El 5 de julio de 2014, el príncipe Guillermo de Inglaterra, junto con su mujer Catalina, su hermano Enrique y el entonces primer ministro Cameron, esperaban en la línea de meta de Harrogate, en Yorkshire, que nunca había visto tanta gente en sus calles desde ... que fue sede del Festival de Eurovisión en 1982, la llegada de la primera etapa del Tour.
Publicidad
Habían saludado en la salida a los favoritos y también a Mark Cavendish, el díscolo llegador nacido en la isla de Man. Pero al entonces ciclista del Quick-Step, acostumbrado a moverse entre celebridades, lo que más le importaba en aquel momento no era la realeza, sino exhibirse ante su madre, Adele, que esperaba a los ciclistas en el balcón de la casa de su familia, situado sobre la meta.
Pero Mark nunca llegó a ese sprint. Quiso abrirse paso a su manera, a golpes de casco sobre Gerrans, pero cuando su rival se apartó, se encontró a Coquard, al que no pudo esquivar. A 200 metros del balcón de su madre, sufrió una caída durísima. Al día siguiente no salió en la segunda etapa. En Harrogate ganó su bestia negra, Marcel Kittel.
El alemán lleva bastante tiempo retirado y Cavendish, ahora caballero del Imperio Británico por sus servicios al país, ha decidido, diez años después, y una vez cumplidos todos sus objetivos, colgar la bicicleta en el gancho del garaje de su casa y abandonar el ciclismo profesional a los 39 años. Después de superar el récord de victorias de etapa en el Tour (35) y arrebatárselo a la gran leyenda Eddy Merckx, ya no le quedan más retos por conseguir.
Publicidad
Apaciguado su carácter, primero temido por sus maniobras y ahora querido y respetado en un pelotón que le hizo pasillo en su última carrera en Singapur, 'Cav' ha superado obstáculos y se marcha en paz consigo mismo y con el ciclismo. Fue arrogante en sus comienzos, cuando todavía no había ganado nada, y ha sido humilde en el final, cuando ya lo ha ganado todo. Se ha levantado de las caídas, como las de Harrogate, y ha superado los momentos malos, como en 2020, cuando tras la Gante-Wevelgem dijo que era «quizás la última carrera». No lo fue. Regresó en 2021. Fichó por el equipo de sus inicios, el Quick-Step, por el salario mínimo. No iba a correr el Tour, en el que no participaba desde 2018, pero la baja de Sam Bennet le abrió las puertas. Mark Cavendish limpió ese año, inesperadamente, la hoja de servicios británica en un Tour seco para los ciclistas isleños después de una década de dominio. Nadie pensaba que podía ser así, que fuera él quien salvara el honor, a la vista del papelón de Geraint Thomas y Chris Froome, que parecían no estar ni para ganar una carrera de pueblo.
A Cavendish se le apareció el penúltimo día Eddy Merckx en carne mortal y Mark se acercó para tocarle las llagas, como Santo Tomás a Jesucristo, y comprobar que no es un personaje de ficción. El belga escogió bien el lugar: Mourenx, la ciudad a la que llegó en su primera gran exhibición en el Tour, después de 140 kilómetros escapado por culpa de una rabieta con su gregario, Martin van den Bossche. 52 años y un día después de aquella hazaña sobrehumana, regresó a Mourenx para recordarle a Cavendish que sí, que tenía las mismas victorias parciales, pero que eso son migajas en comparación con su grandeza.
Publicidad
Tres años más tarde, Merckx se quedó sin argumentos y sin récord, ya en poder de Mark Cavendish, enrolado en las filas del Astana. Sabe que la marca que deja en el ciclismo será efímera ante la irrupción del otro caníbal, Tadej Pogacar, al que pidió el día que la consiguió en Saint-Vulbas, y entre sonrisas, que no tuviera demasiada prisa en arrebatársela.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.