![Muere Antón Barrutia, histórico ciclista y director de la época dorada del KAS](https://s3.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202107/13/media/cortadas/muere-anton-barriuta-ciclismo-combo-kMsH-U14010177454317C-1248x1000@El%20Correo.jpg)
![Muere Antón Barrutia, histórico ciclista y director de la época dorada del KAS](https://s3.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202107/13/media/cortadas/muere-anton-barriuta-ciclismo-combo-kMsH-U14010177454317C-1248x1000@El%20Correo.jpg)
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Al excavar en la memoria del ciclismo siempre aparece un nombre: Antón Barrutia. Fue ciclista cuando casi empezaban a rodar aquí las bicicletas. Tuvo un dorsal profesional desde 1953 hasta 1966 y ganó siete etapas en la Vuelta. Llegó a ser campeón de España de ... ciclocross y acabó cuarto el Mundial de 1960. Corrió con los mejores: Bernardo Ruiz, Bahamontes, Loroño, Anquetil... Y luego dirigió el equipo KAS, la casaca amarilla que tanta guerra le dio a Merckx. Al inicio de su carrera como ciclista, los médicos le prohibieron competir. Se preocuparon porque vieron que Antón tenía el corazón demasiado grande. Cierto. Sus muchos amigos dan fe de ello. Ese enorme corazón se ha detenido con 88 años en el hospital de Galdakao. La historia del ciclismo vasco pierde a uno de sus grandes protagonistas.
Fue un niño de la Guerra Civil. «Sí, la cogí entera. Cuando tenía tres años tuvimos que irnos de casa (Iurreta) hasta Algorta. Y de ahí, a Zalla, refugiados. Un día vimos venir los aviones. Estaba con mis hermanos. Mi madre me cogió y me metió debajo de un árbol. Recuerdo la ráfaga que pasó justo delante de nosotros. Si no me llega a proteger mi madre...», contó en una entrevista en 'EL CORREO'.
Por la familia se metió en el ciclismo. Su hermano Cosme corría en bici. Era su modelo. Con 16 años, Antón se colocó en la cantera de Bernagoitia. Tenía buena mano para hacer rodillos refractarios. Aunque aún mejores eran las piernas. Trabajaba ocho horas al día y recorría 18 kilómetros a pie para ir y volver de la cantera. Y encima se apuntaba en competiciones ciclistas. En casa, el padre no quería otro hijo ciclista, otro 'golfo'. No pudo frenarle. A los 20 años ya era corredor. Y bueno: en 1953 ganó 35 carreras por los pueblos de Euskadi. A 500 pesetas por triunfo. No estaba mal. La bicicleta era más rentable que los rodillos refractarios. En 1955 fue con sus compañeros de equipo desde Bilbao a correr la Vuelta a Andalucía. Tardaron seis días en llegar. Era su manera de entrenarse.
El servicio militar le tocó en Araka, en Vitoria. No dejó de pedalear pese al uniforme. Una semana después de su ingreso en el cuartel se disputaba la Subida a Arrate. Un amigo le 'arregló' el permiso a cambio de dos raciones de champiñones y 500 pesetas para el brigada. Barrutia ganó en Arrate, batió el récord de la subida y se llevó 9.000 pesetas. Eso fue por la mañana. Esa misma tarde, tras comer en casa, marchó con su hermano a disputar en Amorebieta el Gran Premio Primavera. Venció Cosme y Antón acabó tercero. Tras dormir un rato, madrugó para regresar pedaleando por Urkiola hasta el cuartel.
Así se hizo ciclista: todoterreno. Era rápido, completo, puso su nombre a siete etapas de la Vuelta a España y asistió en primera persona al duelo entre Bahamontes y Loroño. Barrutia decía siempre que Loroño mereció ganar la Vuelta de 1956, que al final fue para un italiano: «A Conterno los jueces tendrían que haberle sancionado con dos minutos por remolcarse. Pero creo que Luis Puig (seleccionador del equipo español) se había vendido a los italianos. Subiendo Ea, René Marigil le dijo a Loroño que Conterno iba mal. Loroño arrancó a toda leche en Sollube. Las motos 'Lube' no le podían seguir. Allí, Van Steembergen ayudó a Conterno. En Andrakas no podía más. Pero sus gregarios y Van Steembergen le agarraron y le llevaron. Entre todos, cazaron en Las Arenas a Loroño. Los jueces sancionaron a Conterno con sólo 30 segundos y con eso le bastaba para ganar la Vuelta. Fue injusto, pero es que entonces los italianos mandaban en el ciclismo».
Tras sumar 52 triunfos como ciclista, incluidos el Circuito de Getxo, las subidas a Arrate y el Naranco, la Clásica de Ordizia y la Vuelta a Andalucía, ya como director se puso al frente del equipo KAS. A su órdenes, José Manuel Fuente se llevó las Vueltas a España de 1972 y 1974. En la primera, Fuente era un desconocido. Antón lo destapó. «Se escapó con Pepe Grande, que corría en el Werner, subiendo Monrepós. Eran íntimos amigos. Detrás, yo llevaba de líder a Perurena. Hablé con él y 'Peru' me dijo: 'Si Fuente no le deja a Grande subiendo Monrepós, párale. Si le deja, que tire hacia delante'. Fui hasta donde estaba Fuente y le dije: 'Hay que dejar atrás a éste'. Me respondió: '¿A éste? Yo daría la sangre por éste. Es mi amigo. No puedo hacerle eso'. Me enfadé. 'Ni sangre ni hostias, o le dejas o te paro'. Entonces le atacó y se marchó. Pasó el puerto con dos minutos de ventaja. Volví a preguntarle a 'Peru' a ver qué hacíamos y no lo dudó: 'A tope, que tire a tope'. 'Peru' se sacrificó y Fuente ganó aquella Vuelta», contaba Barrutia. También al volante del KAS y de Fuente se enfrentó en el Giro a Eddy Merckx. Y casi le ganan en 1972. «Merckx le tenía mucho miedo a Fuente».
Cuando concluyó aquella larga etapa en el ciclismo profesional, Barrutia se reenganchó a su deporte como chófer de los médicos de la Vuelta a España. Él y Luis Zubero llevaron a Fernando Astorqui, Juan Mari Irigoyen, Txomin Grande y Félix Cabezas. «En aquellos años, solíamos tener problemas con los conductores del coche médico. Eran bastante inexpertos. Por eso le propusimos a Antón ser nuestro chófer. Aceptó encantado», recuerda Astorqui.
«Antón me enseñó mucho, y no sólo de ciclismo. Era un gran filósofo de la vida. Además, sabía desenvolverse con el coche en carrera. De maravilla. Anticipaba lo que podía pasar. Así nos libramos de muchos accidentes. Me enseñó cosas que yo no veía. Me decía que tuviera cuidado porque un corredor iba a hace tal o cual maniobra. Y así pasaba. A Antón no se le escapaba una», añade Astorqui. Hace apenas unos días habló con Barrutia. Tenían previsto organizar una de sus habituales comidas. Estaba bien, como siempre. Con 88 años seguía dándole a los pedales en su bicicleta estática con ese enorme corazón que acaba de frenar.
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