Van der Hoorn, feliz al vencer la tercera etapa del Giro. Afp

Taco van der Hoorn se le escapa a Sagan y gana la tercera etapa

El holandés, descartado el año pasado por el Jumbo de Roglic y ahora en un equipo de segunda, resiste en una emocionante fuga ante el pelotón del Giro

Lunes, 10 de mayo 2021, 18:05

«Miraba hacia atrás y no lo podía creer, veía al pelotón y que ya no me cogía. La etapa era mía». A veces pasa. El ejemplo es alto, rubio y holandés, Taco van der Hoorn.

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En el ciclismo, el fugado es David frente ... al pelotón de Goliat. El débil contra el fuerte. Uno contra todos. Van der Hoorn frente a un grupo despiadado donde a cien metros ya ladraban con los colmillos al aire Sagan, Viviani y Cimolai. Taco no tenía una honda para atizarle al gigante, pero sí dos piernas largas y poderosas para resistir. Resistió. No lo creía. Al entrar primero en la meta de Canale se tapó la sonrisa con una de sus enormes manos. Pura felicidad. En diciembre, tras no ser renovado por el equipo Jumbo de Roglic, sólo le llamó un equipo de tercera categoría. Luego, al menos, halló hueco en una escuadra de segunda, el Wanty-Intermarché, que le apuntó a este Giro para pelearse con los 'Goliat' del UCI World Tour. Con una pedrada le ganó la batalla al pelotón. El ciclismo disfruta con cosas así.

De Biella salió la tercera etapa como desde allí parte también el camino al Santuario de Oropa, el templo donde descansa el mejor recuerdo de Marco Pantani. En el Giro de 1999 y tras sufrir un percance mecánico y quedar relegado al inicio del puerto, el 'Pirata' remontó uno a uno a todos sus rivales hasta atrapar y dejar atrás al último, Jalabert. «Me tuve que apartar para que no me pisara», contó el derrotado francés. En esa misma edición, Pantani inició su final. Fue excluido por sospecha de dopaje y comenzó a morir a cámara lenta hasta el 14 de febrero de 2004, la fecha de su fallecimiento oficial. El Santuario de Oropa está dedicado a la Virgen Negra y guarda luto por Pantani. Así, de negro, aparecieron los corredores en Biella, cubiertos por el color fúnebre de los chubasqueros.

Llovía sobre la llanura del Piamonte. Gotas oscuras picando los arrozales. Ocho dorsales se atrevieron a cargar con la fuga: Albanese, Pellaud, Van der Berg, Van der Hoorn, Rivi, Zoccarato, Gougeard y un debutante de sólo 18 años, el ucraniano Andrii Ponomar, campeón de Europa juvenil en 2019. Apenas ha disputado una decena de carreras como profesional y ya está en la mina al aire libre que es un Giro. Ponomar, buena planta, pasó escapado por los arrozales donde las 'mondine', las recolectoras temporales se sublevaron ante el maltrato de sus patrones. Aquel motín sucedió en la Italia fascista de Mussolini y fueron encarceladas y torturadas. Su derrota sembró, eso sí, una semilla para la rebelión. El débil ante el poderoso. Casi siempre pierde. No siempre.

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El equipo de Sagan se agota

La fuga, como suele ser, parecía dirigirse a ninguna parte. Les daban por perdidos de antemano. Pero no se rindieron ante un final de recorrido quebrado, estrecho a ratos y hecho para tipos con la pegada de Peter Sagan, que puso a su equipo, el Bora, a perseguirles. El eslovaco quería aplacar la revuelta de los escapados en las tres cotas, ya secas, que aguardaban antes de la meta en Canale.

En esas colinas de viñedos, Sagan buscaba quitarse de encima a velocistas como Merlier, Ewan y Nizzolo. Lo hizo. Pero el ritmo de su equipo no ahogó ni a Viviani ni a Gaviria. Y le surgieron dos inesperados enemigos más, dos de los fugados, que no se doblegaban: Van der Hoorn y el suizo Simon Pellaud, otro 'David'. Era una promesa del ciclisno helvético en el IAM hasta que ese equipo World Tour cerró. Tuvo, como Van Hoorn, que buscarse el pan en el pelotón de tercera. Conoció mundo. Se enamoró de una colombiana y de Colombia, donde vive. Y, al igual que Taco, está en este Giro para aprovechar su segunda oportunidad en la élite mundial. Aunque sea con piedras en la mano.

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Los dos aguantaron en el muro de Guarene, donde por detrás saltaron Ciccone y Gallopin. Al Bora de Sagan le fallaba el aliento. Y recibió tarde la ayuda del Cofidis (Viviani) y el UAE (Gaviria). La fuga tenía una opción. Sólo una y eran dos los escapados. La agarró Taco. Tremendo rodador. Atacó tras el repecho, en un tramo llano, y doblegó a Pellaud, más escalador. El pelotón venía devorando a todos, a Ciccone, a Gallopin, a Pellaud... Y veía al espigado Van Hoorn. Su espalda plana. La boca abierta cuando se giraba para ver la distancia que aún le protegía. Avanzaba como picando piedra, con los músculos al límite. Se giró para mirar atrás una vez más. Y lo sintió: la felicidad al ver que su pedrada había tumbado a todo el pelotón.

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