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Día de San Fermín, 7 de julio. Encierro. Contrarreloj por equipos. A correr tras los cuernos aerodinámicos de la 'cabra', la dura bicicleta de contrarreloj. El Movistar, equipo de origen navarro, ha repartido pañuelos rojos antes de partir. Para ellos es un día de fiesta ... en Pamplona y de sufrimiento en el Tour. «Tenemos un equipo pensado para la montaña», dice Mikel Landa. «Ahora lo que tenemos que hacer es salvar esta semana. Luego ya llegará nuestro terreno». A Quintana y a él les toca defenderse en el primer tercio del Tour. Tragar sapos, evitar tropiezos y ver cómo su reloj atrasa.
En la meta, el Movistar le concede 1 minuto y 5 segundos al equipo Jumbo del líder Teunissen y de Kruijswijk y 45 segundos al Ineos de Thomas y Bernal. Es más de lo previsto por Eusebio Unzúe, mánager de la escuadra, que había fijado el límite entre el bien y el mal en 30 segundos. «Bueno, entra dentro del margen esperado», se anima Landa, que agradece a sus compañeros el esfuerzo. «Era la pérdida estipulada», reafirma Valverde. «El recorrido era para equipos como el Ineos». Rápido, de fuerza, de ir a casi 60 por hora. «Ya vendrán días mejores», avisa el murciano.
«Hemos pasado la jornada con nota», aseguraba Eusebio Unzué en la meta, a la sombra el Atomium y junto al estadio de Heysel. Prefería ver la botella medio llena pese a que su escuadra acabó en el puesto 17 de 22. En un Tour sin apenas kilómetros cronometrados, el Movistar jugaba en terreno hostil, las calles de Bruselas. Era un etapa para colocar en el escaparate televisivo los encantos de la ciudad belga: las fachadas que varios imperios levantaron en la Grand Place, sus avenidas y sus parques, alguno de ellos financiados con el corcho que el cruel Leopoldo II trajo del Congo...
Al paso del Tour, Bruselas lucía en una tarde dominical camino del Atomium, su símbolo. Construido para la Exposición Universal de 1958, este peculiar edificio representa las nueve esferas de un cristal de hierro. El átomo. Gustó tanto que no lo desmontaron y ahí sigue como reclamo turístico. Nueve esferas, como nueve provincias tiene Bélgica. Bruselas, capital de la Unión Europea.
Y de eso, de fusionarse, trata una contarreloj por equipos. Los ocho corredores tienen que sentirse en la misma bicicleta. Rodar con fluidez. Sin turbulencias. Deben pedalear a la misma velocidad, sin brusquedades. El primero en entrar en una curva tiene que pensar en el que va último de la hilera. En minimizar el 'efecto látigo'. Los directores sudan para dar con el orden ideal de los relevos. La fórmula. Es una etapa científica. Perfecta para el entorno en el que se desarrolló. El Atomium, al fondo, esperaba 27 kilómetros más allá para someter a los 22 conjuntos a este examen cronometrado sobre ciencia, aerodinámica y fisiología. En menos de media hora, todos tenían que rellenar las preguntas.
Nadie contestó más veloz, a 57,2 kilómetros por hora, que el equipo holandés Jumbo. Defendió y reforzó el liderato de Mike Teunissen, sorprendente maillot amarillo en la primera etapa. Dos locomotoras como Van Aert, excampeón del mundo de ciclocross, y Tony Martin, excampeón del mundo de 'crono', devoraron el asfalto. A su rueda iba el candidato al podio que mejor rentabilizó el día, el holandés Kruijswijk. El reloj de Bruselas le dio 20 segundos sobre Thomas y Bernal (Ineos), 21 sobre Enric Mas y Alaphilippe (Deceuninck), 28 sobre Urán (EF) y 32 sobre Pinot (Groupama). Nibali cedió 36, por 41 de Fuglsang y Yates. Los peor tratados por las manecillas del 'crono' fueron Landa y Quintana, a 1 minuto y cinco segundos, Porte (a 1.18) y Bardet (a 1.19). Demasiado terreno perdido en menos de media hora de sudor.
«Estamos contentos», resumió Jonathan Castroviejo, uno de los motores que tiraron de Thomas y Bernal en el Ineos. «Le hemos sacado bastante tiempo al Movistar y a Porte». El conjunto británico salió el primero en la etapa. Fijó el mejor registro y sólo al final, cuando llegó el último conjunto, el Jumbo, supo que había perdido la victoria. Esa decepción tenía como consuelo que Thomas y Bernal sólo están por detrás de Kruijswijk. Al resto de los rivales ya pueden mirarlos por encima.
Mientras todos regresaban a los hoteles rumiando las cifras que había repartido el reloj, el Jumbo copó el podio. La mirada metálica de Teunissen cuadraba con las nueve esferas del Atomium, de acero y aluminio. La escuadra holandesa, con un plato de 58 dientes y sin botellín para afinar la aerodinámica, aplicó las directrices del biomecánico navarro Jon Iriberri, que lleva un par de años perfilando la silueta de la escuadra amarilla.
El molde funciona. El Jumbo hizo honor al Atomium. Cada átomo, cada corredor, cumplió su papel y la molécula resultante emergió sobre las otras. En esta segunda etapa, el maillot amarillo de Teunissen llevaba el dibujo del Atomium. Resultó un buen presagio. El triunfo de la unidad del átomo. Del equipo. El Movistar, en cambio, confía más en que sus electrones libres, Landa y Quintana, encuentren su espacio en la montaña para poner en hora este reloj que ya atrasa
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