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Tadej Pogacar hizo realidad en 2024 lo que pensábamos que era imposible. Al menos por una temporada, Eddy Merckx se tuvo que reclinar en su sofá al ver a un ciclista tiranizar las carreras como solo se había visto hacer al belga. 25 triunfos, la ... mayoría aplastantes y 17 con llegada a meta en solitario. El esloveno emula ahora a color su insaciable sed de victorias sin mirar atrás, decidido al ataque y con varias víctimas por el camino. A todos aquellos, o casi todos, que intentaron seguirle en alguna de sus imponentes arrancadas y que por ello perdieron cualquier opción de lograr un buen resultado. Rivales de su valentía, a través de los que resaltar la demostración de jerarquía del genio de Komenda.
Pogacar felicitó el recién iniciado 2024 al pelotón en la Strade Bianche anunciando dónde aceleraría. «Atacaré en Santa María», dijo en la salida. No era una respuesta soberbia. Tampoco un farol. Se trataba de un aviso. Vio a sus compañeros en las últimas y se lanzó a la aventura en el tramo de grava más duro de la carrera. Quedaban 81 kilómetros hasta la Piazza del Campo de Siena y Sepp Kuss, que venía de ganar la Vuelta el año anterior, intentó seguirle. Explotó a los 200 metros. Abandonó. «Amigo, me estoy asustando un poco aquí…», le comentó Van der Poel en redes sociales de cara a su duelo en la cercana Milán San Remo.
Strade Bianche A 81 kilómetros de la meta.
Volta Catalunya A 29 kilómetros.
Mundial Su récord de este 2024. A 100 kilómetros de la meta.
Giro dell'Emilia Con el maillot arcoíris en su poder, atacó a 38 kilómetros.
El neerlandés 'ganó', aunque no se llevó la victoria. Fue el único que pudo plantarle cara. Resistió a un par de metros de distancia su esperado ataque en el Poggio, y le controló en el revirado descenso hacia la Vía Roma. Así llegó un grupo en el que se impuso su compañero en el Alpecin, Philipsen. «Haré algo diferente», anuncia el esloveno para 2025 sobre el único monumento que se le resiste, junto a una París Roubaix que aún no ha abordado.
Pogacar se redimió en la Volta Catalunya. Cuatro etapas en siete días. En el segundo, aplacó un insípido inicio sin fuga al marcharse hacia delante con su compañero Novak y esconderse después entre unos arbustos a orinar. «No sabían dónde estábamos», dijo divertido. En el sexto, con la carrera ya sentenciada, arrancó a 29 de meta. Al primero le siguió Landa. Al segundo, el alavés levantó el pie para no morir en el intento. Calculador, acabó tercero en la etapa y segundo en la general.
De Cataluña a la Lieja-Bastogne-Lieja. De nuevo en el punto más icónico de una prueba de enjundia, la Decana, en la Redoute, pasó a la acción. Dos ciclistas del Education First parecen ser los únicos capaces de seguir una aceleración interminable. Carapaz cierra un hueco que luego vuelve a perder. Healy quedó desfondado. Ambos cierran el grupo que se jugó la tercera plaza, 26º y 27º. Sin fuerzas para esprintar.
En el Giro, Damiano Caruso resumió así la exhibición de Pogacar: «Hasta él se sorprende cuando otros no pueden seguirle. Gana hasta cuando no quiere». En Italia, ni tuvo ni encontró oposición. Solo O'Connor, sensación después del final de temporada, intentó plantarle cara. Y se arrepintió. En la segunda etapa, el australiano salió al ataque del esloveno en la subida al Santuario de Oropa. Aguantó pegado a su rueda 300 metros. «Demasiado tiempo», consideró después. Enseguida comenzó a ceder terreno, mucho, y le fueron superando rivales. Cedió 33 segundos con Daniel Felipe Martínez y Geraint Thomas, sus rivales por un podio que tuvo a menos de un minuto hasta el último bloque de montaña. «Probablemente fui el más tonto de la carrera», se lamentó.
Seis etapas ganó en el Giro y otras tantas en un Tour en el que al menos Vingegaard, un día, logró atraparle y vencerle en una jornada. Pogacar descansó tras su tercera 'Grande Boucle' y eligió Canadá para seguir con sus exhibiciones. Quebec se le resistió. A su cambio de ritmo salieron tres ciclistas del Lotto; estaba acompañado por De Lie, Van Gils y Berckmoes. El poder intimidatorio del esloveno es tal que los ciclistas belgas optaron por no relevarle con fuerza (si es que la tenían), con lo que los cuatro fueron absorbidos por el pelotón. Pogacar acabó séptimo. Los otros tres, 14º, 51º y 53º.
El Mundial fue un órdago a grande. Arrancó a 100 kilómetros de la meta. «No estaba planeado. Solo ha sido un ataque estúpido», explicó. Así lo pensaron en el momento sus máximos rivales. Evenepoel y Van der Poel. «Pensé que era un suicidio. Nos miramos y pensamos que era una locura», dijo el belga. Bendita enajenación. A Pogacar le salió bien y lucirá todo el año el maillot de campeón del mundo. Pero hubo dos hombres que al verle acelerar saltaron a su rueda. El italiano Andrea Bagioli se retiró pocos kilómetros después con las piernas de acero y el estadounidense, que levantó el pie antes, logró finalizar en un meritorio noveno puesto.
Ya con el maillot arcoíris, Pogacar dejó clavado a Jorgenson en la primera ascensión a la basílica de San Luca (Bolonia), a 38 kilómetros de meta, en el Giro dell'Emilia. El campeón de la París-Niza sólo pudo acabar decimoséptimo a dos minutos y medio. Y en Lombardía igualó los cuatro triunfos de Fausto Coppi ya sin ciclistas que intentaran seguir su ritmo. Para aquellos que sí lo hicieron en la que posiblemente sea la mejor temporada de la historia, su consuelo, quizás, sea que Tadej Pogacar mencione su coraje con el paso de los años como expresó Piotr Ugrumov, que fue segundo del Giro de 1993 y del Tour de 1994, sobre Miguel Induráin. «Soy un privilegiado si me recuerda como rival».
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