Acta de adoración al Galibier
En los Alpes ·
El coloso alpino, que Emile Georget superó por primera vez el 11 de julio de 1911, se atraviesa en la cuarta etapa, la primera en territorio francés de este TourSecciones
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El coloso alpino, que Emile Georget superó por primera vez el 11 de julio de 1911, se atraviesa en la cuarta etapa, la primera en territorio francés de este TourAcaso no tienen alas nuestros hombres, que hoy se elevaron hasta una altura donde ni siquiera llegan las águilas? ¡Oh Sappey!, ¡Oh Laffrey!, ¡Oh puerto Bayard!, ¡Oh, Tourmalet! Nunca fallaré en mi deber de proclamar que junto al Galibier sois como un pálido y vulgar ... animalillo; ante este gigante sólo podemos quitarnos el sombrero y saludar con modestia». Es parte del 'Acta de adoración' que Henri Desgrange escribió desde Grenoble, para la edición del 11 de julio de 1911 de 'L'Auto', horas después del primer paso de la historia por el coloso alpino.
Fue Emile Georget el primer ciclista en atravesarlo. «¡Ahí queda eso! Os he dejado pasmados, ¿eh?», les gritó a los jueces en la cima. Tenía buen humor el campeón francés. En la meta recordaba su esfuerzo y le decía al periodista Alphonse Steinés: «Los que construyeron el túnel en la cima del Galibier deberían haberlo hecho abajo. Sería un poco más largo, sin duda, pero nos hubiera evitado un martirio entre la nieve. Entre el túnel del metro y la cima del Galibier, sin duda que prefiero el metro».
Solo se había bajado dos veces de la bicicleta, la primera para firmar en un control secreto; la segunda para beber agua de un arroyo. Antes, en St. Michel de Maurienne, le dio la vuelta a la rueda trasera para cambiar de desarrollo. Una etapa terrible de 366 kilómetros entre Chamonix y Grenoble que Georget completó en 13 horas y 35 minutos.
Desgrange había elegido el Galibier, una montaña desconocida para los ciclistas, cremallera de unión entre los Alpes del norte y los de la Provenza. Una montaña, dos mundos. Nadie de la Valloire, en la Saboya, se casa nunca con alguien del valle de la Guisane, la vertiente briançonesa. Tampoco ascienden a la cima, territorio de contrabandistas durante siglos. Están cerca, pero no se ven; cada comarca en una ladera del Galibier, separados por un coloso que les incomunica nueve meses al año. «Para nosotros es un mundo diferente», dicen de uno y otro lado. «Además, siempre fueron valles muy pobres. Ninguno tiene nada que aportar a los de la otra vertiente».
Los ciclistas no veían el Galibier como Desgrange, en términos de epopeya. «Sois unos estafadores», le dijo Gustave Garrigou. «Esto ya no es deporte ni una carrera, sino un trabajo a destajo», confesó Eugéne Christophe. Galibier es territorio de escaladores. A los ciclistas se les cae el alma a los pies cuando, por la vertiente contraria a la de la presente edición, después del Telégraphe leen el cartel de «Túnel del Galibier, 34 kilómetros». Todo un reto mental, pero quienes lo superan, alcanzan la gloria. Al vizcaíno Federico Ezquerra, la banda municipal le tocó un pasodoble. Le llamaban 'Le roi de la montagne' en Grenoble, a donde llegó detrás de Renné Vietto porque en el descenso del Galibier le costó un mundo cambiar el desarrollo a mano. Pero había sido el primero en superar la cima que protege al Briançonnais, una gesta firmada en 1934, la misma que el año anterior había protagonizado Vicente Trueba.
«He sufrido un martirio», murmuraba Anquetil tras subir al Galibier. «Bahamontes toca una partitura estruendosa», escribía Goddet en 1964. Allí, Leducq se cayó en 1930, luego se le rompió un pedal, se hizo un ovillo en una roca, lloraba. «Llamaba a su madre», relataba un testigo. Un espectador le prestó un pedal, alcanzó la meta en Evian y ganó la etapa. Coppi escalaba el Galibier «como un teleférico en su cable de acero», decían. Julio Jiménez dejó fuera de control a 31 corredores.
Allí, también, murió Paquillo Cepeda, el ciclista olvidado por el Tour, el único fallecido en la carrera que no tiene un monumento. Cayó en el descenso del Lautaret, nadie sabe cómo, el 11 de julio de 1935. En Sopuerta todavía le recuerdan.
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