaba, ha desenterrado esa bandera y la ha ... izado. «Defender el maillot amarillo es una razón añadida para superar mis límites en el dolor», dijo antes de tomar la salida en la contrarreloj de Pau. Ningún otro fue tan lejos en esa frontera. Contra todo pronóstico, el francés ganó la etapa con 14 segundos sobre Geraint Thomas. A 36 entraron Urán y De Gendt. Y luego Kruisjwijk y Porte (a 45 segundos), Pinot (a 49) y Enric Mas (a 58), que se coloca cuarto en la general encabezada por su colega Alaphilippe. Fuglsang cedió un minuto y 7 segundos. Bernal, derrotado, perdió 1.36. Y Mikel Landa, con la moral en proceso de rehabilitación, se dejó 1.45. El alavés concedió menos que Quintana, Yates y Bardet. Pero ya está a 6 minutos en la general de Alaphilippe, el líder convencido de que este Tour no es una carrera sino una misión. La bandera de Francia en julio es amarilla.
«Esta mañana mientras recorría el circuito, he visto a muchos niños. Sus ojos. Sus ánimos. Me han emocionado. Me han inspirado», contó Alaphilippe. «Por eso he salido sin tomar ninguna precaución». Piloto suicida. Como si no hubiera viaje de vuelta. El maestro de la contrarreloj, Jacques Anquetil, les decía a todos sus rivales que había que salir a tope, relajarse a medio camino para coger aire y acabar a bloque. Todos le imitaban y a todos derrotaba. Anquetil les engañaba: no aflojaba en ningún momento. Se torturaba en cada pedalada.
Eso hizo Alaphilippe en Pau. Ganar o reventar. Desde el inicio fijó las mejores referencias. En los repechos y en el llano. Era un trazado técnico. Él sabe manejar la bici a oscuras. La 'crono', de 27 kilómetros con una parte inicial cargada de cuestas y un final para rodadores, terminaba con un repecho. Alaphilippe, más que subirlo, lo abordó. Al abordaje. Presume de bigote pirata. La bandera corsaria ondea en el Tour con 1 minuto y 26 segundos en la general sobre Thomas, el galés atónito. A su equipo, el matemático Ineos, Alaphilippe le ha alterado los planes. No esperaban una resistencia así. Un maqui contra el imperio. Además, el conjunto británico vio palidecer a Bernal, que pierde peso como alternativa. Para mantener su hegemonía en el Tour, Thomas y los suyos tendrán que arrancarle la bandera a Alaphilippe en la montaña que queda. Y, de momento, el líder asombra.
Entró en la meta con dinamita para derrapar, bajarse de la bicicleta con un respingo y gritar. Le sobraba el aire. Le gustaba lo que veía en los paneles de la meta. Su nombre en amarillo. Líder con casi minuto y medio sobre Thomas, y más de 2 sobre Kruijswijk. Para su felicidad, Alaphilippe tiene a su compañero Enric Mas en la cuarta plaza, a 2.44, por delante de Bernal (3.04), Buchmann (3.04), Pinot (3.22), Urán (3.54), Quintana (3.55)...
Cuando Alaphilippe llegó al autobús del Deceuninck allí estaba Mas sobre el rodillo. Abrazo. «¡Hemos ganado!». Y Bramati, uno de los directores, bajó con una botella de champán para celebrar el maillot amarillo del francés y el maillot blanco de mejor joven que el mallorquín le había quitado a Bernal. Burbujas por la batalla vendida. Ahora, hasta se atreven con la guerra. Al asalto de París. Hace dos semanas nadie lo pensaba. «Queremos defender los dos maillots», se atrevió Enric Mas, que debuta y brilla en el Tour. El amarillo del presente y el blanco del futuro.
La contrarreloj se corre por dentro. En la salida, Alaphilippe sudaba sobre el rodillo. Empapaba el buzo de 'crono' con la efigie de Eugene Christophe. Unidos por la historia del maillot amarillo. Christophe, el 'Viejo Galo', fue el primero en vestirlo, el 19 de julio de 1919. Hace justo cien años. Alaphilippe es el último heredero de esa túnica, patrimonio francés. La lució, y mucho, Jacques Anquetil, el ciclista que convirtió este deporte de fuerza bruta en algo elegante, en un baile de puntillas, en ballet sobre los pedales. Con 19 años, cuando no era nadie, se presentó en el Gran Premio de las Naciones, la contrarreloj bestia, la de 140 kilómetros. Salió, destrozó el récord de Hugo Koblet y aventajó al segundo en más de seis minutos. Como escribe Paul Fournel, Anquetil fue «un mazazo en la historia del ciclismo». El señor del tiempo.
Alaphilippe es otra cosa. Nadie será tan complejo, ni fascinante, como Anquetil. Pero ha dado un mazazo. Vestido de amarillo, el francés tenía 27 kilómetros para defender 1 minuto y 12 segundos sobre Geraint Thomas y 1.16 sobre Egan Bernal. De eso se hacían apuestas. De si perdería o no el liderato. Para la 'crono' hay que tener motor y control sobre gasto energético. Alaphilippe no es un especialista. Lo suyo es la pólvora. Reventar carreras en un muro. Su figura amarilla, recortada contra el cielo azul de Pau, no es la de un contrarrelojista. Pero todo eso dio igual. La contrarreloj es la etapa más medida. No hay variable que no se contemple en los ordenadores de los técnicos. Sin embargo, en Pau todos los cálculos saltaron por los aires por obra de Alaphilippe.
Ahora, vestido con su bandera, se enfrentará a la montaña. Al Tourmalet primero. «Es mi etapa preferida», avisaba Landa, que está en la lista, cada vez más larga, de los que ya necesitan una revolución para optar a alguna de las tres plazas del trono de París. «Daré el máximo. El amarillo me ha transportado», avisó Alaphilippe, el 'Joven Galo', heredero del 'Viejo Galo' Eugene Christophe, el primer amarillo en otro 19 de julio, un siglo antes. Francia se emociona.
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